SEPAN.- Ni la salida, ni el cielo, ni ningún otro
ingrediente dieron algo de sabor en Malasia. Sin hacer ruido, que es lo que
ahora se lleva en esta Fórmula 1, Lewis Hamilton agarró con fuerza tras una
furiosa arrancada su primera victoria del campeonato. Arrancó como un cohete
para tomarse la revancha del duro golpe sufrido en Australia, donde tuvo que
abandonar por problemas de motor, cuando era el favorito de las apuestas.
Doblete del británico en Sepang -triunfo y 'pole'- para dar brillo a un enorme
fin de semana de Mercedes, con la segunda posición del líder del Mundial, Nico
Rosberg. Confirmó Sebastian Vettel -tercero- que tiene ganas de fiesta, que su
bólido comienza a respirar y que el KO en Melbourne está ya cicatrizado. A
Fernando Alonso le volvió a entregar la cuarta plaza Daniel Ricciardo, que
perdió su lugar tras un error de Red Bull en la parada. Aunque para eso tuvo
que asestarle un último golpe a Hulkenberg cuando la carrera agonizaba. Después
de no desistir un solo instante para pescar otros 12 puntos sobre el ardiente
asfalto asiático. [Narración y clasificaciones]
No quiso dejar Lewis Hamilton un solo resquicio para
la sorpresa. Lo mejor, debió pensar, es disparar el cohete y no volver a mirar
atrás. Y así lo hizo. Con la misma furia que su compañero Rosberg en Melbourne,
se quitó el escozor que arrastraba por su amargo estreno de año, donde los
problemas mecánicos detuvieron su impulso. Esta vez nada pudo con él. Salió
disparado y no se quitó el casco hasta que no hubo felicitado a todos los
mecánicos de su escudería, que amenaza con tomar el relevo de Red Bull como
organizador de las fiestas de esta temporada.
Porque la cabeza del Mundial la sostiene con estilo
Nico Rosberg. Cómodo en su trono provisional, al que se ha encaramado con el
sigilo que le caracteriza. "Qué bonito se ve todo desde aquí arriba",
debe pensar el refinado piloto alemán, que nunca antes había volado tan alto en
un campeonato. Poco importa que esto sólo acabe de empezar. Porque, salvo la
amenaza de su propio compañero, sabe que cabalga sobre el mejor bólido de la
parrilla en este arranque de curso.
Y de nuevo regresa a escena, Sebastian Vettel.
Repuesto de una tortuosa pretemporada y decidido a ponerse manos a la obra,
toda vez que su Red Bull se despereza sin rubor. En Malasia no pudo sostener el
pulso a los Mercedes pero recuperó su lugar en el podio -tercero-, tras 56
vueltas sin descanso, donde en ningún momento fue amenazada su posición. Si
acaso en la salida, donde Daniel Ricciardo amagó con repetir aquella vieja
historia de hace un año titulada 'Multi 21', aunque entonces el protagonista
fuera Mark Webber. Fue un pequeño sobresalto al que el tetracampeón puso
solución de inmediato.
Alonso
aprovecha otro error de Red Bull
Fernando Alonso nunca pudo acercarse a los primeros
pisos, porque el F14T tampoco está ahora mismo para rumbas. Le tocó de nuevo
mantenerse erguido, como ocurrió en Melbourne. Manteniendo su posición, sacando
los codos en cada curva ante motores de mayor pegada y acelerando el paso
cuando sus neumáticos lo permitían.
No hubo ocasión de repetir ninguna de las grandes
estampas con las que ha adornado su palmarés en Sepang. Su misión consistió en
mantener a tiro a Daniel Ricciardo, con el que peleó durante 41 vueltas, a la
espera de algún error del rival. Y ese patinazo llegó en una parada del
australiano. Red Bull, infalible en los 'pitstops' ajustó mal la rueda
delantera izquierda del bólido y el español, atento al rebote, añadió lustre a
su botín. Una cuestión de paciencia y un nuevo episodio negro para el
australiano, que parece haber sido abandonado por la fortuna, tras su
descalificación en Albert Park.
Aún faltaba un último detalle para repetir la cuarta
plaza del estreno: Nico Hulkenberg. El Force India, con una estrategia distinta
de dos paradas, terminó siendo devorado por el Ferrari a tres vueltas del
final. Alonso volvió a ver desde el televisor cómo dos de sus rivales, quizás
tres, vibraban desde la pasarela de Sepang. Sano y salvo, eso sí, que en este
difícil inicio de año no está del todo mal.
Por
CARLOS GUISASOLA/El Mundo
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