JACOB BLAKE, ESPOSADO A LA CAMA, PESE A QUE A NO PODER CAMINAR

NUEVA YORK (30 Agosto 2020).- El caso Jacob Blake, abatido hace una semana en Kenosha (Wisconsin), ilustra de forma clara la magnitud de la tragedia negra en Estados Unidos.
Un policía blanco le pegó siete tiros por la espalda y a quemarropa, con tres de sus seis hijos como testigos. Sobrevive, sí, pero “solo otro milagro”, dice la familia, le permitiría volver a andar. Está paralizado de cintura para abajo.
Y, sin embargo, pese a la evidencia de que la huida era imposible, los agentes lo esposaron a la cama. Explicaron que era una cuestión de procedimiento, al estar detenido por violencia doméstica.
“Un insulto sobre la herida”. comentaron sus allegados. El parte médico es como para echar a correr. Tiene lesiones en la medula espinal, columna vertebral, estómago, riñones, hígado, ha perdido la mayor parte del colon y carece de función intestinal y genital.
Este otro escándalo salió a la luz cuando su padre, también de nombre Jacob Blake, acudió a visitar a su hijo al hospital. “Tenía el acero frío en su tobillo. Estaba encadenado a la cama, ¡pero no puede levantarse!”, clamó en la CNN.
Las cadenas se las retiraron este pasado viernes, una vez que los sus letrados negociaran con el fiscal del distrito de Kenosha. El caso contra Blake continúa, aunque le han dado la libertad a cambio de fianza.
La policía de la localidad de Wisconsin no desveló hasta casi una semana después cómo se produjo el encuentro. Según su versión, el pasado domingo acudieron a ese lugar tras la llamada de una mujer, la misma que el pasado julio presentó denuncia contra Blake, que les alertó de su presencia.
Los uniformados intentaron reducirle, le aplicaron descargas con la pistola eléctrica sin éxito. Los agentes Vincent Arenas y Rusten Sheskey le apuntaron con las armas reglamentarias y le pidieron que se entregara. Sheskey le disparó porque Blake iba meterse en el coche y coger una navaja, que nadie ha visto. Ni el vecino que hizo la grabación. Sus abogados replicaron que Blake pretendía atender a sus hijos.
“No llevaba ningún arma y no se merecía siete tiros”, replicó Justin Blake, uno de sus tíos, que calificó de “insulto” la explicación de la policía. En los medios locales, la mujer que le denunció expresó su lamento. “Le ha disparado numerosas veces sin razón”, dijo.
“Hay dos tipos de justicia en Estados Unidos. Hay un sistema blanco y uno negro. El sistema negro no lo está haciendo tan bien”, afirmó Blake padre desde el escenario de la Marcha a Washington que se celebró este viernes 28 de agosto y que hoy preveía participar en otra en Kenosha.
Hacía alusión a la historia de dos vídeos que capturan dos realidades totalmente opuestas en las calles de esa ciudad.
Uno, en el que un policía le pega siete tiros por la espalda a su hijo. En otro, registrado a los dos días. Kyle Rittenhouse, extremista blanco de 17 años, ha disparado a tres manifestantes –mató a dos, hirió a otro– y se dirige a los policías, con el fusil colgado y los brazos levantados en señal de rendición. Hay quien grita: “Él les ha disparado”. Camina así ante varios coches policiales y no pocos agentes. No le dicen nada. Le detuvieron al día siguiente, en su casa de Illinois.
Le imputan seis cargos, entre estos dos homicidios consumados y uno frustrado. Sus abogados, entre cuyos clientes aparecen figuras trumpistas como Rudy Giuliani, alegaron defensa propia en su misión de vigilante de edificios.

Por FRANCESC PERIÓN/La Vanguardia

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