Papa Francisco en Bélgica: «Rezo para que los gobiernos asuman la responsabilidad de la paz»
BRUSELAS, Bélgica (27 Septiembre 2024).- En su primer discurso en el país, «puente» en Europa, Francisco denunció que «estamos muy cerca de una guerra mundial» y rezó para que el Viejo Continente «anteponga la vida». Subrayó que la Iglesia afronta con decisión el flagelo de los abusos a menores, «acompañando a los heridos» y recordó el drama de las «adopciones forzadas».
Una oración por «los responsables de las naciones» de todo el mundo, para que, mirando a Bélgica y a su historia, «magistra vitae demasiadas veces desoída», aprendan de ella y sepan «evitar a sus pueblos» las desgracias y el luto de las guerras.
El Papa Francisco la pronunció en la Gran
Galería del Castillo de Laeken, residencia oficial del Rey de Bélgica, al final
de su discurso ante unos 300 representantes de las autoridades políticas y
religiosas, de los empresarios y de la sociedad civil y la cultura. Desde este
pequeño pero al mismo tiempo gran país que le acogió el viernes por la tarde
bajo una lluvia torrencial, el Papa rezó «para que los gobernantes sepan asumir
su responsabilidad, el riesgo y el honor de la paz y sepan alejar el peligro,
la ignominia y la absurdidad de la guerra». Y conviertan sus corazones,
«poniendo siempre el bien común en primer». También habló de los abusos a
menores como «un crimen del que la Iglesia debe avergonzarse y pedir perdón, y
tratar de resolver con humildad cristiana».
El
primer día del Papa en Bélgica
La primera jornada de Francisco en Bélgica, el segundo
Pontífice después de San Juan Pablo II en 1995 que visita este país y la
capital Bruselas, elegida por Europa, al final de la Segunda Guerra Mundial,
como sede de las principales instituciones europeas, había comenzado con una
misa privada en la Nunciatura a las 7.00. A las 9.15 partió el cortejo papal
para llegar al castillo de Laeken, residencia habitualmente utilizada para
ceremonias oficiales. Fue construido por los archiduques austriacos y
gobernadores generales de los Países Bajos, María Cristina de Austria y Alberto
de Sajonia-Teschen, y terminado en 1785. Aquí, poco después de las 9.30 horas,
comenzó la visita de cortesía al Rey Felipe de Bélgica, que recibió al Papa
Francisco con mucha cordialidad e intercambios de sonrisas a la entrada, junto
con la Reina Matilde.
La
visita de cortesía al Rey Felipe
Tras la foto oficial en el Vestíbulo, en el Salón de
las Artes, el Papa firma en el Libro de Honor, rodeado de los espléndidos
tapices procedentes de Francia. Francisco escribió: «Con corazón agradecido
visito Bélgica, signo y puente de paz, donde diferentes culturas, lenguas y
pueblos conviven en el respeto mutuo. ¡Que Dios bendiga a Bélgica!». A
continuación, el Rey y el Pontífice se trasladaron al Bureau de Sa Majesté y,
por último, al Salon des princes para el intercambio de regalos y la presentación
de los cuatro hijos de la pareja real. Al final, el encuentro con el Primer
Ministro Alexander De Croo. A continuación, el Rey, la Reina y el Papa, con el
Primer Ministro, se trasladaron, poco después de las 10.15 horas, a la Grande
Galerie para el encuentro con las Autoridades.
Un
puente para construir la paz y repudiar la guerra
El Papa Francisco abrió su discurso calificando a
Bélgica de puente, «entre el continente y las Islas Británicas, entre el área
de matriz germánica y la francófona, entre el sur y el norte de Europa». Y
precisamente por ser «la línea divisoria entre el mundo germánico y el latino,
colindante con Francia y Alemania, países que más habían encarnado las antítesis
nacionalistas en la base del conflicto», fue elegida por los pueblos de Europa
como sede natural de las principales instituciones europeas, el lugar ideal
para iniciar un serio camino de pacificación e integración. Un lugar, ideal
«casi una síntesis de Europa - explicó el Papa- desde el cual iniciar su
reconstrucción, física, moral y espiritual». Un puente, por tanto, «para
permitir que la concordia se expanda y las controversias se disipen». Donde
cada uno encuentra al otro «y elige la palabra, el diálogo y el intercambio
como medio para relacionarse».
Un lugar donde se aprende a hacer de la propia
identidad, no un ídolo o una barrera, sino un espacio de acogida que sea punto
de partida y retorno, donde se promueven intercambios válidos, se buscan juntos
nuevos equilibrios y se construyen nuevas síntesis. Un puente que favorece el
comercio, que comunica y pone en diálogo las civilizaciones. Un puente, por lo
tanto, indispensable para construir la paz y repudiar la guerra.
Cerca
de una guerra casi mundial
Por eso, prosiguió Francisco, Europa necesita a
Bélgica «para recordar su historia», hecha de pueblos y culturas, de catedrales
y universidades, de logros del ingenio humano, pero también de tantas guerras y
de una voluntad «de dominio», que se convirtió a veces en «colonialismo y
explotación». Lo necesita «para seguir el camino de la paz y la fraternidad entre
los pueblos que la forman».
Este país recuerda a todos los demás que, cuando
—basándose en las más variadas e insostenibles excusas— se comienzan a
desacatar las fronteras y los tratados, y se deja a las armas el derecho de
crear el derecho, subvirtiendo el que está vigente, se destapa la caja de
Pandora y todos los vientos comienzan a soplar violentamente, batiéndose contra
la casa y amenazando con destruirla. En este momento histórico creo que Bélgica
tiene un papel muy importante. Estamos cerca de una guerra casi mundial.
Que
Europa invierta en el futuro abriéndose a la vida
La concordia y la paz, subrayó el Pontífice, deben
cultivarse con tenacidad y paciencia, porque el ser humano, «cuando deja de
hacer memoria del pasado y de dejarse educar por él», tiene la capacidad de
«volver a caer incluso después de haberse levantado», olvidando «los
sufrimientos y el coste aterrador de las generaciones pasadas». Por eso Bélgica
es valiosa para la memoria de Europa, para que pueda desarrollar «una acción
cultural, social y política constante y oportuna», que excluya un futuro en el
que la guerra se convierta en «una opción viable de consecuencias catastróficas».
La historia, magistra vitae, - maestra de la vida -
muy frecuentemente ignorada, desde Bélgica llama a Europa a reemprender su
camino, a recuperar su verdadero rostro, a confiar nuevamente en el futuro
abriéndose a la vida, a la esperanza, para vencer el invierno demográfico y el
infierno de la guerra. Son dos
calamidades en este momento: el infierno de la guerra, lo estamos viendo, que
puede trasnformarse en una guerra mundial; y el invierno demográfico. En esto
debemos ser prácticos: ¡tener hijos! ¡Tener hijos!
La
Iglesia en Bélgica entre la caridad y el drama de los abusos
La Iglesia católica, en Bélgica y en Europa, recordó
el Papa Francisco, quiere ser una presencia que, «dando testimonio de su fe en
Cristo resucitado, ofrezce a las personas, a las familias, a las sociedades y a
las naciones una esperanza antigua y siempre nueva». Y que ayude a todos a
afrontar los desafíos y las pruebas, «con la certeza de que el ser humano,
amado por Dios, tiene una vocación eterna de paz y de bien». La Iglesia,
continuó, «anuncia una Noticia que puede colmar de alegría los corazones y, con
obras de caridad y los innumerables testimonios de amor al prójimo, busca
brindar signos concretos y pruebas del amor que la mueve». Pero, en la
concreción del tiempo, no siempre «vive el mensaje evangélico en su pureza y
plenitud».
En esta permanente coexistencia entre santidad y
pecado, esta coexistencia entre luces y sombras vive la Iglesia, a menudo con
resultados de gran generosidad y espléndida dedicación, y a veces,
lamentablemente, con la irrupción de dolorosos antitestimonios. Pienso en los dramáticos
casos de abusos de menores, un flagelo que la Iglesia está afrontando con
decisión y firmeza, escuchando y acompañando a las personas heridas e
implementando un amplio programa de prevención en todo el mundo.
Un
crimen del que la Iglesia debe avergonzarse
Francisco, levantando la vista de su discurso
preparado, añadió que ésta es «la vergüenza que hoy todos debemos tomar en
nuestras manos». Debemos pedir perdón y resolver el problema, añadió.
Pensamos en el tiempo de los santos inocentes y decimos:
«Oh, qué tragedia, lo que hizo el rey Herodes», pero hoy en la Iglesia misma
existe este crimen y la Iglesia debe avergonzarse y pedir perdón, y tratar de
resolver esta situación con humildad cristiana. Y actuar todas las cosas, todas
las posibilidades para que esto no vuelva a ocurrir. Alguien me dice: «Pero,
Santidad, piense que, según las estadísticas, la inmensa mayoría de los abusos
se producen en la familia o en el barrio o en el mundo del deporte, en la
escuela», si basta uno solo para avergonzarse. En la Iglesia debemos pedir
perdón por esto, que los demás pidan perdón por su parte. Esta es nuestra
vergüenza y humillación.
El
dramático fenómeno de las adopciones forzadas
El Papa subrayó también que le entristecía el fenómeno
de las «adopciones forzadas», que se produjo en Bélgica entre los años
cincuenta y setenta. Historias espinosas que son el resultado de «una
mentalidad difundida en todos los estratos de la sociedad». A menudo, la
familia e incluso la Iglesia, explicó, pensaban que, «para quitar el estigma
negativo, que desgraciadamente en esos tiempos afectaba a la madre soltera»,
era preferible por el bien de ambos, madre e hijo, «que este último fuera
adoptado». Y, en algunos casos a algunas mujeres no se les daba «la opción
decidir si quedarse con el niño o darlo en adopción. Esto sucede hoy en algunas
culturas, en algún país».
«Rezo
para que los gobiernos asuman la responsabilidad de la paz»
Por eso Francisco suplicó al Señor «que la Iglesia
encuentre siempre en sí misma la fuerza para actuar con claridad y no
uniformarse con la cultura dominante», incluso cuando ésta utiliza,
manipulándolos, valores que derivan del Evangelio, pero para sacar de ellos
conclusiones indebidas, con su pesado resultado de sufrimiento y exclusión.
Reza también «para que los responsables de las naciones, fijándose en Bélgica y
a su historia, sepan aprender de ello y, así, ahorren a sus pueblos catástrofes
incesantes e innumerables lutos».
Rezo para que los gobernantes sepan asumir su
responsabilidad, el riesgo y el honor de la paz, y sepan alejar el peligro, la
ignominia y la absurdidad de la guerra. Rezo para que teman al juicio de la
conciencia, de la historia y de Dios, y conviertan la mirada y los corazones,
poniendo siempre el bien común en primer lugar. En este momento en el que la
economía se ha desarrollado tanto, quisiera subrayar que en algunos países las
inversiones más redituables son las fábricas de armas.
«En
camino con esperanza»
El Pontífice concluyó recordando el lema de su visita
a Bélgica, «En route, avec Espérance», en camino con esperanza. Y reflexionó
sobre el hecho de que Espérance «está escrito con mayúscula»: porque «la
esperanza es un regalo de Dios, y se lleva en el corazón!». Dejó así un deseo a
todos los hombres y mujeres que viven en Bélgica: «que puedan pedir y recibir
siempre este don del Espíritu Santo, la esperanza, para caminar juntos con
Esperanza en el camino de la vida y de la historia».
Por ALESSANDRO
DI BUSSOLO/Vatican News
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