MANHATTAN.- Cuando hace tres años su esposo la abandonó y
Virginia López se quedó sola con sus tres hijos, decidió salir a las calles de
El Barrio a recoger latas y botellas para echar hacia adelante a su familia.
"No pensé en quedarme con los brazos
cruzados", dijo la mexicana de 32 años. "Estoy sola, sin familia
cercana. No he logrado conseguir trabajo estable, y reciclar me ayuda a ganar
unos dólares", agregó López. "Estoy orgullosa de mi trabajo,
vergüenza sería robar".
"Doña Vicky", como la conocen en el
vecindario, explicó que en su colecta de envases no abandona los limites de El
Barrio, porque prefiere estar cerca de sus pequeños para recogerlos en la
escuela o llevarles comida mientras los cuida una vecina. En ocasiones, se
lleva a su pequeña Emily, de cuatro años, en su recorrido.
"Quiero que conozca cómo me gano la vida y que
vea lo duro que es poner pan en la mesa", expresó Virginia, mientras
empujaba con esfuerzo un carrito en las inmediaciones de la calle 117. "A
mis niños les gusta introducir las latas en las máquinas recicladoras, es como
un juego".
Cada semana logra reunir cerca de 500 latas y
botellas, y luego de canjear los recipientes en un supermercado de East River
Plaza, gana entre $25 y $35. "En una bolsita de mandado se va todo el
dinero. Me ayudan un poco las estampillas de comida, pero no es
suficiente", apuntó.
Bill Bonandsol, dueño de un almacén de reciclados
Redemption King en la calle 112 y la Primera Avenida, comentó que cerca del 60%
de sus clientes son mujeres.
"Muchas de ellas están solas con niños, y
buscan una forma de ganar dinero. Otras son mayores y no encuentran
empleo", dijo.
Para los recolectores es casi imposible mantener a
sus familias debido al escaso pago de retorno por depósito: cinco centavos.
Este precio prevalece en Nueva York desde 1982, mientras que en estados como
Michigan se paga a diez centavos.
"Es absurdo que, en tres décadas, el retorno
por depósito se pague a cinco centavos, cuando en otros estados es el
doble", dijo Bonandsol, quien colecta diariamente unos 45,000 envases que
revende a distribuidoras como Coca-Cola o Poland Spring Water por ocho
centavos, más tres centavos por el proceso de clasificado y empacado.
De subirse el precio, dijo Bonandsol, "habría
más conciencia ecológica con un mejor pago por envase. Muchas familias viven de
esta actividad".
"Un
negocio ayuda al otro"
Virginia usa parte de sus ganancias para comprar
paquetes de botellas de agua, que vende por un dólar en las canchas de
basquetbol entre las calles 117 y 118. "Vendo las botellas de agua y aquí
mismo recojo los envases", dice.
La mujer colecta entre seis y ocho horas por día, y
clasifica en bolsas diferentes las latas, botellas de plástico, y de vidrio. En
el parque Thomas Jefferson, donde aprovecha los restos de barbacoas y fiestas
familiares, se pueden ver a otras madres con niños buscando recipientes en los
contenedores.
Bonandsol comentó que en East Harlem la comunidad
asiática predomina en la colecta de latas y botellas. Representan el 70% de
unos 100 clientes por día. De esta cifra, el 25% son hispanos, y el 5%
afroamericanos.
Las máquinas recicladoras son el punto de encuentro
de los recolectores latinos. Mientras esperan su turno, conversan acerca de la
jornada. Al lugar acuden parejas con niños, madres solteras y ancianos.
Los recogedores asiáticos, por su parte, permanecen
agrupados en un extremo, inmersos en su propia conversación.
"De reojo observamos qué bando ganó más
botellas", indicó un hombre que se identificó como Juanito. "Es mejor
recolectar en la tarde, y algunos estamos pendientes de pasar antes que
ellos".
Sin embargo, agregó: "Somos buenos, y los
ayudamos cuando no saben usar las máquinas. Aunque sea con señas, pero nos
entendemos".
Por
ZAIRA CORTÉS/Edlp
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