El 10 de diciembre de 1983, los argentinos
acompañaron en la calle y a través de las transmisiones radiales y televisivas
la entrega del mando al presidente electo Raúl Alfonsín. Siete años y medio de
terrorismo de Estado llegaron a su fin con el discurso que realizó el líder
radical desde el balcón del Cabildo para anunciar el regreso de la democracia.
A partir de esa fecha, que abrió las puertas al
respeto, la libertad y la justicia en una sociedad que había quedado devastada
anímicamente por los atropellos de las Juntas Militares, la Argentina supo
avanzar en la recuperación de los principios fundamentales para el bienestar
general.
En 30 años, Alfonsín, Menem, De La Rúa, Néstor
Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner llegaron a la presidencia por la
voluntad del pueblo. Y esto es recordado considerando que ni Videla, ni Viola,
ni Galtieri, ni Bignone fueron elegidos por la mayoría y tuvieron en sus manos
la dirección de una sociedad que vivió con miedo de manifestarse contra la
opresión.
Ahora, año 2013, al mismo tiempo que el kirchnerismo
realiza un acto en conmemoración de aquel quiebre político, diversos pensadores
argentinos decidieron unir sus interpretaciones de lo acontecido para
difundirlas en el libro Un balance político a 30 años del retorno a la
democracia en Argentina, editado y difundido desde hace unos días por la
Fundación CADAL.
Graciela Fernandez Meijide, secretaria de la Conadep
y ex ministra de Desarrollo Social, colaboró en el texto y afirmó que una base
de la democracia proyectada en 1983 fue instalar el tema de la violación de
derechos humanos. "Podría haber ganado Ítalo Luder y no haber ocurrido
nada de lo que pasó. Sin embargo, la sociedad quiso abrir un espacio a la
denuncia de los delitos de lesa humanidad y eso motivó la elección de
Alfonsín", explicó en la presentación del libro realizada en una sede de
la Alianza Francesa.
"Fue el temor a lo que había sido y a lo que
identificaban como lucha feroz, sobre todo desde 1973 hacia adelante, en el
propio peronismo. Eso permitió que se avanzara en el tema investigación y en
los juicios a los militares; puso un umbral".
"Mucho después, con la Constitución de 1994, se
instaló el tema de los derechos humanos; porque en todas las décadas del 60 y
del 70, la sociedad nunca estaba hablando de eso. Al contrario, cuando estalló
la violencia, no era un tema preciado, ya que en ambos bandos estaban
dispuestos a matar y morir".
"Y aunque quedó instalado, lo que uno debería
preguntarse es con cuánta intensidad. Desde las instituciones sí, pero creo que
hoy por hoy en la concepción general uno dice 'derechos humanos' y la gente
vuelve a pensar en el pasado. El relato del kirchnerismo instrumentalizó ese
pasado y lo presenta como lo único válido".
"Yo creo que el concepto de derechos humanos
está, pero la vivencia fuerte, no. Porque cuando Daniel Filmus habla de los que
no trabajan ni estudian y dice 'Menos mal que esas mujeres que tienen hijos
cobran la Asignación Universal y pueden comer', ese señor era considerado
progresista. Qué concepto tiene de los derechos de esas mujeres o el respeto
que merecen. Creo que nos queda mucho por hacer", concluyó Meijide.
Por su parte, Gabriel Palumbo, sociólogo y
colaborador en diversos medios periodísticos, hizo hincapié en los vaivenes de
la militancia política a través de los estilos de cada gobierno. "Lo que
requiere la lógica del populismo frena puertas al movimiento juvenil, y
actualmente hay una enorme e inadvertida presencia de esos sesgos en casi la
totalidad de las agrupaciones. La militancia de La Campora, por ejemplo, me
parece un ejercicio innecesario para la democracia", expresó.
En su artículo para el mencionado libro, Palumbo
hace referencia a la imposición del sacrificio por una idea: "La
participación juvenil es fundamentalmente un llamado a la responsabilidad
pública y a la responsabilidad privada. Desde un punto de vista liberal, es el
llamado a construir una vida feliz para mejorar la conversación con otros y
armar así una sociedad distinta y mejor sin necesidad de renunciamientos y
sacrificios".
"La idea de participación juvenil no está
escindida, entonces, del tipo de régimen político en el cual se desarrolla.
Luego de 30 años de ejercicio democrático, parece más interesante pensar el
espacio juvenil dentro de una construcción política más grande, que promueva
para los jóvenes espacios más amplios, mayores márgenes de libertad y
condiciones menos épicas", sentenció Palumbo.
En tanto, Daniel Sabsay, abogado constitucionalista,
se declaró optimista ante la revitalización del ánimo popular a reclamar sus
derechos. "Hemos visto que la gente se movilizó sin ninguna consigna en la
calle y por las redes sociales. Pero si consideramos lo que acaba de pasar en
Córdoba y por la elección del rector de UBA, es una contraposición seria; la
violencia apareció de un modo que nadie imaginaba. La sociedad está
permanentemente en un péndulo, pero hay que agarrarse de lo positivo".
Por último, Luis Alberto Romero, historiador e
investigador del Conicet, señaló que lo pensado en 1983 para la democracia fue
una ilusión a contrapelo de la Argentina, "como reacción a la dictadura y
en la constitución de un sujeto político original".
"Pero, a poco de andar, la nueva democracia
comenzó a experimentar las dificultades que la ilusión había permitido ignorar
cabalmente. Entonces la desilusión hizo lo suyo para erosionar no sólo el
gobierno de Alfonsín, sino todo el proyecto de 1983", opinó.
"Pero hay expectativas de algún cambio. Algunas
instituciones han resistido y parecen revivir, como la Justicia. Es posible que
el próximo gobierno, que posiblemente tendrá signo peronista, proponga una
versión atenuada de sus versiones anteriores. También es posible que en ese
contexto pueda elaborarse una alternativa, que todavía no está madura, que
ofrezca una combinación atractiva de democracia, república y Estado, de
reordenamiento institucional y económico y, sobre todo, de reabsorción del
mundo de la pobreza", concluyó el historiador Romero.
Fuente INFOBAE.COM


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