Papa Francisco: Dios nunca deja solo y sin consuelo a quien está en el dolor
CIUDAD DEL VATICANO (2 Marzo 2024).- El Papa recibió al grupo Talità Kum de padres que han perdido un hijo. Quien vive una tragedia así, es el discurso leído por monseñor Ciampanelli, no puede aceptar "banales palabras religiosas o sentimentales, estériles ánimos o frases de circunstancia" y no puede poner el "silenciador al sufrimiento".
Es necesario dirigirse al Señor con una oración que excave en el dolor y haga "llorar la pérdida", pero que "abra a recibir el consuelo y la paz interior que él nunca deja de dar".
En los momentos de sufrimiento, la respuesta de Dios es su cercanía y su caminar al lado de los que sufren. Francisco acogió con "una caricia" al corazón y "con los brazos abiertos" el dolor del grupo Talità Kum, dedicado a los padres que han perdido un hijo, acompañados por el inspirador del proyecto, el padre Ermes Ronchi.
El Santo Padre les dirigió palabras de consuelo, leídas por su colaborador monseñor Filippo Ciampanelli, debido a la bronquitis que lo ha afectado en los últimos días. Con quien pierde a un hijo, es el discurso del Papa, no se puede intentar dolorosamente justificar el sufrimiento, ni recurrir a teorías religiosas. En cambio, es necesario "imitar la emoción y la compasión de Jesús ante el dolor, que lo llevó a vivir en su propia carne los sufrimientos del mundo".
Rezar para recibir la paz interior
Un dolor como el de la pérdida de un hijo, "atroz y sin explicación", señala Francisco, permanece aferrado "al hilo de una oración", un grito dirigido a Dios en cada momento, que no resuelve la tragedia, sino que está habitado por preguntas que se repiten: las de por qué se llora "una pérdida insalvable", preguntas que piden dónde estaba Dios en ese momento y que, al mismo tiempo, dan fuerzas para seguir adelante y encontrar consuelo en la oración.
Jesús comparte el dolor y el sufrimiento
El Señor está cerca de los que sufren y toca su "aflicción", camina con quien está tocado por la muerte, dando su mano para ayudar a levantarse, enjugando las lágrimas y asegurando que "la muerte no tiene la última palabra".
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