MADIBA, MANDELA: 97 AÑOS DESPUÉS

En la pequeña aldea sudafricana de Mvezo dio Rolihlahla sus primeros pasos. En la región del Transkei, un territorio que operó como reserva tribal de negros en Sudáfrica y África del Sudoeste, nació un 18 de julio de 1918 y creció escuchando historias de la etnia xhosa. A los siete años Ro­lihlahla, el revoltoso hijo del jefe de la tribu, tuvo que cambiarse a un nombre occidental para poder asistir a la escuela metodista. Fue conocido a partir de ese momento como Nelson, aunque sus coterráneos lo llamarían también Madiba, como el clan al que pertenecía.

La muerte de su padre, la llegada de la adolescencia, su ingreso en un internado para negros y un matrimonio concertado por su tribu, fueron eventos que moldearon en Nelson Mandela los primeros destellos de rebeldía. Al suburbio de Alexandra en la agitada Johannesburgo llegó lleno de sueños. Allí cultivó una amistad con Walter Sisulu, quien al captar el carisma e integridad de su amigo, le abrió las puertas del Con­greso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés). En el ANC se lu­chaba por los derechos de los ne­gros bajo un pensamiento nacionalista, antirracista y antimperialista.

La Sudáfrica de aquellos tiempos era el epicentro de la segregación racial, la cual fue institucionalizada en 1948 con la llegada al poder del Partido Nacional de los Afrikaaners (blancos descendientes de los boers holandeses que colonizaron el país), aunque desde 1911 ya regían disposiciones que excluían a los negros. Con el triunfo de Daniel Malan (1948-1954) se instauró el régimen del apartheid que estipulaba el “desarrollo separado de cada raza en la zona geográfica que le es asignada”. Un decreto de 1949 prohibía los matrimonios entre blancos y negros; los baños públicos, los asientos en las guaguas e incluso los espacios en las playas, estaban divididos por raza.

Fiel a su pasado, Nelson Mandela se rebeló y organizó campañas de desobediencia civil. Ello le valió la cárcel, pero también lo convirtió en el líder que años más tarde libraría la más dura de sus batallas: lograr una Sudáfrica multirracial, igualitaria y democrática. La situación empeoró al punto de que los miembros del ANC se dieron cuenta de que la vía no violenta no era la solución a los problemas. La estrategia de Mandela fue crear el Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha.

Mito incómodo

Robben Island es una cárcel situada a 12 kilómetros de la costa de Ciudad del Cabo. Allí llegó en el invierno de 1964 Nelson Mandela donde pasó 18 de los 27 años que estuvo preso. Una esterilla en una celda de cuatro metros cuadrados, un cubo de hierro como inodoro y una visita de 30 minutos al año, no quebraron las ideas del hombre destinado a alcanzar un mejor país.

En el libro Long Walk to Free­dom (Un largo camino hacia la libertad) que recoge momentos de esa etapa, Mandela cuenta lo si­guiente: “Nos levantábamos a las 5:30 con los gritos del vigilante nocturno. No teníamos agua corriente en nuestras celdas y en lugar de inodoro teníamos un cubo de hierro con una tapadera blanca de porcelana con un poco de agua para el afeitado y el lavado de manos y cara”. La figura de Mandela trascendió los barrotes de Robben Island y provocó presiones para que fuera puesto en libertad. El gobierno racista tenía que acabar con tan incómodo mito y para ello le ofreció la libertad si aceptaba vivir excluido en uno de los territorios a las afueras de la ciudad. La negativa de Mandela hizo que el mito de la lucha por los derechos de los negros cobrara más fuerza.

En 1990, tras la victoriosa actuación de las tropas cubanas en África y otras coyunturas nacionales, el presidente Frederik De Klerk inició el camino para desterrar la segregación de Sudáfrica. Uno de los primeros pasos fue legalizar el Congreso Na­cional Africano, liberar a Mandela y usarlo como interlocutor en el proceso de la transición a una nueva Su­dáfrica. Tres años más tarde, am­bos recibían el Premio Nobel de la Paz. En 1994 Madiba se convertía en el primer presidente negro de Sudáfrica y desde ahí abogó por la reconciliación de todos sus coterráneos.

Las ideas de Rolihlahla hicieron de él una de las figuras más influyentes en el siglo XX al no cejar en su lucha contra cualquier forma de discriminación por el color de la piel. El largo camino de este hombre en la consecución de sus sueños, hizo que la Asamblea General de la ONU declarara todos los 18 de julio como “Día Internacional de Nelson Mandela”. Su muerte un 5 de diciembre del 2013 impulsó la exaltación de su legado.




Por LAURA BÉQUER PASEIRO/Granma

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