Lo decisivo no es ordenarse, sino ser verdaderamente sacerdotes: Papa León XIV
CIUDAD DEL VATICANO (5 Noviembre 2025).- El Pontífice envió una carta al Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo” de Trujillo con motivo de sus 400 años de fundación. En el texto, exhorta a los futuros presbíteros a cultivar una vocación libre, madura y configurada con Cristo, sostenida por la oración, el estudio y la fraternidad.
Con ocasión del IV centenario del Seminario Mayor
Arquidiocesano “San Carlos y San Marcelo” de Trujillo, el Papa León XIV dirigió
una carta llena de afecto, memoria y orientación espiritual a los seminaristas,
formadores y obispos del Perú. “Damos gracias al Señor por los cuatro siglos de
historia de este seminario”, escribió el Santo Padre, recordando también su
propio paso por esa casa de formación, donde sirvió como profesor y director de
estudios.
El Pontífice destacó que la tarea esencial del
seminario sigue siendo la misma de siempre: “estar con el Señor, dejar que Él
los forme, conocerlo y amarlo, para poder parecerse a Él”.
La
libertad y la pureza de intención
León XIV invitó a los seminaristas a revisar sus
motivaciones más profundas, insistiendo en que el sacerdocio no puede
entenderse como una meta externa o una simple promoción personal. “El
sacerdocio no es una huida de lo que no se quiere enfrentar, ni un refugio ante
dificultades; tampoco una promoción o un resguardo, sino un don total de la
existencia”, afirmó.
Citó a san Agustín para recordar que “se es
verdaderamente libre cuando no se es esclavo”, y advirtió que sólo quien se
entrega desde la libertad puede vivir el ministerio como un servicio auténtico
al pueblo de Dios. “Lo decisivo no es ordenarse, sino ser verdaderamente
sacerdotes”, subrayó.
Oración,
estudio y discernimiento continuo
El Papa explicó que la vida en el seminario es “un
camino de rectificación interior”, en el que el discernimiento y la sinceridad
ante Dios y los formadores son esenciales para crecer en madurez y libertad.
Recordó que el corazón del seminarista se forma en el
trato personal con Jesús, a través de la oración y la escucha de la Palabra:
“¡No puede hablar de Dios el que poco habla con Dios!”.
Asimismo, subrayó el valor del estudio teológico como
forma de amor y de servicio: “Quien se forma para ser sacerdote no dedica
tiempo a lo académico por mera erudición, sino por fidelidad a su vocación”. En
este contexto, evocó las palabras de san Alberto Hurtado: “¡Especialízate en
Jesucristo!”.
Eucaristía
y paternidad sacerdotal
El Santo Padre puntualizó que la vida espiritual e
intelectual del seminarista encuentra su plenitud en el altar, donde se aprende
a ofrecer la propia vida junto con Cristo. “La Eucaristía deja de verse sólo
como un rito y se convierte en el verdadero centro de la existencia”, expresó.
Desde esta unión con Cristo brota la paternidad
sacerdotal: “Ser padre no es algo que se hace, sino algo que se es”, aseguró.
El sacerdote, explicó, lleva en su corazón al pueblo entero, sufre con él y lo
acompaña en sus luchas, transparentando así el amor del Padre.
Evitar
la mediocridad y vivir en comunión
El Obispo de Roma exhortó a los seminaristas a “huir
de la mediocridad” y a no dejarse atrapar por la mundanidad, el activismo, la
dispersión digital o las ideologías. También advirtió sobre el riesgo de la
soledad sacerdotal: “Un sacerdote aislado es vulnerable. La Iglesia necesita
pastores santos que se entreguen juntos, no funcionarios solitarios”.
El Papa destacó la importancia de la fraternidad y la
comunión sacerdotal como signos de una vida entregada y creíble: “Sólo así
podrán ser testigos auténticos de la comunión que predican”.
“Nunca
están solos en este camino”
Al concluir, el Pontífice aseguró a los seminaristas
su cercanía y oración: “Tienen un lugar en el corazón del Sucesor de Pedro. El seminario
es un don inmenso y exigente, pero nunca están solos en este camino”.
El Papa evocó la figura de santo Toribio de Mogrovejo
e invitó a aprovechar cada día como “un tesoro irrepetible”. Finalmente, confió
a todos a la protección de la Virgen María y de san José, “primeros formadores
del Sumo y Eterno Sacerdote”, impartiendo de corazón su Bendición Apostólica.
Por SEBASTIÁN
SANSÓN FERRARI/Vatican News


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