PEKÍN (22 Agosto 2015).- Si existe algún joven sobrehumano capaz de correr
diez kilómetros al ritmo que sólo pudieron Kenenisa Bekele, Haile Gebreselassie
y Paul Tergat que aparezca ya sobre el tartán. Si no, Mo Farah seguirá acumulando
oros en la distancia con absoluta facilidad, se organicen los rivales como se
organicen, planteen las tácticas que planteen.
Este sábado en el Mundial de Pekín, los kenianos
Geoffrey Kamworor, Paul Tanui y Bedane Muchuri hicieron lo que debían hacer, tiraron
del grupo a relevos para desgastar al británico, y no les sirvió de nada.
Evitar su último kilómetro, su última vuelta y su sprint final era el objetivo
y visto lo visto...
Como en citas anteriores, Farah se cobijó durante
las primeras vueltas en el grupo, en el ecuador de la carrera apareció en
cabeza y, cuando ya sólo quedaban los kenianos y su compañero de entrenamientos
Galen Rupp, allí se exhibió tranquilo. Amagó con arrancar en el último 1.500,
pero no fue hasta el toque de campana cuando realmente saltó.
Entonces Kamworor, que ya le esperaba, se colocó a
su vera (llegaron incluso a tropezarse) y creyó poder rebasarle. Nada más lejos
de la realidad. Enfocado ya el último hectómetro, el vigente campeón extendió
su prodigiosa zancada y retuvo el título.
Repitió su liturgia, realizó en el suelo sus
oraciones, completó la M con cabeza y manos y celebró entre brincos un nuevo
éxito. Desde los Juegos de Londres 2012 nunca ha perdido en la distancia más
larga de la pista, un hito que le coloca en una situación histórica: si logra
vencer también el próximo sábado 29 (13:30 horas) en el 5.000, donde tendrá
mayor competencia, será el primer atleta que encadena cuatro dobletes
consecutivos.
En su temporada más oscura, tras sortear las
múltiples acusaciones de dopaje que señalan a su entrenador, Alberto Salazar,
Farah continúa siendo el corredor prodigioso de siempre.
Por
JAVERI SÁNCHEZ/El Mundo
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