SAO PAULO (29 Diciembre 2014).- La presidenta Dilma
Rousseff tendrá que mostrar el 1 de enero, cuando asumirá un segundo mandato
lleno de retos, el carácter combativo que hizo merecedora a esta perseguida
política y torturada por su apoyo a las guerrillas que se opusieron a la última
dictadura brasileña del título de “dama de hierro”.
El gigantesco escándalo que golpea la petrolera
estatal Petrobrás, la enquistada corrupción que azota permanentemente al país o
el desafío de reactivar una economía debilitada, con las cuentas públicas en
rojo y una inflación en alza, cercana al techo de la meta (6,50 % anual), son
algunas de las batallas que tendrá que afrontar en los próximos cuatro años.
Y aunque Rousseff se dice una acérrima combatiente
de la corrupción, sobre la que ya ha anunciado un pacto nacional, y no le
tembló el pulso para destituir a siete ministros implicados en turbias
maniobras con dinero público en su primer mandato, los desvíos siguen siendo la
horma de su mandato.
Tras imponerse en octubre al senador socialdemócrata
Aécio Neves en las elecciones presidenciales más ajustadas y polarizadas en la
historia de Brasil, Rousseff tomará posesión el 1 de enero para ejercer,
durante cuatros años más, la presidencia del país y elevar a 16 años la
hegemonía del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil.
De perfil tecnócrata
y escaso don de gentes, Dilma Vana Rousseff Linhares, de 67 años, se ha
caracterizado por un temperamento frío y seco, alejado de la formalidad de la
política tradicional que tanto dominó su padrino político, el expresidente Luiz
Inácio Lula da Silva (2003-2010). Desde las mazmorras donde la dictadura la
torturó y recluyó a los 23 años, la mandataria y economista ha ido forjando un
recio carácter que le ha hecho valer fama de racional.
Una cualidad que pareció gustar a los mercados cuando
accedió en 2011 a un cargo que, en la historia republicana del país, solo
habían ocupado 35 hombres. Sin embargo, ahora Rousseff deberá luchar por
superar la asignatura pendiente de encarrilar una economía cuyo crecimiento
previsto para 2014 es inferior al 0,2 %, cuando en 2010, justo antes de que
ella asumiera el poder, se expandió un 7,5 %. Para conseguir recuperar la
maltrecha economía del país, la presidenta ya ha anunciado que tomará “medidas
drásticas” que pasarán por tasas de interés elevadas y un ajuste fiscal aún no
dimensionado, pero de las que no ha dado más detalles.
Aunque si en el campo económico las predicciones
erraron, las dudas sobre su manejo político del país se superaron y con
holgura. Hija de un emigrante comunista búlgaro y de una docente brasileña,
Rousseff era una perfecta desconocida para la mayor parte de la población
cuando se convirtió en la mano derecha de Lula, tras pasar antes por el
ministerio de Minas y Energía.
Rousseff incluso no se había planteado nunca
postular a un cargo electivo y existía cierta resistencia por parte de su
partido hasta que su mentor consiguió auparla a la Presidencia. Sin embargo,
esta economista natural del estado de Minas Gerais, dos veces divorciada y
abuela de un único nieto continúa, para muchos, a la sombra del que fue el
presidente más carismático del gigante suramericano.
Pero la firmeza y personalidad de Rousseff parecen
estar por encima de este tipo de críticas. “En mi vida personal enfrenté
situaciones del más alto grado de dificultad, situaciones que llegaron al
límite físico, soporté agresiones físicas que fueron casi insoportables, y nada
me sacó de mi rumbo”, aseguró la presidenta cuando miles de personas corearon
insultos contra ella durante la apertura del Mundial de fútbol Brasil 2014.
En el espectro político, la jefa de Estado, pese a
su origen en la izquierda y su compromiso con las medidas de redistribución de
la renta que sacaron de la pobreza a 30 personas durante los años de gobierno
del PT, Rousseff gobernará aliada a varios partidos conservadores, entre los
que tuvo que distribuir su Gabinete.
En cuanto a la política exterior, sus objetivos los
ha especificado con claridad- promover el acercamiento entre los países del
Mercosur y los de la Alianza del Pacífico y reforzar la posición brasileña en
el grupo de países emergentes conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China
y Sudáfrica). Una agenda apretada para solo cuatro años de gobierno en los que,
además de luchar por el país, también “adoraría”, según ha dicho, comprar una moto
para poder “sentir, con libertad, el viento en su rostro”.
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