EL BELGA REMCO EVENEPOEL EN SU ÉPICA VICTORA EN BELAGUA, EN LA VUELTA DE ESPAÑA
BELAGUA, España (9 Septiembre 2023).- Destóquense ante Remco Evenepoel. Háganle una reverencia o, si desean ir más allá, una genuflexión. Respétenlo. Admírenlo en silencio. Aclámenlo a voces. Después de su descalabro el viernes en el Aubisque y el Tourmalet, el fenómeno belga quiso reivindicar su figura ante los ojos atentos y todavía incrédulos del ciclismo. Y desde el primer metro de la decimocuarta etapa tomó el mando de las operaciones. De la operación, porque se trataba de un empeño individual. De una misión propia, con desinterés, casi desprecio, de las de los demás.
Evenepoel, su fuerza y su deseo, fue el causante de
que cuajase la multitudinaria fuga nuestra de cada día. Tardó en formarse como
consecuencia de la velocidad del pelotón. Pero Remco, a golpe de pedal y de
insistente orgullo, fue capaz de desafiarla y, en definitiva, de hacerla
posible.
Era una buena fuga, con gente de lustre: Caruso,
Kämna, Bardet, Rui Costa, López, Oliveira, Castroviejo, Storer, Fenández,
Nicolau, Cattaneo... Se dieron de bruces con la categoría especial del col de
Hourcére. Evenepoel pegó un estirón y coronó en cabeza. Y ya no paró. Se le
pegó Romain Bardet y ambos echaron a volar hacia la todavía distante meta.
Evenepoel no le pedía relevo a Bardet, como si le
diese igual, como si ni siquiera le considerase como acompañante, no ya como
aliado. Pasó el primero el durísimo, rugoso e inédito puerto de Larrau, también
de categoría especial, en cuya cumbre empieza Navarra, España, en un grandioso
paisaje de estremecedora belleza. A 2:06 apareció Michael Storer, el primero de
los dinamitados supervivientes de la escapada. A 6:04, el enflaquecido pelotón.
Evenepoel, con Bardet agarrado a su estela
indiferente, pasó el puertecito de Laza (3ª) y entró en las rampas de primera
de Larra-Belagua con el pelotón a 8:13. Hacía mucho calor, había mucha gente
entusiasta en las cunetas. Y, de pronto, a cuatro kilómetros de la cima, Bardet
se derrumbó. De improviso. Sin pistas previas. Pocas veces la metáfora del mazo
está más justificada. Durante un segundo, Evenepoel lo miró con incredulidad y
quizás con suspicacia. ¿Fingía el francés? Pero Remco le vio la cara y no dudó.
Tiró para adelante y se perdió en el vertical horizonte. Ganó y lloró.
Detrás, como cabos sueltos, deslavazados, unos pocos
componentes de la fuga. Y el esquelético pelotón de los mejores. Evenepoel es
exhibicionista y fardón. Pero tiene clase para regalar, casta para repartir y
vergüenza torera (ciclista) para aburrir. Bueno, para todo menos para aburrir.
Por CARLOS TORO/El Mundo
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