AFP: VENEZUELA, PAÍS EN QUE UNA HAMBURGUESA CUENTA 170 DÓLARES POR PROFUNDA CRISIS
CARACAS (21 Mayo 2016).- Si un visitante es tan
desafortunado que solo puede pagar con una tarjeta de crédito internacional en
Venezuela, los precios le harán pensar que se encuentra en un lugar aún más
caro que Tokio o Zúrich, reseñó AFP.
Una hamburguesa cuesta 1.700 bolívares, el
equivalente a 170 dólares al cambio oficial de 10 bolívares por dólar, y una
noche de hotel 69.000 bolívares, es decir, 6.900 dólares.
Por supuesto que ningún comerciante pone precios
tomando como referencia la tasa oficial, sino la del mercado negro, en el cual
un dólar se cambia por 1.000 bolívares.
Pero también para los venezolanos que ganan en
bolívares, las cosas son increíblemente caras debido a la hiperinflación en esta
economía altamente dependiente de las importaciones.
Incluso para la clase media, que se desliza hacia la
pobreza, una hamburguesa o una noche de hotel están fuera de su alcance.
“Todo el mundo está bajando. No podemos respirar”,
dice a la AFP Michael Leal, de 34 años y gerente de una óptica.
Tiendas
clausuradas
En Chacao, un barrio de clase media de Caracas, un
grupo de oficinistas hace fila frente a una tienda de víveres para comprar el
almuerzo más barato posible. A su alrededor, los restaurantes están vacíos.
Vista por encima, Caracas se parece a cualquier otra
ciudad de América Latina, con rascacielos, autopistas de tráfico intenso y
peatones que caminan de prisa.
Pero una mirada un poco más atenta descubre un
profundo malestar económico. Muchas tiendas, especialmente de productos
electrónicos, bajaron sus cortinas.
“Esto es horrible ahora”, dice Marta González, de 69
años y dueña de una tienda de productos de belleza.
“No hay compras, solo compran comida”, añade la
mujer al tiempo que atiende a un cliente que paga con tarjeta de débito un par
de afeitadoras desechables.
Un cartel pegado en la caja registradora indica “No
aceptamos tarjetas de crédito”.
Filas
y filas
En el mismo barrio, un moderno y elegante centro
comercial con varios restaurantes con terraza, un espacioso Hard Rock Café y
negocios de cadenas internacionales como Zara, Swarovski o Armani Exchange luce
desierto, salvo por la presencia de sus aburridos empleados.
En contraste, cerca de 200 personas hacen fila
pacientemente para entrar a una farmacia.
No saben exactamente qué van a comprar, pero es la
rutina de estos tiempos, hacer fila para tratar de adquirir algún producto de
higiene personal de precio regulado, como por ejemplo la crema dental, antes de
que se agote, lo que ocurre usualmente en pocos minutos.
“Hacemos esto todas las semanas. No sabemos qué
vamos a poder comprar”, dice Kevin Jaimes, vendedor de autopartes de 21 años
que espera junto a su familia. “Lo difícil es cuando hay una cola gigante y
todo está agotado antes de llegar”, añade.
Cuando no se logra adquirir los productos de precio
regulado en los comercios, la única alternativa es acudir a los revendedores en
el mercado negro, que los ofrecen cien veces más caros.
Jaimes vive con su familia, integrada por un total
de siete personas, y trata de arreglárselas con un salario de 35.000 bolívares
mensuales, en realidad unos 35 dólares.
Demasiado poco como para que pueda siquiera plantearse
ir una vez al cine del centro comercial, donde la entrada cuesta 8.800
bolívares.
Si consiguiese algún modo para entrar al cine, la
cartelera ofrece las mismas películas que se exhiben en Estados Unidos:
“Capitán América: civil war”, “El libro de la selva” y “Angry Birds, la
película”.
Pero una ida al cine y una bolsa de palomitas de
maíz son lujos que muy difícilmente pueden permitirse los venezolanos por estos
días.
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