Papa Francisco expresa preocupación por los datos del cambio climático que empeoran año tras año"
CIUDAD DEL VATICANO (16 Mayo 2024).- Francisco recibió en audiencia a los miembros de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales que participan en el encuentro «De la crisis climática a la resiliencia climática».
El dilema es entender si «estamos trabajando por una
cultura de la vida o por una cultura de la muerte», es decir, por una cultura
de destrucción total del planeta que representa «una ofensa a Dios». Y si se
trabaja por una cultura de la vida, entonces hay que estar «atentos al clamor
de la tierra» y «escuchar la súplica de los pobres», y después desarrollar «una
nueva arquitectura financiera que responda a las necesidades del Sur del mundo
y de los Estados insulares gravemente afectados por los desastres climáticos»,
procediendo también a la «reestructuración y reducción de la deuda, junto con
el desarrollo de una nueva carta financiera mundial para 2025», reconociendo
así la «deuda ecológica». Es una hoja de ruta sobre la defensa de nuestra Casa
Común que el Papa Francisco dirige a los participantes en la Cumbre organizada
por la Pontificia Academia de las Ciencias y la Pontificia Academia de las
Ciencias Sociales, titulada «De la crisis climática a la resiliencia
climática», que reúne también a alcaldes y gobernadores en la Casina Pio IV.
Los
pobres son víctimas
En la audiencia, Francisco relanzó los llamamientos ya
expresados en Laudato si' y Laudate Deum y reiteró su preocupación por los
datos del cambio climático que «empeoran año tras año»: «Es urgente, por tanto,
proteger a las personas y a la naturaleza», afirmó.
Las poblaciones más pobres, que tienen muy poco que
ver con las emisiones contaminantes, deben recibir más apoyo y protección. Son
víctimas.
Cultura
de la vida y cultura de la muerte
Como en su discurso en la Cop28 de Dubai en diciembre
de 2023, el Papa Francisco reiteró que «la destrucción del medio ambiente es
una ofensa a Dios, un pecado no sólo personal sino también estructural, que
pone en grave peligro a todos los seres humanos, especialmente a los más vulnerables,
y amenaza con desencadenar un conflicto entre generaciones».
La pregunta es: ¿trabajamos por una cultura de la vida
o por una cultura de la muerte?
Amenazas
existenciales para la humanidad
Está en juego una «grave responsabilidad»: garantizar que
no se niegue un futuro a los jóvenes y a los niños. Los retos que tenemos por
delante son numerosos: «Sistémicos, distintos pero interconectados: cambio
climático, pérdida de biodiversidad, degradación medioambiental, desigualdades
globales, inseguridad alimentaria y una amenaza a la dignidad de las poblaciones
afectadas».
A menos que se aborden de forma colectiva y urgente,
estos problemas suponen amenazas existenciales para la humanidad, otros seres
vivos y todos los ecosistemas.
Las
naciones más ricas producen más de la mitad de los contaminantes
Que quede claro: «Son los pobres de la tierra los que
más sufren, aunque sean los que menos contribuyen al problema», dijo el Papa.
«Las naciones más ricas, unos mil millones de personas, producen más de la
mitad de los contaminantes que atrapan el calor». En cambio, «los tres mil
millones de personas más pobres contribuyen con menos del 10%, pero soportan el
75% de las pérdidas resultantes». Luego están los 46 países menos desarrollados
-en su mayoría africanos- que sólo representan el 1,1% de las emisiones
mundiales de CO2, mientras que las naciones del G20 son responsables del 80% de
estas emisiones.
La
carga desproporcionada para mujeres y niños
Es pues «una carga desproporcionada», denunció
Francisco, la que se desprende de la investigación de las dos Academias
Pontificias, que muestra «la trágica realidad» que sufren las mujeres y los
niños.
A menudo, las mujeres no tienen el mismo acceso a los
recursos que los hombres; además, el cuidado del hogar y de los hijos puede
obstaculizar su capacidad de emigrar en caso de catástrofe. Sin embargo, las
mujeres no son sólo víctimas del cambio climático: también son poderosos
agentes de resiliencia y adaptación.
Culpas
graves
En cuanto a los niños, Francisco recordó que cerca de
«mil millones» de menores residen en países que se enfrentan a «un riesgo
extremadamente alto de devastación relacionada con el clima». «Su edad de
desarrollo los hace más susceptibles a los efectos, tanto físicos como
psicológicos, del cambio climático». Es una «falta grave» negarse a actuar
rápidamente para proteger a los más vulnerables expuestos al cambio climático.
Por no hablar de que, señala el Pontífice, el «progreso ordenado» se ve
obstaculizado por la «voraz búsqueda de ganancias a corto plazo y la
desinformación» de las industrias contaminantes, que «genera confusión y
obstaculiza los esfuerzos colectivos para invertir el rumbo».
El espectro del cambio climático se cierne sobre todos
los aspectos de la existencia, amenazando el agua, el aire, los alimentos y los
sistemas energéticos. Igual de alarmantes son las amenazas para la salud
pública y el bienestar.
Afirmar
el carácter sagrado de cada vida humana
El escenario es dramático: disolución de comunidades;
desplazamiento forzado de familias; contaminación atmosférica que «se cobra
prematuramente millones de vidas cada año»; más de tres mil quinientos millones
de personas «que viven en regiones muy sensibles a los estragos del cambio
climático»; migraciones forzadas. Precisamente en este último punto se detiene
el Papa, en los numerosos hermanos y hermanas que pierden la vida en viajes
desesperados.
Defender la dignidad y los derechos de los migrantes
climáticos significa afirmar el carácter sagrado de toda vida humana y exige
honrar el mandato divino de custodiar y proteger la casa común.
Enfoque
universal y acciones rápidas e incisivas
Ante esta crisis planetaria, el llamamiento del Obispo
de Roma es múltiple. En primer lugar, «adoptar un enfoque universal y una
acción rápida y decisiva, capaz de producir cambios y decisiones políticas»;
después, «invertir la curva del calentamiento, tratando de reducir a la mitad
el ritmo de calentamiento en el breve espacio de un cuarto de siglo» y
apuntando a «la descarbonización global, eliminando la dependencia de los
combustibles fósiles». En tercer lugar, eliminar «grandes cantidades de dióxido
de carbono de la atmósfera mediante una gestión medioambiental que abarque
varias generaciones».
Trabajo
sinfónico
«Es un trabajo largo, pero también con visión de
futuro. Pero debemos emprenderlo todos juntos», anima Francisco. «El trabajo
debe ser sinfónico, armonioso, todos juntos».
Salvaguardemos las riquezas naturales: las cuencas del
Amazonas y del Congo, las turberas y los manglares, los océanos, los arrecifes
de coral, las tierras de cultivo y los casquetes polares, por su contribución a
la reducción de las emisiones globales de carbono.
«Con este enfoque holístico -aseguró- se combate el
cambio climático, y también se aborda la doble crisis de la pérdida de
biodiversidad y la desigualdad, cultivando los ecosistemas que sustentan la
vida».
Nueva
arquitectura financiera
El último punto que abordó el Papa es el de «una nueva
arquitectura financiera que responda a las necesidades del Sur del mundo y de
los Estados insulares gravemente afectados por las catástrofes climáticas». «La
reestructuración y reducción de la deuda, junto con el desarrollo de una nueva
carta financiera global para 2025, que reconozca una especie de “deuda
ecológica” - afirmó- puede ser de valiosa ayuda para mitigar el cambio
climático».
De ahí el llamamiento a «actuar con urgencia - ¡con
urgencia! -, con compasión y determinación». «Lo que está en juego no podría ser
mayor».
Por SALVATORE
CERNUZIO/Vatican News
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