El Código Locrio


Con frecuencia muchas personas pontifican y dan cátedras para adoctrinar y corregir el comportamiento de los demás, por haber incurrido en un error, o  cometido algún desliz o 
desatino.

En ocasiones se muestran intolerables, obviando y rechazando toda excusa presentada, sin analizar al menos, si hubo o no una intención real de lo ocurrido.

Si los motivos o argumentos y  causas alegadas tienen algún tipo de valor o asidero, negando, además, la oportunidad de resarcir la afrenta, en caso de así ser posible. 

No obstante, la actitud es diferente, cuando quien gusta de pontificar, y resaltar debilidades ajenas, atraviesa por una situación parecida, similar o semejante a la  que criticó y censuró en otra persona.

Hasta entonces, se comprende la importancia de escuchar y de no juzgar a priori, de forma sumaria,  el proceder y  conductas de los demás.

Claro está, no se trata, en ningún modo, de justificar lo injustificable. Lo que merece castigo, ha de ser castigado, con la severidad que el caso requiera.

Zaleuco de Locris, legislador  quien ideó el llamado Código Locrio, que se supone fue el primer código de leyes escrito de la civilización griega, que establece graves sanciones a quienes lo infringieran. 

Zaleuco, se vio precisado a tener que aplicarlo contra su propio hijo, quien había cometido un delito cuya pena se castigaba cegando los  ojos del infractor.

Zaleuco, a quien a pesar de que le habían solicitado clemencia para su vástago, se negó a perdonarlo y ordenó  cegaran uno de los ojos  de su hijo, porque éste era culpable de un delito y tenía que ser castigado. 

Exclamando que, él, (Zaleuco), se sacaría uno de sus ojos, porque, siendo su padre, él también era culpable por no haberlo educado mejor, y por tanto,  merecía ser castigado.

Así pues, castigó el delito en el hijo, y la posible causa, en él, como padre.

Con Dios siempre.


Por LEONARDO CABRERA DIAZ

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