NUEVA YORK (30 Marzo 2014).- Un título universitario en psicología de la
educación no le valió un sueldo digno en su natal Cuenca, hecho que obligó a
Pedro Auquilla a emigrar, confiado en que sus habilidades profesionales le
garantizarían un futuro prometedor. Sin embargo, el maestro no logró lo que
anhelaba en la Gran Manzana.
El viaje en barco hasta Guatemala y cruzar la
frontera mexicana resultó ser el menos costoso de los desafíos para Auquilla
(50), un graduado de la Universidad del Azuay y maestro por una década en
escuelas vocacionales de Ecuador.
"Cambié la tiza y los libros por el martillo y
el clavo. No tener un estatus legal migratorio fue el primer impedimento para
ejercer mi profesión", comentó el jornalero, uno de los fundadores del
centro de trabajadores de Bay Parkway, Brooklyn.
El maestro Pedro, como lo conocen en el negocio de
la construcción, expresó que las barreras del idioma, los costosos créditos
para revalidar su licenciatura y una familia que necesita de sus remesas, se
sumaron a las barreras que frenaron su deseo a volver a las aulas.
"Es verdad que gano más como jornalero en Nueva
York que como profesional en mi país, pero es frustrante no poder
ejercer", dijo.
Ligia Guallpa, directora del Proyecto de Justicia
Laboral, indicó que son muchos los trabajadores por día que no ejercen su
profesión por condiciones similares a las de Auquilla.
"Las profesiones más comunes entre nuestros
jornaleros son abogado, contador y maestro", apuntó Guallpa. "Para
muchos es una doble frustración. Por un lado sufrieron por salarios bajos en sus
países, y por el otro no lograron ejercer en Nueva York".
Auquilla destacó que un profesional en Ecuador
obtiene unos US$300 mensuales, pero como trabajador por día puede triplicar la
suma en una buena semana de trabajo. En la mejor temporada puede ganar hasta US$100 diarios.
"Es penoso, pero una paga de maestro no sería
suficiente para saldar los gastos de mis dos hijos universitarios",
indicó.
El amor por la educación sigue siendo un estilo de
vida para Pedro, quien en sus doce años como jornalero logró acumular diversos
entrenamientos y licencias de la Administración de Salud y Seguridad
Ocupacional (OSHA).
El trabajador está certificado para entrenar a sus
compañeros y ser mediador en casos de riesgo en el lugar de trabajo.
"Ahora mi aula es el centro de trabajadores. No pude volver a las
escuelas, pero no dejé de enseñar".
El arquitecto guatemalteco Pablo Soria (56) reconoce
que cuando emigró hace 15 años no imaginó que iba a convertirse en un jornalero
en Queens.
"No hablo de lo que me dedicaba en mi país para
no escuchar burlas. Ser jornalero es un trabajo digno, pero yo vine pensando en
el sueño americano", dijo con frustración. "Sólo Dios sabe cómo toqué
puertas".
La doctora Angelina Hernández (40), una graduada de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tiene unos 15 años que no
práctica medicina. La residente de Manhattan trabaja como gerente de oficina en
un consultorio dental en Bay Ridge, Brooklyn.
"Me gradué en 1995, desde entonces la medicina
logró sorprendentes avances. Necesitaría actualizar mis habilidades si quiero
un poco de ventaja en el competido negocio de la salud", apuntó.
Hernández expresó que en la clínica en la que labora
es común que profesionales médicos busquen trabajo menos calificado a su
educación universitaria.
"Odontólogos sin estatus migratorio legal y
licencia para ejercer buscan empleo como asistente dental o en el departamento
administrativo", enfatizó. "Para los que tienen menos suerte, las
fábricas y las cocinas de los restaurantes terminan siendo la única opción
laboral".
Tras su experiencia, Angelina destacó que procura
disuadir a sus familiares, la mayoría profesionales de la salud, de buscar
fortuna en Nueva York.
Por
ZAIRA CORTÉS/Edlp
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