EL MUNDO DESPUÉS DE LA COVID-19: UN ESTUDIO DEL FMI PREVÉ UNA OLEADA DE ESTALLIDOS SOCIALES TRAS LA PANDEMIA
MADRID (21 Febrero 2021).- Verano del 2022. Justo cuando los gobiernos piensan que lo peor ya ha pasado tras llevar a cabo una campaña exhaustiva de vacunas y paquetes billonarios de reactivación económica, el mundo, de repente, se enciende. Hay batallas campales en cientos de ciudades entre manifestantes y policías antidisturbios vestidos al estilo de Robocop . Imágenes de edificios en llamas se proyectan en millones de pantallas de televisión. Los gobiernos caen en elecciones tumultuosas.
No es la próxima entrega de la serie distópica Years
and years sino un escenario que dibuja lo que podría pasar tras la pandemia a
partir de un análisis realizado por los sesudos técnicos del Fondo Monetario
Internacional (FMI).
La
pandemia tampoco es la causa inicial sino un catalizador
“Desde la plaga de Justiniano en el siglo VI y la
Peste Negra del siglo XIV hasta la gripe española del 1918, la historia está
trufada de ejemplos de epidemias que tienen fuertes repercusiones sociales:
transforman la política, subvierten el orden social y provocan estallidos
sociales”, afirman Philip Barrett y Sophia Chen en su informe Las repercusiones
sociales de las pandemias (enero del 2021). Y el periodo tras la covid no tiene
por que ser muy diferente.
¿Por qué? Una posible explicación es que una pandemia
“pone de manifiesto las fracturas ya existentes en la sociedad: la falta de
protección social, la desconfianza en las instituciones, la percepción de
incompetencia o corrupción de los gobiernos”, sostienen los técnicos del FMI.
A partir de un análisis de millones de artículos de
prensa publicados desde 1985 en 130 países, el FMI ha elaborado un índice de
malestar social que permite cuantificar la probabilidad de una explosión de
protestas como consecuencia de la pandemia. Los técnicos relacionan los casos
de estallidos sociales con 11.000 diferentes acontecimientos ocurridos desde los
años ochenta. Estos incluyen desastres naturales como inundaciones, terremotos
o huracanes, así como epidemias.
Utilizando complejas ecuaciones algebraicas, los
expertos descubren “una relación positiva y significativa” entre desastres y
estallidos sociales. Concretamente, “existe una relación positiva entre los
estallidos sociales y las epidemias”, afirman Barrett y Chen en su informe.
“A
más largo plazo, la frecuencia de estallidos sociales se dispara”
Como suele ocurrir con los estudios económicos, la
relación entre desastres y protestas es algo que tal vez mucha gente, sin
necesidad de ecuaciones matemáticas, entenderían intuitivamente. Pero lo
interesante del análisis del FMI es la relación cronológica que identifica
entre las epidemias y los estallidos sociales. Hay un importante efecto
retraso. Muchos meses, hasta dos años, separan el momento álgido de la epidemia
de las rebeliones.
Efectivamente, ha habido pocas protestas durante esta
pandemia. Más bien, en los últimos meses “el número de manifestaciones físicas
de malestar social ha caído a su nivel mas bajo en casi cinco años”. La
excepción es el movimiento Black Lives Matter tras el asesinato a manos de
policías de George Floyd en Minneapolis, que desencadenó una oleada de
protestas en EE.UU.
Pero más allá de este resultado inmediato pacificador
de las epidemias, “a más largo plazo, la frecuencia de estallidos sociales se
dispara”, se sostiene en el informe del FMI, de tono mucho más frío y
distanciado que la información que analiza sobre disturbios en millones de
indignados artículos de prensa a lo largo de las décadas.
A partir de la información obtenida sobre diferentes
clases de protesta, los investigadores del FMI demuestran que, con el tiempo,
“el riesgo de disturbios y manifestaciones contra el gobierno va en aumento” .
Es más, “sube el riesgo de graves crisis políticas (acontecimientos que pueden derribar
gobiernos), que normalmente ocurren en los dos años posteriores a la epidemia
grave”, resumen los técnicos de la institución multilateral de sede en
Washington.
El informe llega a la conclusión de que “el malestar
social era elevado antes de la covid y se ha moderado durante la pandemia pero,
si la historia nos sirve de guía, es razonable esperar que, conforme la
pandemia se disminuya, los estallidos sociales emergerán de nuevo”.
Otro informe del FMI titulado Cómo las pandemias
conducen a la desesperación y al malestar social (octubre del 2020), de Tahsin
Saadi Sedik y Rui Xu, utiliza metodología similar para determinar con precisión
este efecto retraso. “Las epidemias severas que provocan elevada mortalidad
aumentan el riesgo de disturbios y manifestaciones antigubernamentales”,
explican. Estos “eventos pandémicos generan un riesgo de desorden civil
significativamente más elevado después de 14 meses”. Cinco años después de la
pandemia todavía existe un “efecto cuantitativamente significativo sobre la
probabilidad de estallidos sociales”. Los brotes de ébola en el Oeste de África
entre el 2014 y el 2016, por ejemplo, “provocaron un aumento de la violencia
civil superior al 40% al cabo de un año y su efecto sobre el malestar social
persistía varios años después”.
Aunque la chispa de la violencia no tiene por qué
estar relacionada con la pandemia, el trauma social y el impacto socioeconómico
de la crisis sanitaria está detrás de las repetidas instancias de protestas.
Pero la pandemia tampoco es la causa inicial sino un catalizador. El primer eslabón del efecto dominó es la desigualdad y la percepción de injusticia, explican los analistas del FMI. “Los resultados de nuestro estudio indican que la desigualdad elevada está relacionada con más estallidos sociales (…) y el malestar social será mayor cuanto más elevada la desigualdad de renta al inicio”, sostienen.
Las pandemias detonan la bomba de relojería “porque
reducen el crecimiento económico y elevan la desigualdad” y crean “un círculo
vicioso en el que el crecimiento más lento, la subida de la desigualdad y el
aumento de malestar social se refuerzan el uno al otro”.
Por ANDY ROBINSON/La Vanguardia
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