VALENCIA.- Fue una noche complicada que pudo ser dramática para el Barcelona. Y si sucedió así fue porque, para derribar el muro del Levante, emergió el de siempre: Leo Messi. Le costó al astro argentino prender en el Ciudad de Valencia. Pero lo hizo a tiempo para rubricar dos goles -el segundo, tras un discutido penalti- y permitir al cuadro de Guardiola llegar al clásico a cuatro puntos del líder, el Real Madrid.
El Barcelona sufrió en la primera mitad como no suele sufrir. Y no por cansancio, ni por relajación. Fue a causa del desempeño magnífico de un gran trabajo del Levante, que sólo claudicó cuando se vio por debajo en el marcador y ya sin apenar fuerzas para perseguir el balón.
Un centro chut de Pedro y un cabezazo de Thiago a las manos de Munúa fueron los dos latigazos con los que el Barcelona pretendió castigar antes de que pestañeara al Levante, que no se saltó ni una línea de su guión. Férrea defensa y vertiginoso contragolpe. Los granotas lo ejecutaron a la perfección, más tras adelantarse en el marcador. Una cadena de errores acabó con Barkero adelantando al Levante desde el punto de penalti. A la Liga se le podía echar el cierre porque Valdés despejó mal un saque de esquina de Barkero que atropelló Juanfran para estrellarlo en las manos de Busquets.
Desde ese momento, el Barcelona languideció. La paciencia con la que los culés arrancaron el partido y el experimento táctico que los desdibujó se convirtió en una losa. Messi desapareció a los diez minutos. El equipo de Juan Ignacio Martínez logró el sueño imposible, aburrir al argentino porque no tocaba bola. Guardiola alteró su posición y le sacó del partido.
El factor Cuenca
Tras el descanso, con Isaac Cuenca en la izquierda y Andrés Iniesta en el centro de operaciones se recompuso el orden natural y las sensaciones empezaron a cambiar a pesar de que Puyol evitó que Koné fusilara a Valdés en una contra diabólica de Barkero.
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