MUERE OLIVIA DE HAVILLAND, ÚLTIMO ÍCONO DEL HOLLYWOOD CLÁSICO

BARCELONA (26 Julio 2020).- Olivia de Havilland, la última estrella del Hollywood clásico que nos quedaba, ha fallecido a la edad de 104 años en París, por causas naturales. La ganadora de dos Oscar a la mejor actriz por sus papeles en La vida íntima de Julia Norris en 1946 y La Heredera de 1949, era sin embargo recordada por su interpretación de la estoica Melanie Hamilton Wilkes en el clásico de 1939 Lo que el viento se llevó .
Su hermana, Joan Fontaine, a la que la unía, es un decir, una profunda rivalidad, había fallecido en 2013. Se llevaban apenas un año, Olivia era la mayor, y por eso fue Joan la que tuvo que buscarse un nombre artístico, para que nadie las relacionara, pues se odiaban.
Ambas nacieron en Tokio, donde su padre, el británico Walter de Havilland, ejercía de abogado. La madre, Lilian Rusel, era en cambio actriz. El matrimonio no cuajó, y las dos hermanas que ya tanto se detestaban viajaron con su madre a California, donde Lillian se casó con un tal Fontaine. Ambas debutaron además en Hollywood al mismo tiempo, justo en el mismo año 1935, y tuvieron carreras más o menos parejas, aunque Olivia siempre fue la más grande.



Joan sólo obtuvo un Oscar, por Sospecha (Alfred Hitchcock, 1941), y su carrera cinematográfica fue mucho más corta, se retiró del cine a finales de los 60. Olivia tardó más en ser recompensada, pero se llevó dos, y no se retiró hasta los años 80. Su primera estatuilla llegó con Vida íntima de Julia Norris, un gran melodrama de Mitchell Leisen en el que daba vida a una mujer que seguía de lejos la vida de su hijo ilegítimo, al que se había visto obligada a abandonar para evitar el consabido escándalo, y otro por la no menos melodramática La heredera (1949), de William Wyler, en la que se enamoraba de Montgomery Clift, que a lo mejor estaba más enamorado de su dinero. Ninguna de las dos felicitó a la otra por su dorada estatuilla.
Olivia ganaba también a Joan en cuanto a número de nominaciones infructuosas. La primera le llegó como secundaria por Lo que el viento se llevó en la ceremonia de 1940, por un papel que Joan se jactó de haber rechazado antes de que se lo ofrecieran a ella; la segunda nominación, ya como protagonista por Si no amaneciera (1941), otra gran película de Leisen, y también estuvo nominada por la pesadillesca Nido de víboras (1948), donde bajaba a los infiernos de una institución mental para mujeres.
Todo papeles muy dramáticos, del gusto de la Academia de Hollywood, aunque Olivia de Havilland no sólo llegó a Hollywood para hacer correr ríos de lágrimas, sus primeros años fueron más desenfadados, acompañando a menudo a Errol Flynn en aventuras dirigidas por Michael Curtiz como El capitán Blood (1935), Robin de los Bosques (1938) o Dodge, ciudad sin ley (1939), entre otras. En total participó en más de 60 películas y series de televisión, antes de retirarse definitivamente en 1988.
Ni siquiera la muerte de su querida madre pudo reconciliarlas. No sirvió más que para cruzar reproches. Cursiosamente, Olivia sólo hizo las paces con Joan una vez esta estuvo muerta y enterrada. Quiso llevar al Tribunal Supremo de Estados Unidos a los responsables de la serie Feud, porque su personaje, interpretado por Catherine Zeta-Jones, llamaba puta a su hermana. El tribunal desestimó el caso. Aunque se apeló a la libertad de expresión, puede que la rivalidad entre las dos hermanas, esparcido como polvo de estrellas, fuese demasiado famosa. Ahora ya pueden hacer las paces.

Por PHILLIPS ENGEL/La Vanguardia

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