SAQQARA, Egipto (17 Septiembre 2014).- A base de
limo y arena, los mismos materiales que tallaron su silueta en mitad del
desierto, la pirámide escalonada de Zoser lleva cerca de una década mudando de
piel. El "lifting" de la construcción en piedra más antigua del
mundo, paralizado desde las revueltas que vencieron a Mubarak, ha suscitado en
las últimas semanas una auténtica polvareda en la tierra de los faraones.
Varias organizaciones de arqueólogos locales han puesto el grito en el cielo:
la restauración, a cargo supuestamente de una empresa "amateur", está
acelerando el colapso de un hito de la arqueología egipcia.
"El trabajo de rehabilitación va por buen
camino y sigue las directrices de la Unesco", ha asegurado este martes el
nuevo ministro egipcio de Antigüedades Manduh el Damati ante el tropel de
periodistas que ha recorrido bajo un sol de justicia la madre de todas las
pirámides. Entre los andamios de madera y acero que mantienen apuntalada su
cámara funeraria, el egiptólogo ha negado las denuncias y ha avanzado que -una
vez resueltas las penurias económicas- el monumento podría concluir su largo
paso por el quirófano el próximo año.
Eclipsada por las pirámides de Giza, la de Zoser
(2687 a.C. - 2668 a.C.) fue la génesis que hizo posible la majestuosidad de sus
descendientes. Erigida por el sumo sacerdote Imhotep durante la III dinastía,
es el resultado de la superposición de seis mastabas, una estructura truncada
de adobe en forma piramidal. En su cámara subterránea estaba ubicada la tumba
real, expoliada en la antigüedad y reutilizada en época tardía. Ubicada a 25
kilómetros al sur de El Cairo, la estrella de la necrópolis de Saqqara inauguró
una edad de oro arquitectónica a orillas del Nilo.
Sin embargo, sus 4.700 años de historia y los
zarpazos del desierto y varios terremotos habían malherido dramáticamente su
estructura y deslucido su fachada. En 2002, un equipo de expertos a las ordenes
del entonces ministro Zahi Hawass auscultaron al paciente. Pruebas de rayos
láser y estudios geológicos arrojaron un parte alarmante: existía un elevado
riesgo de colapso. Cuatro años más tarde arrancó un proyecto de restauración
que llenó las pendientes de la pirámide de armazones de madera. Hasta su
paralización en 2010, una legión de obreros trabajó en el controvertido lavado
de cara.
Hace unos días varios grupos de arqueólogos egipcios
alertaron del peligro de derrumbe y denunciaron que Al Shorbagy, la empresa que
resultó entonces adjudicataria de la rehabilitación, carecía de experiencia y
estaba modificando drásticamente el exterior de la pirámide. "La compañía
nunca había llevado a cabo labores de restauración en Egipto", se quejó al
diario estatal Al Ahram Amir Gamal, representante de un movimiento de amantes
del patrimonio faraónico que divulgó además la reciente caída de un bloque.
"No es cierto. No se han producido derrumbes.
Las piedras caídas y los problemas de su estructura se deben a los seísmos que
la construcción sufrió en 1985 y 1992", replica a EL MUNDO el veterano
ingeniero Hasan Iman, uno de los académicos que dirigen desde hace una década
la puesta a punto de la que una vez fue la sepultura del monarca Zoser.
"Precisamente dedicamos más de un año a retirar las piezas que se habían
desplomado en el interior de la pirámide", detalla.
Sobre la singular tarea que se ha desarrollado en el
exterior -donde se ha retirado el sedimento de los escalones y sustituido los
bloques dañados-, Iman tampoco alberga dudas: "Estamos usando las mismas
piedras. Recogimos las que se derrumbaron y las reutilizamos. En caso de
necesitarlo, empleamos nuevas pero ésto último ha sido algo puntual. Lo que sí
usamos es mortero nuevo. El original había desaparecido y los bloques no
estaban estables".
Rejuvenecer su apariencia no ha sido la única
intervención que ha sufrido en los últimos años la pirámide escalonada, de 62
metros de altura. Para reforzar su castigado esqueleto y reducir su
vulnerabilidad a los terremotos, una empresa británica colocó en 2011 18
enormes "airbags" en la cámara funeraria.
El remedio es una bolsa empleada por el ejército
británico en Afganistán para amortiguar el efecto de los artefactos explosivos.
Peter Jame, el cerebro de aquella operación, explicó entonces a este diario que
se trataba de "impedir que la estructura cediera ante las cargas de
compresión" y permitiera así hurgar en sus entrañas -un complejo sistema
de galerías subterráneas- sin riesgo de colapso.
Si las alicaídas arcas egipcias lo permiten, el
ingeniero Hasan espera ver pronto el fin de la restauración de la pirámide de
Zoser, cuyo interior lleva años cerrado al peregrinaje de turistas. "Si
hay dinero, bastará con un año y medio más. Y la pirámide lucirá restaurada y
no habrá que temer derrumbes", promete tratando de acallar las maldiciones
que ventila la prensa local.
Por
FRANCISCO CARRIÓN/El Mundo
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