ESTADOS UNIDOS PAGA A LOS FABRICANTES DE VACUNAS ANTES DE PASAR LAS PRUEBAS
WASHINGTON (20 Julio 2020).- Dicen que la ciencia
exige paciencia pero en tiempos de pandemia y elecciones el presidente
estadounidense, Donald Trump, quiere que la vacuna contra el coronavirus –o su
anuncio– llegue cuanto antes, lo más rápido posible. La intención está escrita
en el nombre del plan del Gobierno federal organizado para asegurar su
distribución en el país: Warp Speed Operation. Literalmente, operación
Velocidad de la Luz.
El mecanismo es sencillo pero muy caro: subvencionar
con miles de millones de dólares la producción de vacunas antes incluso de que
hayan pasado las pruebas clínicas finales, para que en cuanto se sepa que son
eficaces y seguras se pueda comenzar la producción de inmediato. Si, como evoca
el nombre del plan, la carrera por la vacuna fuera La guerra de las galaxias, a
la velocidad de la luz, simplemente tocando un botón.
Un
plan caro y polémico
El objetivo del programa, anunciado en mayo, es
tener 300 millones de dosis listas en enero del 2021, suficientes para proteger
hasta el 90% de los estadounidenses. “Un esfuerzo científico, industrial y
logístico masivo diferente a todo lo que nuestro país ha visto desde el
proyecto Manhattan”, asegura el presidente estadounidense en alusión al plan
que llevó al desarrollo de la bomba nuclear en los años 40.
En una primera fase, el Gobierno seleccionó catorce
proyectos de vacuna. Los datos no son totalmente públicos pero de momento han
firmado acuerdos con cinco: Johnson & Johnson, Sanofi, Moderna y
AstraZeneca en asociación con la Universidad de Oxford. Este mes, la Operación
velocidad de la luz ha adjudicado el que hasta ahora es su mayor contrato,
valorado en 1.600 millones de dólares, a Novavax. La pequeña y desconocida
farmacéutica de Gaithesburg (Maryland) planea tener la vacuna contra la Covid a
finales de este año.
A cambio de la ayuda, la empresa se compromete a
entregar 100 millones de dosis –suficientes para unos 50 millones de personas,
aunque aún debe determinarse si será necesario aplicar dos por individuo–
empezando su distribución a finales del 2020. El anuncio provocó cierto
asombro: la empresa biotecnológica no ha puesto nunca un producto propio en el
mercado. Hasta ahora, el mayor contrato se había firmado con AstraZeneca en
mayo, por 1.200 millones de dólares.
Los ensayos de la vacuna de Moderna, realizados en
colaboración y con fondos del NIAID (Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades
Infecciosas, dirigido por el prestigioso doctor Anthony Fauci) han costado por
ahora unos 4.200 millones. Moderna, que trabaja en una inmunización basada en
tecnología genética que nunca se ha usado antes en vacunas, ha recibido unos
500 millones. De acuerdo con la agencia Reuters, el retraso anunciado esta
semana en el comienzo de la fase 3 de las pruebas se debe a diferencias entre
los científicos de la empresa y del Gobierno.
Desconfianza
de la sociedad
Los criterios con los que se está llevando a cabo la
selección de candidatos son demasiado opacos para el gusto del Congreso, que ha
reclamado más información sobre cómo se está gastando el dinero. La operación
está liderada por un exejecutivo de GlaxoSmithKline (GSK) , Moncef Slaoui, y el
general Gustave Perna, experto en logística, y cuenta con los medios de varias
agencias del Departamento de Salud y el Pentágono. El proyecto tiene un
presupuesto de 10.000 millones de dólares pero el Gobierno cuenta con acceso a
otras líneas de financiación internas.
“Vamos a pedir cuentas a esta Administración para
evitar que se repitan los errores y retrasos del pasado”, advirtió la senadora
demócrata Patty Murray en la apertura de una reciente audiencia. Los senadores
pidieron información sobre los criterios de selección de candidatos, el tipo de
investigaciones que se está privilegiando, los riesgos de reducir la lista de
beneficiarios y posibles conflictos de intereses.
Antes de dejar su puesto en GSK, Slaoui se sentaba
en el consejo de Moderna, donde tenía acciones. Después de revelarse el dato y
de la publicación de los resultados de sus primeros ensayos, que multiplicaron
por seis su valoración, el Gobierno ha dicho que donará los beneficios
obtenidos por su venta. Contratado como empleado externo, Slaoui mantiene
acciones en otras empresas biotecnológicas implicadas en la búsqueda de una
vacuna contra el coronavirus.
Por otro lado, varios expertos han advertido del
riesgo de que el secretismo que rodea al proyecto alimente las ya de por sí
arraigadas teorías conspirativas sobre las vacunas en EE.UU. y lleve a parte de
la población a darle la espalda. Solo el 50% de los estadounidenses están
decididos a vacunarse contra la Covid cuando haya un producto disponible, según
una encuesta publicada en mayo por la Universidad de Chicago y la agencia AP.
¿Compartirá EE.UU. sus hallazgos con el mundo?
Algunos especialistas lo dudan. “Hay muchas razones para pensar que la Administración
Trump no compartirá de manera equitativa vacunas y medicinas esenciales para
combatir la pandemia. Ha operado de acuerdo a su plataforma América Primero y
parece claro que se querrá asegurar la mayor parte de la producción mundial”,
ha declarado a la agencia Efe Lawrence Gostin, director del Instituto de Salud
Global de la facultad de Derecho de Georgetown.
“Este poder para acaparar será mayor si EEUU. es el
primero en conseguir la vacuna”, añade Gostin, que evoca el precedente de la
orden de la Casa Blanca de comprar casi toda la producción de remdesivir, de la
farmacéutica estadounidense Gilead, que ha demostrado eficacia en pacientes
graves de la Covid-19.
Por BEATRIZ NAVARRO/La Vanguardia
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