WASHINGTON
(20 Agosto 2018).- El gobierno de Obama en su mayoría marginó a Orban, evitando
contactos bilaterales de alto nivel como castigo por sus tendencias
autoritarias progresivas. Ahora, el gobierno de Trump está dando un giro radical,
que señala un nuevo compromiso con Hungría, así como con la cercana Polonia.
En la
Hungría rural, el primer ministro Viktor Orban domina el paisaje mediático. Sus
aliados controlan los principales periódicos regionales, que brindan cobertura
de apoyo a la agenda antinmigrante de Orban y su erosión metódica de los pesos
y contrapesos democráticos del país. Los medios independientes y críticos son
casi inexistentes.
No obstante,
en noviembre pasado, parecía que todo eso cambiaría, aunque fuera un poco, ya
que el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció un subsidio de 700.000
dólares para fomentar los medios de comunicación independientes en las zonas
rurales de Hungría. Para el Departamento de Estado, el subsidio continuaría un
prolongado esfuerzo de Estados Unidos para promover la libre expresión. Para el
gobierno de Orban, fue otra provocación de Estados Unidos, un país que había
tratado al primer ministro como un paria desde 2012.
Se
identificó a los finalistas que recibirían el subsidio. Sin embargo, de manera
inesperada, la selección de los beneficiarios fue diferida en julio, y el
Departamento de Estado anunció que el dinero podría usarse en otras partes de
Europa.
“Una enorme
victoria”, declaró Andras Simonyi, el exrepresentante de Orban en la OTAN y
después embajador de Hungría en Washington. “Esto envía un mensaje de que
Hungría está bien, de que Hungría es una democracia”.
Durante
años, el gobierno de Orban ha anhelado contar con la validación de Washington,
y para ello ha gastado millones de dólares en cabildeo, principalmente en vano.
El gobierno de Obama en su mayoría marginó a Orban, evitando contactos
bilaterales de alto nivel como castigo por sus tendencias autoritarias
progresivas. Los diplomáticos estadounidenses, al igual que el mismo presidente
Barack Obama, criticaron las medidas enérgicas de Orban contra la sociedad
civil.
No obstante,
ahora el gobierno de Trump está dando un giro radical, que señala un nuevo
compromiso con Hungría, así como con la cercana Polonia. El cambio ha alarmado
a muchos defensores de la democracia y el Estado de derecho, incluso mientras
otros argumentan que la estrategia de Obama de tratar de aislar a Orban no tuvo
éxito y creó aperturas para la influencia china y rusa.
El
presidente Donald Trump no ha ocultado su simpatía por los líderes autócratas,
aunque sus halagos muchas veces no han estado en sintonía con las políticas de
su gobierno. Al menos en lo que respecta a Orban, la política estadounidense
parece estar siguiendo el ejemplo de Trump.
“El
presidente Trump piensa que es un líder muy fuerte”, dijo en una entrevista
David B. Cornstein, amigo de toda la vida de Trump que se convirtió en
embajador de Budapest en junio. “Y nuestro presidente admira a los líderes
fuertes y espera que esta relación mejore”.
Para algunos
diplomáticos y analistas europeos, el cambio radical de Trump en Hungría
profundiza su creencia de que su gobierno está tratando de dividir a la Unión
Europea, un bloque al que considera un poderoso competidor comercial. Con
frecuencia, el presidente estadounidense ha criticado a la Unión, incluso ha
dicho que es una “enemiga” comercial, mientras que alaba las fuerzas
insurgentes y populistas del continente europeo. Su exasesor principal Steve
Bannon está tratando de crear una alianza de políticos de extrema derecha a lo
largo de Europa antes de las elecciones del Parlamento Europeo del año próximo
y su nuevo embajador de Alemania, Richard A. Grenell, ha dicho que espera
empoderar a las fuerzas conservadoras en todo el continente.
“Creo que
están usando a Hungría como usan a otros países de Europa con liderazgos
nacionalistas: para dividir a la Unión Europea”, manifestó Jiri Pehe, quien fue
jefe de gabinete del presidente checo Vaclav Havel en la década de 1990. “Está
bien que estén poniendo esta fachada en Washington en relación con su apertura
con Hungría, diciendo que es un esfuerzo para mantener a Hungría en la alianza
del Atlántico, pero esto definitivamente no contribuye a que Hungría se vuelva
más euroatlántica”.
“Esto
legitima la influencia rusa en Hungría”, agregó Pehe, quien ahora es director
del campus de la Universidad de Nueva York en Praga.
Orban, con
un programa para construir lo que llama una “democracia intolerante”, es el
líder populista con mayor influencia de Europa; ha cultivado vínculos con el
presidente ruso Vladimir Putin, también ha hecho un llamado a una “revolución
contracultural” dentro de la Unión Europea, y se ha autonombrado el protector
de la identidad cristiana de Europa. Sus críticos argumentan que ha socavado
los pesos y contrapesos del país, manipulado el mapa electoral y puesto al
poder judicial en manos de uno de sus amigos más antiguos.
Esta es la
razón por la cual Orban batalló para tener influencia en Washington durante los
años del gobierno de Obama, a pesar de hacer un esfuerzo auténtico. Su gobierno
donó millones de dólares a decenas de grupos de investigación, fundaciones
culturales, fondos para becas y cabilderos estadounidenses, la mayoría de los
cuales canalizó a través de la Fundación de Iniciativas Húngaras, que está
registrada como una empresa en Delaware pero es propiedad, según las leyes
húngaras, de la oficina de Orban.
Trump, por
supuesto, ha criticado fuertemente a los medios estadounidenses, diciendo que
los periodistas son “los enemigos del pueblo”. Además, las presiones a los
medios independientes en Hungría están bien documentadas: poco después de que
se difirió el subsidio estadounidense, una revista que criticaba a Orban, Heti
Valasz, anunció su cierre. Un aliado de Orban asumió el control del canal de
televisión privado HirTV.
“No creo que
se pueda separar esta decisión política de un gobierno que claramente ha
minimizado el apoyo a los derechos humanos y las instituciones democráticas en
el extranjero”, dijo Robert G. Berschinski, quien fue subsecretario de Estado
para la democracia y los derechos humanos de 2016 a 2017. “Este gobierno
sencillamente no está dando prioridad a esos temas”.
“Tanto Trump
como funcionarios clave del Departamento de Estado parecen dispuestos a tolerar
el abandono del gobierno húngaro de la democracia liberal, aunque sea por
motivos ligeramente distintos”, agregó.
No obstante,
otros están en desacuerdo, incluyendo a algunos críticos de Orban y Trump.
Debido a que las tácticas agresivas de Obama no lograron controlar a Orban,
valía la pena intentar una estrategia más quietista, manifestó Simonyi, el
exembajador húngaro en Washington.
“Quiero ver
a Estados Unidos hacer un esfuerzo auténtico por mantener a estos tipos en
nuestra órbita occidental”, dijo. Tal vez no nos guste, a muchos de mis amigos
liberales en Budapest tal vez no les guste, pero se tiene que hacer”.
“Hablar con
este tipo es en beneficio de los intereses occidentales”, continuó.
Desde que se
convirtió en embajador de Budapest en junio, Cornstein ha defendido la
Universidad Centroeuropea, una institución estadounidense en la ciudad que
Orban ha tratado de cerrar debido a sus conexiones con George Soros, el
financiero y filántropo húngaro-estadounidense a quien Orban ha retratado como
el enemigo del Estado húngaro. Cornstein prometió en una entrevista
pronunciarse duramente en privado si personalmente llegaba a la conclusión de
que el gobierno de Orban era una amenaza al Estado de derecho.
“Si ves algo
que no es democrático, algo que está dañando al gobierno y el pueblo de
Hungría, debes decir algo al respecto”, dijo. “Pero hay que hacerlo en privado.
No emites esa opinión primero frente a los medios”.
Por PATRICK KINGSLEY/The New York Times
No hay comentarios.: