La colocación de uno o varios piercings en puntos muy sensibles del cuerpo es una práctica muy antigua
La colocación de uno o varios piercings en puntos muy sensibles del cuerpo es una práctica muy antigua, con connotaciones identitarias o eróticas según el contexto.
En la sección de Curiosidades de los grupos de Senti2
compartimos varios ejemplos de esos objetos, casi siempre metálicos, cuya
exhibición genera incomprensiones o halagos, y la conveniencia de su uso, más
allá de lo estético, a veces resulta de dudosa validación.
Tal es el caso de las anillas y varillas que
atraviesan el clítoris, el glande masculino, los pezones, la entrada de la
vulva o el ano y la lengua, estructuras de gran enervación y propensas a
dilatarse según el grado de excitación de la persona, por no hablar del riesgo
de quedar enganchados y rasgar la piel durante el roce con otro cuerpo.
Otros sitios como cejas, labios, ombligos, espalda o
nariz también tienen sus fanes en el mundo desde épocas remotas, pero en ellos
el riesgo es menor (si se coloca en condiciones sanitarias adecuadas),
comparado con lo que esas personas sienten que aporta el objeto a su identidad.
Hay antecedentes de perforaciones del clítoris en las
mujeres dayaks, indígenas de la Isla de Borneo, mientras las prendas en el ombligo
eran exclusivas para los faraones en Egipto, por ejemplo. Con la modernidad,
casi cualquiera puede perforar y adornar su cuerpo con diseños atrevidos. Solo
vale la pena preguntarse: ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿para qué?.
Por MILEYDA
MENÉNDEZ DÁVILA/Juventud Rebelde
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