Este domingo celebramos la solemne fiesta de Pentecostés, el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, y transformó su temor, su encierro y su debilidad en valentía, en misión y en testimonio. Hoy, como entonces, la Iglesia necesita un nuevo Pentecostés.
Pedimos con fe un renovado fuego del Espíritu que
purifique, consuele, ilumine y fortalezca. Que el Espíritu Santo renueve a la
Iglesia, sanando sus heridas, unificando sus miembros y despertando corazones
generosos para la misión. Pero también pedimos que este fuego descienda sobre
la sociedad entera, tan herida por la violencia, la indiferencia y la confusión
moral.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por MONSEÑOR
RAMÓN DE LA ROSA Y CARPIO
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