Álvaro López Tardón, el narco-modelo que se operó el culo y desfilará entre rejas
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MIAMI (15 Junio 2014).- En Miami, esa suerte de
Benidorm estadounidense, tienen una cosa que se llama modeling season, que
viene a ser una temporadita de la primavera-verano en la que, como por ensalmo,
florecen por aquí y por allá chicas esculturales de pechos grandes y glúteos bamboleantes.
Modelos, en efecto.
Al calor del Caribe, entre la opulencia
estadounidense y la sabrosura cubana, la ciudad revienta de pronto de anatomías
hipertróficas, cuerpos acentuados y rasgos las más de las veces exagerados.
Cirugía plástica, sí.
Y no sólo en el aspecto femenino. De buenas a
primeras, por Miami Beach comienzan a desfilar también varones ultramusculados,
de cadenas estrechas y troncos de madelman. El narco Álvaro López Tardón
pertenecerá en breve a este contingente, pero con una salvedad. Él no desfilará
por entre la dudosa elegancia choni-yanki de Miami Beach, sino que moverá su
trasero, operado, y sus abdominacas, también alterados por el bisturí, por los
pasillos y los patios, también soleados, de la penitenciaría de Miami Dade.
No podía ser en otro lugar desde que López Tardón,
un madrileño de 39 años, comenzara a liderar la banda criminal denominada Los
Miami, por tener uno de sus cerebros intelectuales en la capital de Florida, un
individuo apodado Maverick.
Tras muchas batallas y hasta guerras con sus
adversarios en el ámbito del hampa, López Tardón, a quien sus enemigos llegaron
a dejar tirado en pelotas en Plaza de Castilla después de secuestrarle y
propinarle una paliza de espanto, ocupaba hace escasos días una página en el diario
británico The Guardian, que informaba del final (momentáneo, seguro) de su
carrera criminal.
Un
águila yoruba a la espalda
Unos 25 añitos, de momento, tendrá que pasarse el
narco en el penal estadounidense por varios delitos de blanqueo de dinero procedente
del narcotráfico. Como en todo, la cosa va por barrios. De haber sido condenado
en España, la condena habría sido de broma, pese a que gran parte de las
andanzas de López Tardón y el águila yoruba que lleva tatuada a la espalda se
concentran en este país.
Por ejemplo, sin ir más lejos, en la pequeña
localidad madrileña de Villanueva de Perales, donde su suministro de polvo
mantuvo funcionando durante años el que fue, hasta que la Policía Nacional lo
desmontó, el mayor laboratorio de procesamiento de cocaína de Europa. O por
ejemplo en un chalet de La Moraleja, propiedad de su hermano Artemio, en el que
los agentes hallaron ni uno ni dos, sino 25 millones de euros literalmente
cementados debajo de los azulejos del suelo, y que hubieron de ser
desenterrados a golpe de martillo neumático -mientras, por cierto, Artemio ni
se inmutaba al lado, como si un raterillo cualquiera le hubiera afanado la
vuelta del pan-.
Pero también extendió sus tentáculos por EEUU,
claro, con una ristra de hasta 25 cochazos de alta gama (Aston Martin y
Lamborghini entre otros), casoplones en diversos condominios con toda la
matraca ostentosa estadounidense y esas cosas de los narcotraficantes.
También había una rama más estrictamente cubana en
su evanescente imperio (en el que como se ve se ponía poco el sol), capitaneada
por un cubano llamado Vicente Orlando Caredelle, que no era ni narco ni matón,
sino que operaba en el campo de muy otras fuerzas: las celestiales, puesto que
se trata de un santero.
Y este último elemento no precisamente para darle
pintoresquismo y color a sus negocios. Fuentes policiales aseguraron en su
momento que testigos presenciales referían que López Tardón llegaba a hacer
sacrificios animales y rituales por el bien de su causa, y que en su reino se
tocaban tambores para que los negocios salieran bien.
Sin embargo, no hay mal que cien años dure, y aunque
sus fuerzas llegaron a torcer incluso el destino del juez español que le
investigó, Santiago Torres, apartado del caso al ser trasladado y quien en su
momento denunció presiones de Los Miami en altas instancias judiciales, López
Tardón se va al trullo por lavar 26 millones de dólares en los hermosos cayos
de las costas de Florida, como un cocodrilo más, sólo que ahora enjaulado.
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