MADRID (9 Octubre 2014).- Patrick Modiano es el
ganador del Premio Nobel de Literatura de 2014, según acaba de anunciar la
Academia Sueca. Su nombre no aparecía entre los favoritos, lastrado, en parte,
por la aún reciente elección del también francés (más o menos francés) J.M.G. Le
Clèzio para el mismo premio. Pero no desmerece el palmarés reciente del Nobel.
El nombre de Modiano remite en seguida, a dos
novelita de iniciación que aparece como una anagrama de su obra en la cabeza de
los lectores: 'Una juventud' y 'En el café de la juventud perdida'.
'En el café de la juventud perdida', de memoria, era
una crónica del 68 francés y de sus réplicas; la historia de un barucho de
París que atraía a aspirantes a poetas malditos, situacionistas exaltados,
policías secretos, soñadores, pedantes, desencantados... El desencanto del 68,
de hecho, es uno de los temas que tendemos a asociar con Modiano, nacido en
1945, testigo, como mínimo, de aquellos años de revuelta.
'Una juventud' tenía un tema más brumoso pero
también tenía mucho que ver con 'El café': dos chicos inadaptados intentan
poner en marcha su vida en París. Todo es un poco lúgubre y un poco áspero,
como el vino malo que beben los chicos, pero también es sugerente. Quién no
habría querido ser ser un chico lleno de sueños en París, aunque todo saliera
mal al final.
La rama de esas dos novelas conduce hasta otras
obras como 'Un circo pasa', 'La hierba de las noches' o 'Un pedigrí', una
biografía mínima de Modiano de la que, el primer recuerdo que queda, era el
tono frío, casi clínico, de la voz que hacía el relato. "Muy
francés", se puede leer en alguna web de críticas. Y sí, había algo en esa
asepsia que hace que Modiano recuerde muchas veces a Jean Echenoz, por ejemplo.
Y a la inversa, por supuesto.
El otro gran tema en la obra de Modiano es la
ocupación alemana de Francia durante la II Guerra Mundial. Sus primeras
novelas, 'El lugar de la estrella', 'La ronda de noche' y 'Los bulevares
periféricos', aparecieron hace unos años reunidas en un solo volumen en España
con el sello de Anagrama, su editorial de siempre. El recuerdo es más oscuro,
como si el Modiano de juventud aún estuviera en la pelea por conquistar la
claridad y la sencillez, pero, en realidad, el conjunto también es un presagio
de 'En el café de la juventud perdida': aquellos libros eran una especie de
fresco sobre el París de los nazis: estraperlistas, oportunistas y fascistas
convencidos interactuaban por sus páginas igual que los bohemios del 68, y
quizá en los mismos escenarios.
Modiano parece en sus libros un poco indiferente a
casi todo (a las estructuras narrativas, a las escenas más o menos tremendas
que narra), un poco ensimismado, nada enfático, nada moralista, sintético... No
es difícil para el lector empatizar con Modiano. Está París en sus páginas,
cartografiado con sus bares, sus tiendas, sus viejecitas que se meten en un
portal de la Isla de San Luis y los relatos de Modiano acaban por mezclarse con
mil películas: con 'Los amantes de Pont Neuf', con 'Los soñadores', con
'Rendez-vous' de Téchiné... Parece que nada es del todo nuevo ni del todo
diferente, pero el conjunto es encantador, en el sentido más puro de la
palabra: el lector se queda flotando por las páginas de Modiano como en un
cuento.
Por
LUIS ALEMANY/El Mundo
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