BIBLIOGRAFÍAS: LEVANTARSE DEL SUELO ES COMO DECIR VOLAR, CADA LIBRO DE SARAMANGO ES UNA VIVENCIA QUE SE AGRADECE

La primera vez que la editorial Arte y Literatura publicó Levantado del suelo, en 1989, su autor, el portugués José Saramago (1922-2010), era prácticamente un desconocido para los lectores cubanos.

Treinta años después, en 2019, se reedita la traducción de Rodolfo Alpízar Castillo, y Saramago ya es un viejo conocido entre nosotros; sus novelas han sido ampliamente publicadas y leídas, y al Nobel de Literatura, que en vida cultivó una fraternal cercanía con Cuba, se le rinde un culto cuya mayor expresión es la velocidad con que sus textos desaparecen de las librerías.

Todas las lecturas suponen un pacto entre lector y escritor, pero con Saramago esa verdad es absoluta. Desde este texto iniciático comenzó la forja de un estilo que maneja a su antojo signos de puntuación, mayúsculas y párrafos, y en el que el narrador interviene sin cargo de conciencia alguno.

Podría parecer abrumador al principio, pero no bien acatado el pacto, se transcurre sin escollos por un universo donde la inteligencia brilla siempre.

Saramago usa la ironía magistralmente, entra en la historia con elegancia y dominio, y sus personajes son tan profundamente humanos en sus deseos, miserias, mezquindades y grandezas, que es imposible escapar de la conmoción.

Levantado del suelo (1980) sigue a una familia durante varias décadas y denuncia el sufrimiento del campesino en el latifundio, preso de la precariedad y la injusticia. Aborda, igualmente, el terror de la dictadura, la lucha de clases, y la conspiración; y, sobre todo ello, la determinación de la vida de abrirse paso, porque hay un núcleo en el cual cada ser humano guarda sus amores, su orgullo, sus experiencias, que ninguna vejación puede romper.

Esta es, a pesar del realismo –o justo por su causa–, una novela optimista, que en su propio texto nos regala la que puede ser una de sus motivaciones: «Las palabras, en fin de cuentas, eran como gestos de los que no se espera salvación, pero que el enfermo agradece».

Y sí, cada libro de Saramago es una vivencia que se agradece, y de la que ya no hay forma de renegar, porque se cuela en nuestro núcleo de emociones, ese que se suele llamar alma.

Con él nos levantamos del suelo y volamos; no podría ser de otra forma con un autor capaz de describir el mar como un «ansia líquida e infinita, un revolver continuo de masas de vidrio y espumas, una dureza mineral que reblandece y hiela, el lugar de los grandes peces y de los luctuosos naufragios, poesías».

 

Por YEILÉN DELGADO CALVO/Granma


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