Corren los días, y como protagonistas de nuestras vidas, actuamos en diversos escenarios, unos gratos y placenteros, otros desagradables y dolorosos, que dejan surcos y estigmas que solo con el paso del tiempo aprendemos a convivir y compartir espacios con ellos.
Corren los días, porque de eso se trata la vida, de una
simple sumatoria de los días vividos, de triunfos y fracasos, de errores y
aciertos, de risas y llantos, de penas y alegrías, entre las esperanzas
perdidas y las ilusiones que nacen, así corren los días.
Entre la nobleza y la mediocridad, entre la lealtad y
la traición, entre la bondad y la maldad, entre el que desiste y el que
continúa, entre la abundancia y la escasez, entre lo bueno y lo malo, entre la
verdad y la mentira, así corren los días.
Entre el desamparo de muchos que a duras penas
subsisten y la opulencia de tantos que perciben que sólo para sí, el mundo
existe, y que sólo en su entorno la existencia es posible, así corren los días.
Entre los que dicen ser amigos, pero guardan rencores
y odios soterrados, a la espera de la mejor oportunidad para externarlos, y
ponerlos de manifiesto, y aquellos que demuestran que son amigos sin
andamiajes, de forma sincera espontánea y de corazón abierto. Así corren los
días.
Entre los que se levantan inspirados en los designios
de su ego, y la maledicencia y el orgullo de sus corazones enardecidos procurando
desprenderse de la animadversión o los
resentimientos que les ahoga culpando a los demás, tal vez, de las consecuencias
de sus enconos y desatinos., así corren los días.
Y aquellos que al abrir los ojos damos gracias a Dios,
por la vida, por su gran amor y su inmensa misericordia, y todos nuestros pasos
nuestras luchas las encomendamos él, y
al poner la cabeza en la almohada podemos dormir tranquilos, porque en las
manos del Todopoderoso, está nuestra
victoria.
Con Dios siempre, a sus pies.
Por LEONARDO
CABRERA
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