MAPUTO.- El ex presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, ha
fallecido a los 95 años, según ha informado el presidente de Sudáfrica, Jacob
Zuma, que ha añadido que se ha ido en paz en su casa de Johannesburgo, en
compañía de su familia. La muerte se ha producido alrededor de las 20.50 hora
local, después de una larga convalecencia por una infección pulmonar.
"Nuestra nación ha perdido a su padre. Nelson Mandela nos unió y juntos
nos despedimos de él", dijo Zuma en un mensaje televisado a toda la
nación.
Mandela fue internado en el hospital de Pretoria el
8 de junio con una grave pulmonía, donde fue tratado durante casi tres meses.
Desde principios de septiembre estaba de nuevo en su casa, cuidado por 22
médicos.
"Aunque sabíamos que este día iba llegar, nada
puede reducir nuestro sentimiento de profunda y dolorosa pérdida. Su lucha
incansable por la libertad le hizo ganarse el respeto de todo el mundo. Su
humildad, pasión y humanidad le hizo ganarse también el amor de todos",
afirmó Zuma.
Mandela se fue como vivió: luchando. Su última
batalla la libró contra su cuerpo castigado del tiempo pasado, de los años, de
las cicatrices. Se ha marchado alguien que parecía inmortal o que debía serlo.
Ahora el mundo se queda huérfano de espejos en los que mirarse. Se quebró el espejo,
se quebró Nelson Rolihlahla Mandela. Se quebró el árbol, que es lo que
significa su nombre en su lengua: el hombre que tira de la rama de un árbol.
Nelson Mandela se fue 'encerrado' entre algunos
muros, como vivió buena parte de su vida, aunque esta vez no estuvo solo.
Estuvo con los suyos, su familia, y con cientos de miles de personas que han
rezado hasta el último segundo para no despertar mañana en un mundo sin Madiba.
Se ha ido en su casa, pero pasó muchas semanas en una estrecha habitación de un
hospital de Pretoria, contemplando una perfecta metáfora de lo grande de su
obra: hasta no hace mucho, en su país, en su invento, los hospitales eran para
blancos o para negros, nunca eran para los dos.
Y con su muerte llegan las incógnitas, el imposible
ayer, los miedos infundados, las dudas razonables, pero hoy, sin más, el mundo
se detendrá durante algunas horas para llorar la muerte del más querido de sus
huéspedes. El hombre que tras 27 años de encierro salió de la cárcel, se
convirtió en presidente de un país partido en mil pedazos, dentro de un
continente partido en varios pedazos y dentro de un mundo partido en dos
pedazos (americanos y rusos). Él miró para otro lado, decidió hacerlo a su
manera y se inventó este imposible y fascinante experimento lleno de
imperfecciones llamado Sudáfrica.
Hoy, en su muerte, quizá sea el momento de arreglar
una pequeña deuda histórica: el cine llevó a través de Invictus a Nelson
Mandela hasta muchos jóvenes. La gran película de Eastwood se permitió una
licencia, decir que el presidente entrega al capitán del equipo de rugby el
poema de Invictus antes de la final. Ese maravilloso poema es cierto que Nelson
Mandela lo leía en prisión para soportar ausencias y adversidades, pero lo que
Mandela entregó a Francois Pieenar es un texto que quizá hoy en su marcha sirva
de ejemplo de su figura. Se titula 'El hombre en la arena' y forma parte de un
discurso que Theodore Roosvelt hizo en la Sorbona de París en 1910. Dice así:
"No importan las críticas; ni aquellos que
muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron
algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que
se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre;
aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié
tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni
defecto. Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes
conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa;
quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al
logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán
con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas
almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso".
Murió Rolihlahla, murió Mandela.
Por JAVIER BRANDOLI/El Mundo
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