El Sexódromo: Sensualidad a toda madre


MÉXICO.- El próximo mes de julio, mi hijo Balam Andri cumple tres años de edad. En este espacio he compartido mis experiencias desde que él crecía en mi vientre. Escribí antes de su nacimiento, y desde mi visión de madre primeriza mezclada con mis conocimientos sobre sexualidad, lo que acontecía en mi vida erótica durante esos nueve meses. Acudí a un curso psicoprofiláctico y, en general, mi gestación fue muy agradable. Lo mejor, a nivel sensual, fue que en los últimos meses, debido a que la pelvis tiene un mayor riego sanguíneo, los orgasmos son más intensos. Además, todo mundo te trata bien y eso es estimulante.

Durante el curso me dieron información sobre lo que viviría durante los días cercanos al parto y lo que me pasaría, sentiría, pensaría en el momento en que mi hijo saliera de mi vientre. Así, tuve un afortunado parto en agua sin anestesia. Después, mi marido y yo aplicamos las últimas enseñanzas durante las primeras semanas de vida de mi niño y luego... nada, a aprender por nuestra cuenta.

Regresar a la vida sexual después del parto no es fácil, ni siquiera para alguien como yo, que llevo una década indagando sobre el tema. Sin embargo, es sencillo encontrar libros, mucha información en internet, charlas y pláticas que son de ayuda. A mí lo que me interesaba no era entender cómo reiniciar ese aspecto de mi vida, ya de por sí sumamente modificado por la maternidad, sino cómo hacerlo de una manera gozosa, libre, divertida, amorosa. Es decir, como era antes del embarazo.

Sin embargo, como escribí durante mis vacaciones de hace 24 meses (también en vísperas del 10 de mayo), en Tulum, Quintana Roo, hay cosas que no vuelven a ser iguales, que es necesario reinventar, recomenzar o simplemente iniciar de cero porque, creo, es la única manera de poder asombrarnos, y no hay que olvidar que el erotismo se alimenta de la novedad, del misterio.

Hay que tomar en cuenta que el cuerpo cambia y las mujeres (al igual que sus parejas) deben adecuarse a su nuevo aspecto (se modificaron la complexión, el tamaño de los senos, la cadera, las nalgas; el funcionamiento de la vejiga, la elasticidad de la vagina, la sensibilidad del clítoris, de los pezones; quizá salieron várices o hemorroides, etcétera), pero también las prioridades en la vida son diferentes, la manera de pensar sobre ciertas cosas, la lógica. Incluso los deseos. Puede ser que una fantasía, el gusto por una postura o una prenda, un lugar en la casa o una salida nocturna no significaban algo antes de ser madres o padres, pero al serlo, eso se volvió lo más excitante o interesante.

Hace poco escribí sobre la manera en que algunos papás cambian su visión en relación a sus compañeras después del embarazo. Algunos las comienzan a ver como seres frágiles que hay que cuidar y que no se pueden llevar a la cama y zarandear como pescados de Sinaloa por temor a que algo les pase. O que dejan de ser atractivas por el hecho de haber dado a luz (dicen que Elvis Presley era de esos, y sólo le gustaban las mujeres que no habían tenido hijos). Por el contrario, hay otros a los que las mamás les resultan más apetecibles que las jovencitas.

De una u otra manera, ahí vamos, sorteando estas fases con la ayuda de especialistas y libros. Pasados los tres años de edad del hijo o la hija, ya no hay literatura que oriente. Volvemos a entrar al mismo costal donde están los que viven con alguien y los solteros, los que tienen hijos y los que no, quienes se divorciaron o tienen el apoyo constante de sus companer@s, quienes cuentan con numerosos abuelos y tíos que apoyen o los que no tienen ayuda.

Pensando en la columna de hoy, busqué de diversas maneras en Google alguna información sobre el erotismo en padres de hijos que han dejado de ser bebés y poco encontré. Se habla de lo que uno puede hacer si el retoño entra a la habitación cuando los papás están en pleno acto erótico, cómo responder sus preguntas sobre la manera en que se gestan y nacen los niños, cómo orientarlos en relación a los roles de género o durante la pubertad, mas no sobre la forma en que sus progenitores viven el erotismo.

¿Será que, de verdad, no hay diferencia entre ser padre o no en el asunto del disfrute sensual? Mientras escribo esto me encuentro de vacaciones en Chihuahua, en ese viaje que realizamos cada dos años con mis suegros suizos por México. Ya visitamos Creel, las Barrancas del Cobre, el Valle de los Sapos, las aguas termales de Recowata, subimos al Cristo Rey y demás.

Antes de tener a nuestro hijo, para Jachen y para mí las vacaciones significaban una oportunidad para admirar lugares nuevos pero también para seguir conociendo nuestros cuerpos. Ahora, cuando regresamos del paseo del día, todavía jugamos con nuestro hijo, lo escuchamos, lo bañamos, le ponemos la pijama, le damos la leche y lo acompañamos hasta que lo venza el sueño. Para entonces, ya nos venció a nosotros también. Fin de la transmisión.

Pero no siempre es así. Creo que en la vida cotidiana la paternidad puede hacer, tanto a los hombres como a las mujeres, seres más creativos, más curiosos, más intensos. Es necesario cambiar ciertas costumbres, adoptar nuevas normas, modificar la forma de pensar, de verse a uno mismo y al otro. Hay que conservar la individualidad para poder disfrutar con mayor enjundia la compañía. Es importante ser padres responsables, amorosos, comprensivos, pero sin que eso implique olvidarse del yo, de la esencia o naturaleza femenina o masculina que nos compone.

Las teorías de la inteligencia erótica siguen siendo lo más cercano a mi búsqueda de hoy en día. Esos preceptos que aquí he compartido sobre cómo podríamos replantear la idea que tenemos de matrimonio (o de vida en común con otra persona) para no olvidarnos de nuestra pareja al convertirnos en padres o al paso de los años.

Aunque no cambiaría por nada abrir los ojos y ver la sonrisa de mi hijo luego de que me dice: “Despierta, mami, ya es de día”, todavía pienso en algunas situaciones de mi vida antes de la maternidad. Sé que no se debe renunciar a los recuerdos. Son parte de nuestro presente porque enriquecen el sentir, los conocimientos que vamos generando.

Me queda claro que eso se logra cuando la maternidad y la paternidad han sido planeadas o se han asumido y comprendido. Si no es así, será más difícil que el padre adolescente o la madre soltera (por mencionar dos casos de muchos) puedan asimilar el antes y el después de la maternidad, desligar el placer de la fecundación, hacerse responsables de sus propias vidas más la de otro ser humano.

A veces me pregunto cómo es que somos tantas personas las que vivimos en este planeta si la paternidad es cosa muy seria, chico. Y llego a numerosas conclusiones que no le atañen a esta columna, por lo que solo me resta decirles que si son padres/madres, nunca dejen de investigar y tratar de comprender, de sentir y gozar, de procurar a sus hijos pero también a ustedes mismos y a sus parejas. El placer, el deseo, no mueren, sólo se transforman, pero hay que entender cómo. Si aún no tienen hijos, por favor prepárense antes de que llegue ese momento, para que sean buenas madres y buenos padres pero sigan disfrutando de esa individualidad que hace a cada uno único e irrepetible.

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