Hoy día es más importante el ingenio a la hora de
vender un disco que el talento creativo de la propia obra. Ya sucedió con el
último de David Bowie: la atención mediática que generó era tal que hubo un
momento en el que daba vergüenza reconocer que no lo habías escuchado. Tras
ocho años sin publicar material nuevo (al margen de la magnífica banda sonora
para 'Tron: Legacy', a finales de 2010), Daft Punk no quería que su cuarto
álbum, 'Random Access Memories' (Columbia), pasara desapercibido. Por eso,
antes de que salga a la venta el próximo 21 de mayo, el dúo francés se ha
servido de una poderosísima maquinaria promocional para atizar las ansias de
sus seguidores.
Primero fueron los rumores a través de las redes
sociales: colaboraciones inesperadas, un sorprendente giro a la época dorada
del funk, un anhelo de crear un "sonido nuevo" con la ayuda del
veterano Giorgio Moroder
Después vino 'The Collaborators Series', una cuidada
serie documental de seis episodios donde diversos invitados, de Nile Rodgers
(Chic) a Chilly Gonzales, iban desvelando pequeños (y estratégicos) detalles
del disco.
Y por fin llegó la guinda del pastel: unas
convocatorias simultáneas para la prensa especializada donde se podría escuchar
el disco entero sin interrupciones. Había truco: sólo sonaría una vez, quedaba
terminantemente prohibido informar de aquella reunión hasta el 1 de mayo y, por
supuesto, no se podía grabar nada. Una forma de asegurarse la publicación
masiva de información cuando al grupo (o a su compañía) más les conviene.
El dance es el pop del siglo XXI y Daft Punk es su
Mesías. Hay un corte en el disco que llega a acumular tantos despropósitos
juntos que se antoja genial. De nombre 'Giorgio by Moroder' comienza con una
conversación del mítico productor de la era disco, responsable del 'Love to
love you baby' de Donna Summer, donde recuerda sus inicios con los
sintetizadores, "el sonido del futuro". En un momento dado, se escucha:
"My name is Giovanni Giorgio, but everybody calls me Giorgio". Y
aquello estalla en un estupendo truchón para discotecas, que recuerda a los
mejores momentos de Vitalic. La apuesta por el baile del dúo (con cierto gusto
aquí, es cierto, por la herencia disco y funk) también se recoge en ‘Give life
back to music’ y 'Get lucky', el primer adelanto del álbum.
Ansias de experimentación. Es difícil definir lo que
sucede en ‘Contact’, el último corte. Un comienzo épico y unos ‘samples’ de
voces grabadas desembocan en ritmos brutos, ruido, confusión y desfase, como si
Crystal Castles se hubiera colado en una fiesta de Air. También sorprende
‘Touch’, con esas hipnotizantes texturas acuosas. Nunca antes en sus 20 años de
carrera el grupo había explorado unos terrenos tan intangibles e incorpóreos.
Este intento de probar nuevos sonidos coincide con las recientes declaraciones
del grupo a la revista francesa 'Rock & Folk'; al parecer, han pasado los
últimos cinco años investigando y expandiendo su universo referencial. Qué
coincidencia: es justo lo mismo que han hecho sus compatriotas Phoenix para
grabar su último disco, ‘Bankrupt!’, como desvelan en una entrevista que se
podrá leer este viernes 3 de mayo en ‘La Luna de Metrópoli’.
Colaboradores de todos los colores. ¿Quién podría
creer en una mezcla entre Daft Punk y Julian Casablancas? ¿Y quién iba a pensar
que aquel mejunje sonaría bien? Pues así es. ‘Instant crush’ mezcla los
sintetizadores marca de la casa con los inconfundibles ritmos rockeros del
cantante de The Strokes, cuya voz (casi afeminada, con el falsetto exagerado
que usa en el último disco de su grupo) permanece en primera línea de la
canción. También les ha quedado muy conseguida la colaboración en 'Doin’ it
right' con Panda Bear (Animal Collective), que aporta un colchón de percusión
tribal y voces cálidas. Los peor parados son Pharrell Williams ('Lose yourself
to dance') y Todd Edwards ('Fragments of time'), que intervienen en los dos
cortes más aburridos del conjunto.
¿Autoparodia o reivindicación de unos rasgos ya
icónicos? Si algo queda claro tras escuchar la hora larga que dura el disco es
que Daft Punk sigue siendo Daft Punk. Ahí están esas melodías electrónicas
atiborradas de voces distorsionadas con 'vocoders', su habilidad innata para
encontrar ritmos pegadizos que se cuelan en la canción (y que han sabido
explotar en el pasado a través de éxitos como 'One more time' y 'Around the
world') y ese halo de misterio y elegancia que siempre les ha acompañado,
construido a base de talento y un método de trabajo concienzudo. Aunque se
tomen a sí mismos muy en serio, Daft Punk demuestran que también poseen ese
sentido del humor tan francés que consiste en saber reírse de lo bueno que es
uno mismo.
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