Crecen las bandas étnicas y la violencia juvenil
Oscar Terminiello, técnico en seguridad y consultor
de los principales departamentos de policía del mundo, le dio a Infobae América
su visión sobre el fenómeno en la región.
El temor a sufrir un asalto violento crece en casi
todo el mundo según numerosas encuestas. Al mismo ritmo aumenta la percepción
de que son los jóvenes los principales ejecutores de los delitos. En esta
conversación con Infobae América, Terminiello (ver recuadro) cuenta cómo es la
difícil relación de la juventud con el crimen.
¿Qué diferencia a las “bandas latinas”, que
irrumpieron recientemente en España y otros países europeos, del fenómeno de
las “tribus urbanas”?
La llegada masiva de inmigrantes introdujo un nuevo
elemento: la “banda étnica”, cuyo potencial de violencia es muy superior a la
de las tribus urbanas existentes en España.
Es importante no culpabilizar a la totalidad de la
inmigración por este fenómeno: se cree que solamente entre un 4 y un 10 por
ciento de los jóvenes latinos inmigrantes pertenecen a estas bandas. La inmensa
mayoría son pacíficos y con voluntad de integrarse.
Las bandas son grupos espontáneos que tienden a
aparecer en zonas donde existen profundas desigualdades sociales y económicas,
problemas laborales y una amplia diversidad socio cultural. Se despliegan en
ciertas áreas con la pretensión de controlarlas.
Nacen de la frustración. El joven inmigrante ve que
el trabajo de sus padres no le rinde. De aquí emana un complejo de inferioridad
que sublima en el interior de la banda. Cree que de ella procede el apoyo y la
fuerza que él no tiene.
Algunos estudios sociológicos indican que entre los
miembros de estos grupos existe un número muy alto que procede de familias
rotas, en las que existen agresiones domésticas, malos tratos, alcoholismo y
otras toxicomanías.
A esto se une el desarraigo propio del inmigrante.
Por más bien que se lo reciba, él ha nacido en otra parte y alberga nostalgia
de su país originario. Y el hecho de que se ocupe un escalón humilde en la
sociedad hace que aparezca frecuentemente resentimiento hacia el país de
acogida, y se lo termine viendo como a un enemigo.
¿Cómo es su estructura organizativa?
Mientras que en el interior de las tribus urbanas
clásicas el mando es difícil de ubicar (como máximo, cada una tiene sus
personajes más representativos), las bandas latinas están rígidamente
jerarquizadas. Se entra tras un proceso iniciático, que tiene como elemento
central la realización de una proeza, habitualmente violenta y delictiva,
llegando incluso a asesinatos.
Las bandas étnicas no son ninguna broma. En 2004, el
57 por ciento de los actos de violencia juvenil tuvieron como protagonistas a
extranjeros, el 32,4 por ciento a magrebíes y el 13,9 a iberoamericanos. La
cifra es del Instituto Nacional de Estadística y se calcula que la mayoría de
estos delincuentes están vinculados a bandas. Ese año el número de homicidios
cometidos por adolescentes ascendió de 8 a 38. Cerca de cinco mil menores
delinquen anualmente.
Pero lo más
sorprendente no es el aumento en el número de delitos, que fue ligeramente
superior al del año anterior, sino su violencia y gravedad, así como el
descenso en la edad de los detenidos.
¿Cuánto influye que en los sectores donde suelen
aparecer estas bandas sea débil la presencia de las instituciones del Estado?
Al producirse un brusco aumento de la población,
aumenta la delincuencia juvenil. No es raro que en España, donde el número de
habitantes se incrementó un 10 por ciento en apenas 8 años, con cinco millones
de inmigrantes llegados en este período, haya crecido este tipo de actividad
conflictiva.
Al producirse un aumento en los índices de
drogadicción y en la permisividad de la sociedad hacia las drogas, crece la
delincuencia juvenil. Al subir el número de divorcios y la inestabilidad
familiar, también. Y lo mismo ocurre cuando se incrementan la incertidumbre
laboral y la frecuencia de las crisis económicas.
¿Qué acciones debería implementar el Estado frente a
estas bandas?
Frenar y controlar los flujos migratorios: no
admitir más inmigración que la que verdaderamente puede absorberse. Aumentar el
número de centros de rehabilitación para delincuentes jóvenes.
Crear programas de reintegración familiar, cursos de
formación y capacitación para padres y profesores, orientados hacia la
prevención y el tratamiento de la delincuencia juvenil.
Desarrollar programas de lucha contra las
toxicomanías, haciendo especial énfasis en las “drogas blandas”. No hay droga
blanda, la droga blanda es la puerta de acceso a la droga dura. En este terreno
hay que ser tajantes: no hay lugar para la permisividad.
Aumentar el número de instalaciones deportivas y los
lugares de ocio juvenil. Está demostrado que la integración del joven en un
grupo deportivo o en una actividad cultural facilita su socialización y lo hace
inmune a la delincuencia.
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