A mí está bien que me pase, por estar de "presentao".
¿Quién me mandó a enamorarme de ella?
Tanto que me advirtieron y no escuché a nadie.
Ignoré cada señal de prevención en el camino.
Violé los "pare", el "no pise la
grama", el "prohibido doblar en U".
Me salté los reductores, inobservé los "no
estacione" y no me puse el cinturón de seguridad.
Crucé semáforos en rojo y desafié los límites de
velocidad. Manejé en la vía contraria.
Doblaba en las esquinas sin luces direccionales,
conduciendo sin prudencia... porque mi mente solo tenía un enfoque: ella.
Y al final, ¿de qué valió el esfuerzo?
Al llegar, se me desmoronó el mundo y mi amor colapsó.
Un "carajo a la vela" con mejor suerte que
yo había llegado primero. Me ganó la partida; la llevaba de la mano y ella...
ella iba sonriente y feliz.
Me alejé de allí tan rápido como llegué.
Ahora voy de reversa, igual de loco e imprudente; pero
con un objetivo diferente:
Voy buscando el olvido.
Con Dios siempre, a sus pies.
Por LEONARDO
CABRERA DIAZ
El autor es periodista y locutor

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