El conjunto de las Águilas Cibaeñas, uno de los equipos más emblemáticos del béisbol dominicano, ha mostrado en los últimos tiempos una preocupante tendencia al deterioro institucional.
Más allá de los resultados deportivos, lo que verdaderamente preocupa es el irrespeto sistemático hacia figuras que marcaron época y dieron gloria a la franquicia.
Todo comenzó con el vergonzoso despido de Winston
“Chilote” Llenas, una leyenda viva de las Águilas. Su legado, tanto como
jugador como directivo, fue fundamental en las victorias del equipo durante las
décadas de los 90 y los 2000. No obstante, fue apartado de una manera
irrespetuosa, sin el reconocimiento que merece alguien de su calibre.
Luego vino el caso de Félix Fermín, otro ícono
aguilucho. Primero como jugador destacado, luego como dirigente que condujo al
equipo a múltiples campeonatos, fue parte esencial de la identidad aguilucha
moderna. Sin embargo, también fue despedido de forma abrupta y sin mayores
explicaciones. Hoy en día, parece que no quieren ni recordarlo.
A esto se suma el olvido hacia Alberto Castillo, quien
asumió el reto de sustituir al legendario Tony Peña como receptor. Lo hizo con
entrega y calidad, pero ha sido completamente ignorado por la directiva actual.
Nunca ha sido invitado siquiera a lanzar una primera bola en el Estadio Cibao.
¿Cómo se explica semejante indiferencia?
Uno de los episodios más tristes y vergonzosos fue el
retiro total de la familia Peña del entorno aguilucho. Hablamos de una dinastía
dentro del equipo. Ver a Francisco Peña vistiendo otro uniforme es casi un
sacrilegio para la historia aguilucha. Recordemos que Tony Peña, por lealtad,
llegó a rechazar una oferta del Escogido cuando iba camino a Santo Domingo. Sin
embargo, la lealtad debe ser recíproca. ¿Cómo se puede exigir fidelidad cuando
lo que se ofrece es maltrato?
Y la lista continúa: exjugadores, glorias y miembros
importantes de la directiva han sido sacados de raíz. Personas que ayudaron a
construir la mística ganadora del equipo han sido ignoradas, olvidadas o
maltratadas por quienes hoy dirigen el conjunto.
Lo que ocurrió, el despido de Luis Polonia, es
simplemente la gota que derrama el vaso. Una figura histórica, símbolo de garra
y entrega, fue despedida de una forma humillante, sin respeto por lo que
representa no solo para las Águilas, sino para el béisbol dominicano.
Como escogidista, no tengo simpatía deportiva por las
Águilas. Pero hay que reconocer y valorar a los jugadores emblemáticos. Lo que
está haciendo actualmente la dirigencia aguilucha es destruir su historia,
darle la espalda a una fanaticada fiel como la de Santiago. Hablan de
“reestructuración”, pero lo que se percibe es una demolición.
Mientras otros equipos honran a sus glorias, las
Águilas las olvidan. Y así, cada día, se alejan más de su esencia. La verdad
hay que decirla, aunque duela: este equipo, otrora temido, parece estar
desintegrándose desde dentro.
DIOS LE BENDIGA
Por JOSÉ
ARMANDO TORIBIO
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