En la pequeña aldea sudafricana de Mvezo dio
Rolihlahla sus primeros pasos. En la región del Transkei, un territorio que
operó como reserva tribal de negros en Sudáfrica y África del Sudoeste, nació
un 18 de julio de 1918 y creció escuchando historias de la etnia xhosa. A los
siete años Rolihlahla, el revoltoso hijo del jefe de la tribu, tuvo que
cambiarse a un nombre occidental para poder asistir a la escuela metodista. Fue
conocido a partir de ese momento como Nelson, aunque sus coterráneos lo
llamarían también Madiba, como el clan al que pertenecía.
La muerte de su padre, la llegada de la
adolescencia, su ingreso en un internado para negros y un matrimonio concertado
por su tribu, fueron eventos que moldearon en Nelson Mandela los primeros
destellos de rebeldía. Al suburbio de Alexandra en la agitada Johannesburgo
llegó lleno de sueños. Allí cultivó una amistad con Walter Sisulu, quien al
captar el carisma e integridad de su amigo, le abrió las puertas del Congreso
Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés). En el ANC se luchaba por
los derechos de los negros bajo un pensamiento nacionalista, antirracista y
antimperialista.
La Sudáfrica de aquellos tiempos era el epicentro de
la segregación racial, la cual fue institucionalizada en 1948 con la llegada al
poder del Partido Nacional de los Afrikaaners (blancos descendientes de los
boers holandeses que colonizaron el país), aunque desde 1911 ya regían
disposiciones que excluían a los negros. Con el triunfo de Daniel Malan
(1948-1954) se instauró el régimen del apartheid que estipulaba el “desarrollo
separado de cada raza en la zona geográfica que le es asignada”. Un decreto de
1949 prohibía los matrimonios entre blancos y negros; los baños públicos, los
asientos en las guaguas e incluso los espacios en las playas, estaban divididos
por raza.
Fiel a su pasado, Nelson Mandela se rebeló y
organizó campañas de desobediencia civil. Ello le valió la cárcel, pero también
lo convirtió en el líder que años más tarde libraría la más dura de sus
batallas: lograr una Sudáfrica multirracial, igualitaria y democrática. La
situación empeoró al punto de que los miembros del ANC se dieron cuenta de que
la vía no violenta no era la solución a los problemas. La estrategia de Mandela
fue crear el Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento
clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha.
Mito
incómodo
Robben Island es una cárcel situada a 12 kilómetros
de la costa de Ciudad del Cabo. Allí llegó en el invierno de 1964 Nelson
Mandela donde pasó 18 de los 27 años que estuvo preso. Una esterilla en una
celda de cuatro metros cuadrados, un cubo de hierro como inodoro y una visita
de 30 minutos al año, no quebraron las ideas del hombre destinado a alcanzar un
mejor país.
En el libro Long Walk to Freedom (Un largo camino
hacia la libertad) que recoge momentos de esa etapa, Mandela cuenta lo
siguiente: “Nos levantábamos a las 5:30 con los gritos del vigilante nocturno.
No teníamos agua corriente en nuestras celdas y en lugar de inodoro teníamos un
cubo de hierro con una tapadera blanca de porcelana con un poco de agua para el
afeitado y el lavado de manos y cara”. La figura de Mandela trascendió los
barrotes de Robben Island y provocó presiones para que fuera puesto en
libertad. El gobierno racista tenía que acabar con tan incómodo mito y para ello
le ofreció la libertad si aceptaba vivir excluido en uno de los territorios a
las afueras de la ciudad. La negativa de Mandela hizo que el mito de la lucha
por los derechos de los negros cobrara más fuerza.
En 1990, tras la victoriosa actuación de las tropas
cubanas en África y otras coyunturas nacionales, el presidente Frederik De
Klerk inició el camino para desterrar la segregación de Sudáfrica. Uno de los
primeros pasos fue legalizar el Congreso Nacional Africano, liberar a Mandela
y usarlo como interlocutor en el proceso de la transición a una nueva
Sudáfrica. Tres años más tarde, ambos recibían el Premio Nobel de la Paz. En
1994 Madiba se convertía en el primer presidente negro de Sudáfrica y desde ahí
abogó por la reconciliación de todos sus coterráneos.
Las ideas de Rolihlahla hicieron de él una de las
figuras más influyentes en el siglo XX al no cejar en su lucha contra cualquier
forma de discriminación por el color de la piel. El largo camino de este hombre
en la consecución de sus sueños, hizo que la Asamblea General de la ONU
declarara todos los 18 de julio como “Día Internacional de Nelson Mandela”. Su
muerte un 5 de diciembre del 2013 impulsó la exaltación de su legado.
Por
LAURA BÉQUER PASEIRO/Granma
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