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Vergüenza debe de dar

Cuánta verdad encierra la expresión que reza, “a cada quien lo tratan, de acuerdo a lo que entienden o piensan se merece”.

Al que aprecian y quieren aprecio y  cariño le dan.

Pero si le aman, sin duda alguna, con amor lo tratarán.

En cambio si lo desprecian, o menosprecian, de tal forma le tratarán.

Empero cuando no es ni una cosa ni la otra, cuando es algo o alguien, que ni le va, ni le viene a nadie,   con  indiferencia, desidia y desdén  le tratarán y es precisamente por ahí, por donde anda “la suerte de San Cristóbal”.

Nada que exhibir, nada de qué vanagloriarse, ni sentirse plena, orgullosa, contenta y correspondida.

Por el contrario, la frustración y el desencanto se refleja en cada rostro y semblante sancristobalense, que no alcanza ver su horizonte,

Sin lugar a dudas, San Cristóbal, ha pasado de ser la ciudad Cuna de la Constitución de  la República,  a ser la ciudad cuna de las promesas incumplidas, la de un amor sin esperanzas.

Nadie sabe hasta la “cuanta es” pero aún espera, porque hasta del desamor se acostumbra la gente.

Lo de San Cristóbal es tan penoso, que pareciera huérfana de padre y madre, como se dice popularmente, no tiene “mamacita”.

Y es que a pesar de las denuncias sobre los trabajos realizados en el estadio de fútbol Rosendo Sepúlveda, inaugurado el pasado 15 de marzo del presente año, con la presencia de la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, y nuestras autoridades.


Hubo que esperar que viniera el ministro de Deportes, Kelvin Cruz, para confirmar lo denunciado, y, calificarlo como una “rastrería y un chiquero de vacas”.


Situación ésta que ningún funcionario, ni dirigente deportivo local pudo ver, o fingió no hacerlo, y darse por enterado, para no asumir su responsabilidad al respecto.

Vergüenza debe dar.

Pobre de mi San Cristobal querida, que  a los ojos de sus autoridades, al parecer, muy pocas cosas merece.

Con Dios siempre, a sus píes.


Por LEONARDO CABRERA DIAZ 

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