CIUDAD DEL VATICANO (25 Abril 2025).- Por cuarta vez, la pequeña hermana de Jesús, persona muy querida por el Papa, cuya foto se hizo viral el día de la traslación con sus lágrimas en un ángulo del féretro, volvió a rendir homenaje al Papa.
«Muchas personas me han dicho: cuando vayas a ver al Papa, llévanos contigo. También lloré por ellos»
“Era un padre, un hermano, un amigo. Todos
lo echarán de menos”
Con su gran mochila verde, sus zapatos gastados, su
velo en la cabeza y sus profundos ojos azules, la hermana Geneviève Jeanningros
había hecho cola esta mañana temprano en Via della Conciliazione, en medio de
ciento veintiocho mil fieles y peregrinos que se dirigían a la Basílica
Vaticana para presentar sus respetos al Papa. A su lado estaba la exuberante y
simpática Laura Esquibel, de Paraguay:
“Fui la primera transexual en darle la mano al Papa
Francisco. Lo vi siete veces, comimos juntos”
De hecho, el Papa de vez en cuando se acordaba de ella
y elogiaba sus empanadas: «Ah sí, claro, yo las cocinaba de vez en cuando y se
las mandaba. Lo quería mucho».
Las
llamadas, la ayuda, y los chistes
Sor Geneviève, la pequeña hermana de Jesús, ángel de
los feriantes y gitanos, pobres y transexuales de Ostia, escucha, asiente y
sonríe. Ella, la «niña buena», la «enfant terrible» de casi 82 años, era una
persona muy querida por Francisco, que la llamaba por teléfono, la ayudaba y a
veces incluso le hacía chistes burlándose cariñosamente de ella.
Como aquella vez, durante la visita del 31 de julio al
Luna Park de Ostia, donde la hermana transcurrió años y años de trabajo
pastoral. Cuando el Pontífice preguntó a los asistentes del circo: «Pero
explíquenme una cosa: ¿qué hace aquí sor Geneviève? ¿Doma a los leones?».
O también cuando – durante una de las muchas
audiencias generales en las que la monja estaba en primera fila llevando al
Papa grupos de esa humanidad que sufre y a la que ella cuida – Francisco, al
verla con una faja en el brazo, le preguntó: «¿Qué hiciste?». «Santo Padre, me
he caído». «¿Y te duele el suelo?». Una broma en referencia al espíritu curtido
de esta mujer, de poco más de metro y medio de estatura, de trato amable y
corazón sencillo.
Llorando
junto al féretro
La imagen que se ha hecho viral de ella, sin embargo,
es la del miércoles, día del traslado del cuerpo del Pontífice a la Basílica,
cuando, rompiendo todo protocolo, se separó de la cola y se quedó llorando en
un rincón. Brazos cruzados, pañuelo sobre los ojos, su mirada dirigida al Papa
«amigo y hermano».
Sor Geneviève no quiere comentar ese momento: «No
puedo hacerlo», dijo fuera de San Pedro, con los ojos todavía brillantes. Es la
cuarta vez que va a ver al Papa, pero siempre tiene la misma reacción. Todo el
mundo la ha buscado estos días para una entrevista o un recuerdo: «No, no puedo
hacerlo. No quiero hablar con nadie, les pido disculpas», repite con su marcado
acento francés. Las hermanas difunden un testimonio en vídeo de un minuto para
páginas web, radio y televisión.
«Lo
quería mucho»
La monja accede a compartir una breve reminiscencia
con los medios vaticanos, no para presumir de una relación especial, sino sólo
– subraya –para rendir homenaje a un «gran» Papa. «No puedo hacerlo porque es
demasiado, ¿sabe? Le he querido demasiado, eso es todo».
De Jorge Mario Bergoglio dice que echará de menos «sus
ojos, su mirada, cuando me decía que siguiera adelante. Y también su ayuda.
Tuvimos mucha ayuda. Sí, sí. Pero tal vez más la ayuda moral, ya ves, vinimos
tantas veces, su acogida no tenía límites. Y luego mucha esperanza».
Padre,
hermano, amigo
«Siempre digo que era un padre, un hermano, un amigo.
Todo el mundo le echará de menos. Y se nota. Me emociona ver a tanta gente»,
dice la monja, afirmando que su comunidad está «triste»: «Vinimos anoche, hoy
está Laura, luego espero a otros»
Esta mañana, sor Geneviève rezó ante el féretro del
Papa Francisco, y finalmente le envió in beso con la mano. Otro gesto de
ternura después de haber llorado durante tres días: «Muchos me habían dicho:
cuando vayas con el Papa Francisco, llévanos contigo. Y así se lo confié todo».
Por SALVATORE
CERNUZIO/Vatican News
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