NUEVA YORK (31 Agosto 2015).- Pocos deportistas han
plasmado en los últimos años una superioridad tan manifiesta como Serena
Williams. Camino de los 34, la estadounidense es una representación explícita
del poder, de una autoridad prácticamente incuestionable. Sólo dos jugadoras la
han derrotado esta temporada. Lo hizo hace un par de semanas la emergente
Belinda Bencic, en las semifinales de Toronto, y lo consiguió en Madrid, en la
misma ronda, la checa Petra Kvitova. Serena ha ganado los últimos cuatro
torneos del Grand Slam y afronta en el Abierto de Estados Unidos un desafío
mayúsculo: convertirse en la cuarta mujer que logra la cuadratura del círculo,
llevarse los cuatro majors en un mismo año. La lógica invita a pensar que
conseguirá sumarse a Maureen Connolly, Margaret Court-Smith y Steffi Graf.
La última mujer que superó a Serena en Nueva York
fue Samantha Stosur, en la final de 2011. Campeona de las tres últimas
ediciones, la número uno del mundo, puesto en el que suma 247 semanas, también
se llevó el torneo en 1999 (en el que fue el primero de sus 21 majors), 2002 y
2008. Llegado este momento de una carrera que atraviesa tres generaciones,
juega para la historia. Un triunfo en el US Open la permitiría, además, igualar
los 22 grandes de Graf y quedar a sólo dos del récord absoluto de Margaret Court-Smith.
«Es la mejor tenista que ha existido», se atreve a
sentenciar John McEnroe. «Ahora es incluso mejor. Está más preparada. Solía
aflojar porque al sentirse tan superior a veces no estaba del todo
concentrada». Los datos respaldan el juicio del tricampeón de Wimbledon. Serena
ha ganado ocho de sus 21 títulos del Grand Slam desde 2012, coincidiendo con el
ingreso de Patrick Moratoglou en su rincón. La asociación con el técnico que
llevó a Marcos Baghdatis a la final del Abierto de Australia en 2006 generó un
efecto reactivador en su talante competitivo. Acababa de perder con Virginia
Razzano en la primera ronda de Roland Garros, en 2011, cuando decidió quedarse
unos días en París y empezar a trabajar con él. Venía de un período difícil,
agravado por la embolia pulmonar sufrida en la primavera. «Creo que la
enfermedad la ofreció una perspectiva nueva de lo que hacía», apunta la ex
jugadora Mary Joe Fernández, doble finalista del Abierto de Australia y
subcampeona de Roland Garros a comienzos de los 90. Serena ganó Wimbledon y el
Abierto de Estados Unidos, reanudando una hegemonía que se había detenido dos
años antes.
'Te
destruye. No te da ritmo'
«Es un fenómeno que sólo se da una vez cada cien
años», ha dicho Chris Evert, ganadora de 18 títulos del Grand Slam. Son
frecuentes las imágenes de Serena fotografiada con las más grandes tenistas de
siempre, merecedora de un retrato coral con la propia Evert, Navratilova, Graf,
quienes ya pasaron de ejercer como referentes para convertirse en figuras
homólogas, junto a las que convive en el relato más ambicioso de este juego.
«No es sólo fortaleza mental, poder de intimidación y potencia física, sino que
tenísticamente ha sido capaz de adaptarse a la evolución del juego. Ha ido
añadiendo cosas a su estilo. En función de las circunstancias sabe tratar mejor
la bola y desenvolverse de acuerdo con la superficie, incluso cuando se trata
de tierra batida. También ha mejorado su movilidad», comenta desde Nueva York
Xavi Budó, entrenador de Carla Suárez.
La canaria ha perdido sus seis encuentros ante
Serena, todos ellos de forma contundente. De hecho, es la única jugadora del
top ten a quien no ha derrotado. «Recuerdo que después de ganar fácilmente a
Carla en los cuartos del Abierto de Estados Unidos de 2013, en la sesión
nocturna, se fue a una de las pistas pequeñas a seguir trabajando. Es habitual
verla tras algunos partidos entrenar en canchas solitarias», prosigue Budó.
Serena obtuvo ante Graf, en Indian Wells, hace 16 años, el segundo de sus 64
títulos individuales. Derrotó en cuatro de sus cinco enfrentamientos a Monica
Seles, ganadora de nueve grandes. Más próximos, sus partidos con Justin Henin,
a quien superó en la final de Australia de 2010. La belga tiene también 33
años. Cerró definitivamente su etapa profesional en 2011, debido a una grave
lesión en el codo. Serena vive ajena al tiempo, saltando de generación en
generación.
Garbiñe Muguruza la sorprendió con un doble 6-2 en
la segunda ronda de Roland Garros, en 2014, en el segundo de sus cuatro
enfrentamientos. «Me gusta jugar contra ella. Es inteligente, veterana, y sabe
usar sus armas. Intimida mucho. Antes de aquel partido nos cruzamos en el
vestuario y mantuvo la mirada firme, desafiante», recuerda la
hispanovenezolana, cuyo último cruce ante ella se produjo en la final de
Wimbledon. «Te destruye. No te da ritmo. Juega mucho con su presencia física y
su capacidad de hacer sentir pequeña a la adversaria», añade Budó, quien
coincide con Garbiñe en que más allá de eso se trata de una jugadora correcta,
deportiva, ajena a la arrogancia.
El 18 de febrero de 2014 inauguró la sexta etapa al
frente del ranking. Las más veteranas de quienes la siguen en el top ten son
Maria Sharapova, tercera, y Lucie Safarova, sexta, ambas con 28 años. Ana
Ivanovic, séptima, los cumplirá en noviembre. Sharapova se ha acercado como
ninguna otra a la orilla, si bien su saldo en el cara a cara con Williams
resulta descorazonador. Ha perdido 18 de los 20 partidos entre ambas. Las dos
únicas victorias se produjeron en 2004. Pese a las diferencias cualitativas con
la rusa, que posee cinco majors, hay un dato significativo a la hora de evaluar
el global de sus ingresos. El último número de la revista Forbes cifra en 29
millones de dólares las ganancias de Sharapova, frente a los 24 millones de
dólares de Serena. Brotan, cómo no, connotaciones racistas, respaldadas por las
palabras de la protagonista de este artículo. «Si ellos quieren hacer mercado
con una chica blanca y rubia, es su decisión. Yo tengo muchos sponsors
encantados de poder trabajar conmigo. No digo que yo debería ingresar más
porque he ganado más sobre la pista; estoy feliz por ella porque ha trabajado
mucho. Hay suficiente para todos encima de la mesa. Quizás no esté para mí ser
la número 1 en esa lista. Seremos positivos para que una persona negra pueda
serlo». Nunca ha eludido su compromiso racial. Esta primavera regresó al torneo
de Indian Wells después de 14 años de deliberada ausencia. En 2001, cuando
disputaba la final ante Kim Clijsters, sufrió sonoros abucheos e insultos
racistas que el público hizo extensivos a su hermana Venus y a su padre,
Richard, cuando éstos llegaban a la grada para presenciar el encuentro. Venus
no había podido disputar la semifinal frente a ella debido a una lesión.
Serena se declara deudora de Althea Gibson, la
primera mujer afroamericana en disputar un torneo profesional y la primera,
ampliado el mérito al circuito masculino, en conquistar un torneo del Grand
Slam; de Zina Garrison, finalista de Wimbledon en 1990; de su hermana mayor,
Venus, con siete grandes en su haber, y del inolvidable Arthur Ashe, vencedor
en Australia, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos, y también recordado por
su conmovedora lucha contra cualquier discriminación. «Abrieron muchas puertas
para mí. Yo, simplemente, estoy abriendo la próxima puerta para la siguiente».
Por
JAVIER MARTÍNEZ/El Mundo
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