CIUDAD DEL VATICANO (20 Agosto 2025).- En la catequesis de la Audiencia General del 20 de agosto, León XIV profundiza sobre “el arte del perdón” a través del momento en el que Jesús, durante la Última Cena, ofrece un trozo de pan a aquel que está a punto de traicionarlo. Con un gesto sencillo, Cristo enseña que “amar significa dejar libre al otro, incluso para traicionar”, no es negar el mal, sino impedirle que genere otro mal: “Aunque el otro no lo acoja, aunque parezca vano, el perdón libera a quien lo dona”.
"Amar hasta el final: esta es la clave para
comprender el corazón de Cristo. Un amor que no se detiene ante el rechazo, la
decepción, ni siquiera la ingratitud". Este amor, que genera el perdón,
Jesús nos lo muestra durante la última cena, cuando le da de comer a Judas que
está a punto de traicionarlo. “No es solo un gesto de compartir, es mucho más:
es el último intento del amor por no rendirse”, explica el Pontífice, ante los
fieles reunidos en el Aula Pablo VI. Precisamente al perdón, el Papa dedica su
tercera catequesis sobre “La Pascua de Jesús”, en el marco del ciclo jubilar “Jesucristo
nuestra esperanza”.
El
verdadero perdón no espera el arrepentimiento
El Santo Padre precisa que con este gesto “sencillo y
humilde”, “Jesús lleva adelante y a fondo su amor. No porque ignore lo que está
sucediendo, sino precisamente porque lo ve con claridad”.
Ha comprendido que la libertad del otro, incluso
cuando se extravía en el mal, todavía puede alcanzarse con la luz de un gesto
manso. Porque sabe que el verdadero perdón no espera el arrepentimiento, sino
que se ofrece primero, como un don gratuito, incluso antes de ser acogido.
Jesús
no permite que el mal tenga la última palabra
Cuando llega la hora, Jesús “no la sufre: la elige”,
afirma el Papa. “Es Él quien reconoce el momento en que su amor tendrá que
pasar por la herida más dolorosa, la de la traición. Y en lugar de retirarse,
acusar, defenderse... sigue amando: lava los pies, moja el pan y lo ofrece”.
“Este pasaje nos impacta – añade el Papa - es como si el mal, hasta ese momento
oculto, se manifestara después de que el amor mostrara su rostro más
desarmado”. Y precisamente por eso, “ese bocado es nuestra salvación: porque
nos dice que Dios lo hace todo, absolutamente todo, para llegar a nosotros,
incluso en el momento en que lo rechazamos.”
Es aquí donde el perdón se revela en toda su potencia
y manifiesta el rostro concreto de la esperanza. No es olvido, no es debilidad.
Es la capacidad de dejar libre al otro, amándolo hasta el final. El amor de
Jesús no niega la verdad del dolor, pero no permite que el mal tenga la última
palabra. Este es el misterio que Jesús realiza por nosotros, en el que también
nosotros, a veces, estamos llamados a participar.
Seguir
amando siempre
Hoy en día “tantas relaciones se rompen, cuántas
historias se complican, cuántas palabras no dichas quedan en el aire”. Pero los
evangelistas nos indican un camino nuevo a seguir:
El Evangelio nos muestra que siempre hay una manera de
seguir amando, incluso cuando todo parece irremediablemente comprometido.
Perdonar no significa negar el mal sino impedirle que genere otro mal. No es
decir que no haya pasado nada, sino hacer todo lo posible para que no sea el rencor
el que decida el futuro.
Cuando Judas sale de la habitación, «era de noche» (v.
30). Pero inmediatamente después, Jesús dice: «Ahora el Hijo del hombre ha sido
glorificado» (v. 31). La noche sigue ahí, pero una luz ya ha comenzado a
brillar. Y brilla porque Cristo permanece fiel hasta el final, y así su amor es
más fuerte que el odio.
Siempre
hay otro camino
Y si Judas lleva a cabo su plan de traición, “Cristo
permanece fiel hasta el final, y así su amor es más fuerte que el odio”.
Nosotros también vivimos noches dolorosas y
agotadoras. Noches del alma, noches de decepción, noches en las que alguien nos
ha herido o traicionado. En esos momentos, la tentación es cerrarnos,
protegernos, devolver el golpe. Pero el Señor nos muestra la esperanza de que
siempre hay otro camino. Nos enseña que se puede ofrecer un bocado incluso a
quien nos da la espalda. Que se puede responder con el silencio de la
confianza. Y que se puede seguir adelante con dignidad, sin renunciar al amor.
El
perdón libera a quien lo dona
De aquí la invitación del Obispo de Roma a pedir “la
gracia de saber perdonar, incluso cuando no nos sentimos comprendidos, incluso
cuando nos sentimos abandonados. Porque es precisamente en esos momentos cuando
el amor puede alcanzar su cima”.
Como nos enseña Jesús, amar significa dejar al otro
libre —incluso para traicionar— sin dejar nunca de creer que incluso esa
libertad, herida y perdida, puede ser arrancada del engaño de las tinieblas y
devuelta a la luz del bien. Cuando la luz del perdón logra filtrarse entre las
grietas más profundas del corazón, comprendemos que nunca es inútil. Aunque el
otro no lo acoja, aunque parezca vano, el perdón libera a quien lo ofrece:
disuelve el resentimiento, devuelve la paz, nos devuelve a nosotros mismos.
“Jesús - añade León XIV - con el sencillo gesto de
ofrecer el pan, muestra que toda traición puede convertirse en una oportunidad
de salvación, si se elige como espacio para un amor más grande”. Él “no cede
ante el mal, sino que lo vence con el bien, impidiendo que apague lo que hay de
más verdadero en nosotros: la capacidad de amar”, concluye el Santo Padre.
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