PASAJEROS DEL CRUCERO MS BRAEMAR YA ESTÁN EN REINO UNIDO E IRLANDA DEL NORTE, VIAJARON DESDE CUBA
LA HABANA, Cuba (19 Marzo 2020).- Ayer, miércoles,
nuestra Isla fue protagonista de uno de los acontecimientos más notables de
este joven siglo XXI. Y los premios no fueron, para sorpresa de muchos, la
vanagloria insípida de terminar con éxito una acción de alto riesgo.
Cuba no hizo más que reafirmar la convicción de
continuar ayudando, en Nicaragua, en Venezuela, y en cada rincón de este mundo
donde hagan falta una bata blanca y un poco de sensibilidad; o donde la palabra
Covid-19 le rompa, como huesos, un par de valores a la sociedad.
Porque la fuerza motriz del pueblo y Gobierno
cubanos es la solidaridad, escrita en mayúsculas, como mayúsculo es el legado
del hombre que nos heredó ese y otros tantos tesoros intangibles.
Lo sucedido este miércoles en el puerto del Mariel,
más allá de los titulares que acaparó con justeza, se traduce en la palabra
humanidad; esta vez, calada en el alma de los que vivieron la experiencia con
tintas de disciplina y de profesionalidad extremas, los que vivieron un golpe
de bien tan calculado, que borró de un tirón el miedo y el escepticismo; ese miedo
animal que, confieso, también yo sentí.
Pasajeros al subir al avión luego de salir del crucero MS Braemar. |
El crucero MS Braemar, que rebotó entre puertos de
esta parte del mundo hasta asirse de las buenas intenciones cubanas, vibró
tanto de
emoción como los locales mismos, ante un acto que no
por desprendido y afable, dejó de pensarse y ejecutarse con la precisión
quirúrgica a la que nos tiene acostumbrados el país en este tipo de lides.
Tendrían que olvidarse los desagradecidos del
combate nuestro al ébola en África, a las cataratas en los ojos de América
Latina, al cólera de Haití, y a las heridas de tantos terremotos y ciclones por
todo el mundo. ¿Por qué este nuevo tipo de coronavirus haría la excepción?
Y es que Cuba no solo salvó vidas durante un día,
que duró dos madrugadas, sino que dio a este mundo una lección de nobleza y
solidaridad, y dejó una puerta abierta para invitar a ser más generoso.
En un ambiente entrópico y de jungla, donde muchos
hombres y naciones no comprenden que dejar morir a mil personas no está bien, y
que ayudarlas debiera ser, cuanto menos, un reflejo humano, Cuba se contrapone
(y, por ende, molesta) al divorciarse de las conductas mezquinas que ha
destapado esta temible enfermedad.
La osadía de evacuar el crucero británico con amor y
respeto por la vida, no es siquiera el principio de lo que este país puede
ofrecerle a la época.
«Yo te
quiero, Cuba», decían los salvados en su cartel; «yo quiero un mundo con muchas
Cubas», pensaba yo.
Por ABEL REYES MONTERO/Granma
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