KISLAY, EL HOMBRE DE PUTIN EN WASHINGTON

El exasesor presidencial, el general (r) Michael Flynn, y el fiscal Jeff Sessions tienen algo en común: sus nexos con el embajador Sergey Kislyak. Flynn renunció por haberse comunicado con él durante la campaña; Sessions anda en problemas por lo mismo.

Antes de que Donald Trump fuera elegido presidente, antes de que Barack Obama llegara a la Casa Blanca, Sergey Ivanovich Kislyak ya era el embajador ruso en Washington. Puede que no sea conocido, pero no es ningún aparecido. No se trata de un diplomático cualquiera, sino del responsable de la debacle de dos de los escuderos de Donald Trump: el exasesor en Seguridad Nacional, el general (r) Michael Flynn, y el fiscal Jeff Sessions.

Kislyak es un viejo zorro. Nacido en 1950, entró en 1977 al Ministerio de Relaciones Exteriores de su país, dando inicio a una larga carrera, durante la cual hizo parte de la Misión Permanente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ante la ONU y de la Embajada en Washington. Eran los años de Ronald Reagan y Mijail Gorbachov. El preludio del fin de la Guerra Fría y el nacimiento de la Federación Rusa.

En 1989 fue designado vicedirector del Departamento de Organizaciones Internacionales. Y en 1991, ya extinta la URSS, fue designado como vicedirector del Departamento de Cooperación Científica y Técnica. Siguió escalando posiciones y en 1998 volvió a salir de su país, esta vez para ser embajador en Bélgica y, a la vez, el enlace entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Sus credenciales hicieron que en 2003 se convirtiera en el viceministro de Relaciones Exteriores. Hasta 2008, cuando fue enviado a Estados Unidos.

El gobierno de George W. Bush finalizaba y un tal Barack Obama llegaba a la Casa Blanca. Fue el inicio de una guerra fría de ocho años entre Estados Unidos y la Federación Rusa. Hasta que apareció Donald Trump diciendo que si fuera presidente se acercaría a Rusia. Trump, viejo conocido del presidente ruso Vladimir Putin, fue visto con muy buenos ojos por el Kremlin.

Y Kislyak, como embajador ruso, fue clave en los acercamientos con la campaña de Trump. Acercamientos que apenas ahora se conocen pero que ya han puesto en apuros a personas muy cercanas al presidente Donald Trump.

Primero fue Flynn. El general en retiro renunció el pasado 14 de febrero a su cargo como asesor en Seguridad Nacional del presidente Trump. Llevaba apenas 24 días. Lo hizo al conocerse que antes de la posesión de Donald Trump se había comunicado con funcionarios del gobierno ruso para hablar de las sanciones que Estados Unidos le impuso a Rusia, por su rol en el conflicto en Ucrania. ¿Con quién se comunicó Flynn? Con el embajador Kislyak.

Otro que se comunicó con el diplomático ruso fue el hoy fiscal Jeff Sessions, aunque este lo negó cuando se le preguntó al respecto. Por ello ya hay quienes piden su renuncia, por haberle mentido al Senado y por haberse comunicado con Kislyak en dos ocasiones durante la campaña presidencial: en julio y en septiembre del año pasado, precisamente, en momentos en los que se hablaba de que Rusia estaba interfiriendo en las elecciones estadounidenses.

Algunos miembros de la Comisión Judicial de la Cámara han pedido, incluso, que se investigue a Sessions por estos hechos. “Nos gustaría solicitar al FBI y a la Oficina del Fiscal de Washington, DC, el inicio de una inmediata investigación criminal sobre los hechos, que podrían (haber infringido) una serie de leyes penales, incluyendo la mentira al Congreso y el perjurio” , dice la carta firmada por representantes, en su mayoría, demócratas.

Sessions ha respondido que nunca se ha “visto con funcionarios rusos para discutir sobre temas de la campaña” , que sus conversaciones con el embajador Kislyak fueron como senador. El presidente Trump ha dicho que tiene “confianza total” en su fiscal. Su situación no es tan crítica como la del general (r) Flynn. Pero, para sus opositores, Sessions tiene, por lo menos, que declararse impedido para investigar la supuesta interferencia rusa en las elecciones.

El gobierno ruso, como ya se ha vuelto costumbre, se ha abstenido de opinar al respecto. Ha agitado el avispero y se ha ido. Mientras que Estados Unidos se polariza, en parte, gracias al embajador ruso. El pragmatismo ruso se impone y eso que han pasado 43 días desde la posesión de Donald Trump. Aunque muchos, hasta Hillary Clinton, especulaban que Trump iba a ser un presidente de bolsillo para el presidente ruso Vladimir Putin. Esto, hasta ahora, no ha ocurrido y ya ha habido ocasiones en las que Estados Unidos se ha desmarcado de Rusia.


Lo que sigue siendo una constante es la capacidad que tienen los rusos de inmiscuirse calladamente en la política de quien fuera su rival durante la Guerra Fría. Y eso se debe, en gran parte, a la labor que ha ejercido durante ocho años el embajador Sergey Ivanovich Kislyak.

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