Estados Unidos gana oro en baloncesto en los Juegos Olímpicos

LONDRES.- Fueron 37 minutos de resistencia. Españoles adaptados al cielo como si les perteneciese. Otra creación preciosa de esa España de la final, tan diferente a la conocida en los Juegos, como si necesitase tener delante el espejo para reconocerse. Otra vez, como hace cuatro años, dialogó hasta altas horas con Estados Unidos, que temía verse adormecido y superado por un aspirante con valor de campeón. En 2008, la plaza tenía corazón de oro, como hoy, que sigue siendo una plata que impide ver el brillo verdadero del subcampeón, tan locuaz como quien más, corajuda hasta la extenuación y rendida sólo ante el ímpetu del mejor jugador del planeta.
LeBron James marcó el pecho del perdedor con dos zarpazos, cuando la agonía era extrema. Con el partido dentro de los tres últimos minutos, se desquitó de dos rivales, cual Messi, pero con la potencia de un físico insuperable. Todo el podría haberse metido por el aro. Introdujo el brazo hasta la axila. No se acomplejó España, que nunca tuvo ese vicio. Sumó Marc Gasol, pero en la acción inmediata, el mismo hombre que dicen humano, se cuadro en el triple. El pívot español se lanzó a taponar, pero cayéndose hacia atrás soltó el cañonazo que era el remate acto final (102-93) de un encuentro hecho otra vez para el disfrute de los aficionados, aunque se apartase del pretendido objetivo de España.
No habíamos enloquecido en ELMUNDO.es cuando titulábamos de buena mañana: 'Catenaccio para soñar con oro'. En esa línea había apuntado Scariolo en la previa. También Pau Gasol y el resto. Podría ser un engaño más, pero se correspondía con la lógica. Sin embargo, desde el despertar, el encuentro tomó una velocidad que proyectaba a Estados Unidos hasta 140 puntos, un ritmo imparable. Nadie lo soportaría.
A lomos de Navarro, la cuadrilla de Scariolo se impulsó al 7-12 (min. 4), un marcador de asombro que Estados Unidos recondujo en 57 segundos, con un parcial 8-0. Ahí, el favorito demostró por qué lo era. Dos triples de Kobe Bryant y un contraataque eléctrico tras una mala decisión del rival les propulsaban. La obligación era imperativo para engancharse al encuentro, donde parecía despeñarse justo antes del primer parón (25-15). No claudicó, jamás. Demostró esa fortaleza mental que, a falta de precisión, la había conducido a la final. No desenchufó y encontró la alegría en el banquillo.
Sergio Rodríguez apareció para imponer frescura, espectáculo, desinhibición. No es de los que se da golpes en la mano con la llave inglesa. Pone sonrisa, pero si está artista provoca desorientación ajena. Adiós a la solemnidad, bienvenidos a la cancha de barrio. Lanzó un 'alley oop' a Rudy Fernández y acabó su obra con un triple que invertía la balanza (37-39). Curiosamente, el momento de mayor efectividad defensiva llegaba con España colocada en individual, hombre contra hombre, humanos contra 'dioses'. Hasta el segundo cuarto, y durante muchos tramos del partido, alternó diferentes zonas, la alternativa de contención en el último tramo hasta el descanso, con la cita establecida en pasajes sobresalientes por empeño de Navarro.
El escolta anotó en el primer cuarto 14 puntos, tantos como en el total de los dos partidos precedentes. Recuperó fuerzas en el banquillo y regreso para amamantar el sueño del 'pobre', con dobles y triples comillas para un equipo que cuenta con "uno de los cinco mejores jugadores del mundo". Así se refirió el entrenador estadounidense a Pau Gasol, pero sería sólo un halago sin sustancia, pues Mike Krzywewski mostró un extraño empecinamiento en mantener en pista a Love, mientras su defendido, Pau Gasol, anotaba 13 puntos en los cinco minutos que siguieron al descanso.
Lo que fue temor era pánico. Los americanos renunciaban a tiros rápidos y en defensa encontraban un nuevo riesgo en Ibaka. La prematura cuarta falta de Marc Gasol (min. 25), permitió la continuidad en pista de Ibaka -después olvidado-, que respondió como el subcampeón de la NBA que es. Mientras, Sergio Rodríguez le demostraba a esa misma Liga que quizá se equivocaron con él. Así, España se encadenaba a la posibilidad del oro, con 10 minutos por descontar (83-82).
Infundía tal respeto el aspirante que el favorito le concedió vida en un arranque atrancado del último cuarto. Scariolo buscó la sorpresa con Llull de base, para taponar al inspirado Paul, y el ataque se encasquilló. Sólo cinco puntos en casi seis minutos invitaban a redactar el epitafio, sin embargo, Estados Unidos, el equipo del 44,5% de acierto en el triple, se daba, justo en ese momento, a golpear el aro. España convirtió esa generosidad en sufrimiento en casa ajena. A 2:47 del final, el 96-91 reseñado, y 48 segundos después sólo había un Rey, quien así se hace llamar, LeBron James.

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