SI QUIERE OLVIDARSE DE LA COVID-19 VISITE HAITÍ, EL PAÍS MÁS POBRE DE AMÉRICA Y EL MENOS CONTAGIADO POR LA ENFERMEDAD
PUERTO PRÍNCIPE, Haití (21 Febrero 2021).- Con un año de pandemia a cuestas resulta imposible librarse del constante flujo de información sobre la covid-19 y tener la enfermedad en mente casi de forma constante, pero si alguien quiere olvidar el coronavirus que visite Haití, es un lugar donde se puede lograrlo.
Para empezar, la incidencia de la enfermedad es
realmente baja- desde el inicio de la pandemia se han confirmado 12.274 casos y
247 muertes, con una letalidad del 2,01 %, según las últimas cifras oficiales.
Eso en un país con una población de unos once millones
de habitantes que desde hace meses hacen su vida como si la covid-19 no
existiera.
Vivir
de espaldas a la pandemia
Desde que el Gobierno decretó la reapertura del país a
finales de junio pasado, tras un confinamiento de tres meses, la enfermedad no
ha vuelto a condicionar las rutinas de los haitianos, que se pasean sin
mascarilla y no se privan de aglomeraciones.
Muestra de ello es el mercado de Pétion Ville, en la
capital, donde son contadísimas las personas que van con mascarillas, a pesar
un nivel de estrechez tal que cuando pasa un vehículo de cuatro ruedas algunos
vendedores deben mover parte de la mercancía expuesta en el suelo, resultando
entre los peatones un nivel de fricción poco deseable, al menos en plena
pandemia.
¿Por
qué hay pocos contagios?
La baja incidencia podría ser motivo de estudio para
la comunidad científica, aunque para el infectólogo Jean William Pape,
copresidente de la comisión multisectorial de gestión de la COVID-19 en Haití,
la explicación es que, “probablemente, la mayoría de la gente ya se ha
encontrado con la infección” y “están protegidos».
Por eso, “los casos no están aumentando
exponencialmente”, indicó el médico a Efe, descartando que haya o vaya a haber
una segunda ola de la enfermedad en el país, aunque señaló que recientemente sí
“ha habido un aumento de casos” procedente del sector de población que viaja.
“Sin duda, también hay transmisiones comunitarias.
Pero lo que más hemos visto es gente que tiene la oportunidad de viajar y que
tiene hijos que han regresado a Haití desde Estados Unidos y Europa. Son las
personas que pertenecen a una clase más acomodada” y que no ha tomado
precauciones.
La oficina de Naciones Unidas en Haití destacó en su
último informe que el impacto de la pandemia en la salud de la población
haitiana sigue siendo menor de lo esperado inicialmente.
No obstante, subraya el informe, esto no impide que
los efectos de la COVID-19 en la economía mundial empeoren la ya desesperada
situación socioeconómica y humanitaria de Haití.
Un
país entregado al Carnaval
Por otra parte, la detección del virus no parece algo
prioritario en el país, si se tiene en cuenta que los centros de atención
sanitaria gratuita donde se realizan pruebas no atendieron a pacientes durante
varios días en la última semana a cuenta del carnaval, según pudo comprobar Efe
al visitar uno de ellos.
De hecho, el Carnaval se celebró en Haití por todo lo
alto y varias ciudades del país gozaron del raro privilegio de organizar este
año unas de las fiestas carnavalescas más multitudinarias del mundo.
Mientras Río de Janeiro, Venecia o las islas Canarias
cerraron sus puertas a las fiestas de disfraces, las ciudades haitianas de
Jacmel (sur) o Port-de-Paix (norte) vivían en ebullición, con aglomeraciones
multitudinarias en las que participó y bailó hasta el presidente Jovenel Moise.
La
crisis que empequeñece a la COVID-19
El otro gran motivo para no oír hablar de la covid-19
en Puerto Príncipe es la grave crisis política y de seguridad que atraviesa el
país, agravada desde que el pasado 7 de febrero el Gobierno denunció que la
oposición estaba organizando un golpe de Estado.
Ante esta tesitura, y con la oposición dedicada a
promover movilizaciones, las calles de Puerto Príncipe han acogido a diario
protestas para exigir la salida del poder del presidente Moise, manifestaciones
que algunos días pueden llegar a reunir a miles de personas y tornarse
violentas.
Una cuestión, la de la violencia, que también desvía
la atención del tema sanitario, sobre todo si se tiene en cuenta el exorbitante
número de secuestros que se producen en el país.
Según estimaciones de la Red Nacional de Defensa de
los Derechos Humanos (RNDDH) actualmente se producen más de cinco secuestros al
día, indicó a Efe la directora de la organización, Mary Rosy Auguste Ducéna. Un
panorama preocupante que favorece que la gente se olvide de la mera existencia
de la COVID-19.
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