Hombres chiquitos, recoger tomates y mentiras

Hace ya algunos años que escuché la frase por primera vez: “El hombre chiquito sólo sirve para recoger tomates y decir mentiras”.

Lo del tomate lo entendí de inmediato: es un cultivo rastrero y hay que recogerlo maduro para llevarlo al cesto desde el suelo, con cuidado extremo. En el campo se prefiere a los muchachos y a hombres de baja estatura para esta tarea. Y si tienen los brazos largos, mejor...

...Porque es uno de los cultivos agrícolas de más elevado porcentaje en pérdida post-cosecha, cercano al 25 por ciento, si no es tomate industrial, que aplastado y reventado puede procesarse igual. No así el tomate de mesa o de ensalada.

Lo otro ya es distinto. Porque decir mentiras es una violación del Octavo Mandamiento del Señor: “No levantarás falsos testimonios ni mentirás...”

Y eso nada tiene que ver con la estatura física... Aunque sí con la estructura mental de cada individuo.

A veces los más mentirosos son los más altos físicamente... Pueden llegar a medir más de seis pies. Y si tienen medios de comunicación, canales y estaciones de radio, más mentirosos son.

Y los hay hasta que se aprovechan de ese aparente poder, lo conjugan con enormes mentiras y salen a chantajear, a extorsionar, a apropiarse a la mala de bienes que no les pertenecen y que son, en muchos casos, bienes incautados o pruebas de delitos que tienen que estar bajo control del ministerio público.

Pero el mentiroso, como el cojo, no llega lejos, decía el maestro Juan Bosch. Y si su talento no le da para caminar y mascar chicle al mismo tiempo, menos...

Porque de eso se trata, de un energúmeno con capacidad mediática para injuriar, difamar, distorsionar hechos, abultar mentiras...Pero sin la más mínima capacidad para escribir un párrafo con un mínimo de coherencia y sin faltas ortográficas.

Y si lo pusieran frente a sus propias cámaras de televisión, no es capaz de balbucear una sola idea con coherencia. “Así como es de bruto... es de bruto”.

Pero su capacidad para el chantaje, la extorsión, la corrupción, la compra de voluntades, no tiene límites. La historia de la maleta cargada con 30 millones de pesos para un soborno, es asunto de antología. Y todo eso se sabrá muy pronto. ¡No os desesperéis...!

El tomate, otra cosa

El tomate de la graciosa frase es otra cosa. Nada que ver con sobornos ni medios de comunicación. En nuestro país se produce el tomate desde tiempo inmemorial. Es un cultivo rastrero-- similar al personaje de la mentira y la extorsión-- que con la nueva tecnología agrícola puede elevarse unos centímetros con la ayuda de estacas.

Actualmente la producción de tomate de mesa se cultiva con tecnología climatizada, en los invernaderos, que además permiten producir grandes cantidades para la exportación y el consumo local.

Hipólito y su esposa Rosa

Hipólito Mejía es pionero en esta técnica en nuestro país, y el principal importador de semillas mejoradas y de todas las variedades hortícolas a través de su empresa Agrocentro que administran su hijo Felipe y su cuñado Sergio Grullón. En el país también se cultiva mucho tomate de forma rudimentaria o tradicional, pero esa práctica cada vez está más desfasada y sus productores están quedando fuera de competencia.

El tomate industrial, conocido también como “tomate Barceló”, es otra cosa. Estas variedades de tomate las introdujeron al país los procesadores industriales o fabricantes de pasta de tomate, Don Juan Portela y Pepín Barceló, que durante muchos años se disputaron la hegemonía de esa industria con las marcas comerciales “Linda”, con sede en La Vega, y Barceló, con su planta matriz en Azua. Hipólito Mejía también tuvo protagonismo en el desarrollo de estas variedades en el país, pues fue vicepresidente de Industrias Portela y jefe de producción de esa empresa por varios años.

La complejidad del cultivo de tomate está precisamente en su recolección. No existe posibilidad de mecanizar la cosecha, por lo que siempre habrá que buscar a los hombres más bajos de estatura de la zona rural. O seguir contando con los muchachos a quienes el Código Laboral les prohibe trabajar en horario escolar. Y entonces su complemento, que debió honrar la frase, decidió venir a la ciudad, engañar a Hatuey con un canal, y dedicarse a decir mentiras. Definitivamente el tomate aquí no tiene mucho futuro.


Por CESAR MEDINA
El autor es periodista
Embajdor de RD en España

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