LA HABANA (30 Noviembre 2016).- Cuba no ha dormido.
Cuba hace varios días que no duerme. También es una Patria que guarda silencio,
que rinde tributo, que hace honores.
Para miles hoy amaneció más temprano. Es que Cuba
tiene amaneceres brillantes desde hace casi seis décadas.
En la plaza de la Revolución José Martí ya hay mucha
gente que espera, vienen a acompañar una vez más a su líder: a Fidel, a Alejandro,
al hombre que se hizo pueblo.
El batallón de ceremonia aguarda. Son jóvenes, muy
jóvenes y marchan impecables.
Dan las seis y resuenan las salvas de artillería,
como para recordar que se hace silencio, porque suenan más fuerte, estremecen.
Es hora también de izar la bandera. A media asta,
porque es la hora de un grande.
Y entonces, las primeras luces. Es un amanecer
tranquilo, fresco como para arrullar, porque en el seno de la Patria se arrulla
a un buen hijo.
A la salida del Ministerio de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias, aguarda una escolta amiga, compañera: los Generales de Cuerpo
de Ejército, Leopoldo Cintra Frías, Joaquín Quintas Solá y Ramón Espinosa
Martín.
Se interrumpe el silencio a la voz de firme. Son
poco más de las siete de otro 30 de noviembre. Tal parece que las páginas de la
historia cubana gustan de las coincidencias, como para que no haya olvidos.
Dos soldados cargan el tesoro, ese que va envuelto
en la bandera de la estrella solitaria, que va contenido entre maderas de
cedro, y en letras doradas se confirma un nombre: Fidel Castro Ruz. Una urna de
cristal es colocada encima para resguardar los restos.
Detrás viene Raúl, el hermano, el compañero, la
familia que llega a la despedida antes de la partida hacia lo eterno. Allí
también los amigos de lucha.
El armón que trasladará las cenizas viste flores
blancas. Los soldados, como acariciando, colocan la urna. La escolta amiga ya
está en posición. Montarse, es la orden de mando. Y echan a andar entonces.
Y cientos de kilómetros esperan por delante,
rememorando en sentido inverso la Caravana de la Libertad que celebrara
entonces el triunfo.Y triunfante vuelvea Santiago, a estar cerca de Martí.
Comienza el recorrido primero hacia la plaza, luego
una ciudad, otra, Cuba entera… Comienza entonces el clamor infinito que da
vivas y glorias a Fidel, a Alejandro, al hombre que se hizo pueblo.
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