ROMA (16 Mayo 2015).- Estas cosas van por días. El
ciclismo español vivió una gran jornada en el Giro. Alberto Contador necesitaba
probarse en un final en alto con su hombro dolorido y salió con nota de
Campitello Matese, porque además rebañó dos segundos en una meta volante. Pero
además, la guinda la puso Beñat Intxausti, que tiró de experiencia para ganar
la etapa. Ya había sido líder por un día hace dos años y ayer levantó los
brazos en una jornada prestigiosa en los Apeninos. El segundo fue otro vasco,
Mikel Landa, doméstico de Aru, que tiró hacia arriba para ayudar a su equipo y
casi se encuentra con la victoria.
El ciclismo es un deporte de esfuerzo, de
sacrificio, pero también de estrategias, de engaños. Hay que poner buena cara
al mal tiempo, disimular, e incluso hacer un poco de teatro en algunos
momentos. El maestro en estas cuestiones era Lance Armstrong, el ciclista que
nunca existió, capaz de sacar de quicio a sus rivales con sus añagazas. Como en
las películas de serie B, cuando el chico bueno piensa que el malo está muerto
después de pegarle media docena de tiros, de repente se levanta, le pega un
susto al espectador y obliga al otro a una última heroicidad.
Pero Armstrong era el que remataba cuando cogía al
chico bueno desprevenido. Siempre tuvo vocación de malo de la pelicula, pero
malo que terminaba ganando. Aunque años después lo echara todo a la basura.
En fin, que aunque le doliera, Contador no podía
decir nada. Sólo sonreír, responder a las preguntas de sus rivales, estoy bien
y tal, y aguantar los dolores, en cabeza del pelotón, con el equipo a muerte,
siempre en fila india, como un batallón de exploradores, abriendo el camino a
los otros.
Y luego esperar y ver lo que pasa en Campitello
Matese.
Y en los primeros trece kilómetros de la ascensión
al agotador puerto de los Apeninos, pasaba que al Astana de Fabio Aru le tocaba
intentar alguna maniobra, y por eso el equipo celeste se puso a estirar el
grupo y engullía los escapados que habían llegado a tener casi diez minutos de
ventaja, pero los equipos de los líderes suelen ser licuadoras, que exprimen
todo lo que les les pone por delante.
Aru lanzó el primer zarpazo cuando faltaban cinco
kilómetros justo cuando Beñat Intxausti, por delante, se ponía en cabeza,
sorprendiendo al suizo Reichenbach. El vasco también supo disimular. En este
caso le tocaba poner cara de sufrimiento. A tres kilómetros se quedó solo.
El esfuerzo de Aru tuvo respuesta inmediata de
Contador, que se quedó sin equipo pero no sin fuerzas. El italiano encajó mal
que el español alcanzara tan pronto su rueda, y no volvió a reaccionar hasta
que apenas quedaba kilómetro y medio, cuando ya Intxausti saboreaba su
victoria. Otra vez reaccionó Alberto y también Richie Porte, que también atacó.
Sin consecuencias. A Contador no le duele tanto el hombro. Y si le duele, no se
nota. Y llegó tan sobrado que pasó la meta y se fue a su autobús a hacer un
rato de rodillo. Y luego se puso la maglia rosa, con el brazo un tanto rígido,
pero sonreía. Buena señal.
Por
JON RIVAS
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