UN CONGRESO SALPICADO POR LA CORRUPCIÓN DECIDE ESTE DOMINGO EL FUTURO DE ROUSSEFF
RÍO DE JANEIRO (16 Abril 2016).- Más de un centenar
de legisladores del Congreso brasileño que decide el futuro de la presidenta,
Dilma Rousseff, tiene cuentas pendientes con la Justicia o está bajo
investigación.
El pleno de la Cámara Baja, compuesto por 513
legisladores, debate en una sesión maratoniana -que comenzó el viernes y
concluirá con la votación de este domingo- si existen motivos para avanzar en
un juicio político con fines destituyentes contra Rousseff.
Lo más sorprendente es que, al menos 50 de esos
legisladores están acusados de delitos -en su mayoría vinculados con
corrupción- y otro centenar está bajo investigación.
Ningún tribunal ha acusado a Dilma Rousseff, pero la
oposición sostiene que existen motivos para su destitución por maquillar las
cuentas públicas en 2014 y 2015, modificar los presupuestos por decreto y
contratar créditos con la banca pública.
Una acusación, denuncia el gobernante Partido de los
Trabajadores (PT), que esconde un intento "golpista" de tumbar al
Ejecutivo.
Entre los "verdugos" de Rousseff está su
vicepresidente, Michel Temer, del poderoso Partido del Movimiento Democrático
Brasileño (PMDB), que asumiría la Presidencia si finalmente prospera la
destitución de la mandataria y quien enfrenta también una amenaza de juicio
político.
El otro gran impulsor del "impeachment"
(proceso de destitución) es Eduardo Cunha, portavoz de la Cámara baja, del
PMDB, acusado de lavado de dinero, de recibir sobornos y de mantener en secreto
cuentas opacas en el exterior.
Pero Cunha no es el único. En las filas del PMDB,
que durante décadas ha actuado como la llave de los gobiernos de distintos
colores políticos, hay otros dirigentes con causas pendientes con la Justicia.
El presidente del Senado, Renan Calheiros (PMDB),
está bajo investigación por supuestos sobornos en negocios para la petrolera
estatal Perobras.
La lista de investigados también es larga en el PT,
empezando por el propio expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en la mira de
la Justicia por su presunta vinculación con la corrupción en Petrobras.
Lula no está en el Parlamento, pero varios
legisladores del PT arrastran causas pendientes por corrupción, en su mayoría
vinculados con el escándalo de la petrolera.
El Senado replica el modelo. De los 81 senadores que
tendrán en sus manos el futuro de Rousseff si el Congreso da mañana luz verde
al "impeachment", varias decenas tienen asuntos legales pendientes.
Entre ellos Gleisi Hoffman, jefa del Gabinete de
Rousseff durante su primer mandato, investigada por el escándalo Petrobras.
La corrupción se extiende como un mal endémico entre
la clase política brasileña y salpica también a partidos más modestos, como el
PP, el Partido Progresista, con varios de sus miembros investigados por el caso
de la petrolera.
Tampoco las malas experiencias parecen servir de
escarmiento a algunos políticos, como al expresidente Fernando Collor de Mello,
que tuvo que renunciar al cargo en 1992 en medio de un "impeachment"
-similar al de Rousseff- y ahora es investigado por sus presuntos vínculos con
las irregularidades en Petrobras.
Al escándalo de la gestión de Collor de Mello siguió
un rosario de casos en los últimos años, como el Mensalao (2005), la llamada
mafia de las ambulancias (2006) -un grupo de legisladores que desviaba fondos
destinados a la compra de estos vehículos- o el último, el de Petrobras,
destapado en las investigaciones del "Lava Jato", un proceso que
comenzó indagando el fraude en cadenas de lavado de autos y gasolineras y que
ha sacudido al sistema político del país.
Casos como estos hacen que Brasil aparezca en el
puesto número 76 del Índice de Percepción de la Corrupción de la ONG
Transparencia Internacional sobre un conjunto de 168 países.
Para Manuel Sanches, profesor de Ciencias Políticas
de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), a pesar de estos datos
"no existe una crisis institucional, pero sí de credibilidad" "La población ya no respeta a las
autoridades. La credibilidad se perdió debido a una tensión entre los poderes.
El Ejecutivo ataca al Legislativo de una manera muy violenta y viceversa",
explica a Efe.
"La información sobre casos de corrupción, como
el de Petrobras, mina la credibilidad de la propia presidenta, de los
ministros, de los expresidentes y de los representantes del legislativos",
continúa.
En este escenario, no es de extrañar que miles de
brasileños hayan decidido en las últimas semanas no tomar partido ni por
Rousseff ni por sus detractores y hayan salido a las calles a gritar
"Fuera Todos".
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