CON "ALTARES ANTI-COVID-19", YATERAS EN GUANTÀNAMO SALVA Y SE SANA

YATERAS, Guantánamo (10 Marzo 2021).- Hay templos a la entrada de cada institución y hogar yateranos. Altares sin flores ni caracoles; sin velas ni imagen de alguna deidad. Son apenas dos pomos de plástico, provistos de líquidos; pero la gente los ve como a dioses, porque «óigame, estos pomitos hacen milagros», comentará luego Yucleidy Duarte, a nuestro arribo a su casa del agreste Gervasio, momento de «despojarnos» las manos con la sustancia contenida en uno de los «dioses».

Abajo, en el piso, húmedo igual, de hipoclorito, un retazo de tela desinfectante resguarda la entrada de la casa o la institución; el recién llegado, o previamente lo pisa, o no entra; otra alternativa no existe: en Yateras algunas casitas aún tienen piso de tierra, pero a ninguna le falta su «altar anti-COVID-19».

El asentamiento de Gervasio se localiza a casi un kilómetro hacia el fondo de Arroyo del Medio, intrincada comunidad del único municipio cubano al que el SARS-COV-2 no ha podido extender sus tentáculos. «Hasta aquí hay que llegar a paso de jicotea; la COVID-19 no sube a Yateras por miedo al camino», bromea el conductor del vehículo que nos transporta entre gruñidos y saltos.

«Los que andan despacito por aquí son los carros, pero la prevención se propaga como la luz, la pandemia no ha podido alcanzarnos por eso», responde enfática la doctora Yezenia Amelo; su réplica se interrumpe con la llegada al hogar de destino.

«Pasen, tomen café», invita la dueña de la casa, Yucleidy Duarte, con un recipiente en sus manos, presta a desinfectar las nuestras; «no se pongan bravos –dice con amabilidad–, pero antes de entrar pongan los pies aquí, ya ustedes saben: la COVID…».

«Viajeros aquí no entran sin que lo sepamos», acota la doctora Yezenia, ya dentro de la vivienda. «Nos avisan rápido y allá vamos, a indagar de dónde viene, la situación epidemiológica del sitio de procedencia, y a incrementar la vigilancia médica, para, de ser necesario, actuar rápido. Las charlas sanitarias son constantes».

Ahora –interviene Faustino Harriete González, director municipal de Salud– viajero para nosotros no es solo el que viene de un país o provincia distinta; «consideramos en esa categoría a quien llega de cualquier otra localidad; no apartamos del visor a municipios como Guantánamo, por ejemplo, que, pese a la mejoría reciente, están aún complicados con el rebrote de SARS-COV-2».

Una exploración a profundidad, realizada por especialistas de epidemiología en esta provincia, ratificó que la COVID-19 no ha podido traspasar las fronteras del municipio. Los yateranos, empero, no viven aislados en una urna de cordilleras a 500 metros sobre el nivel del mar, y de barreas antipandémicas.

A Yateras se entra y de allí se sale: bajo control, eso sí, y con orden. Hoy en su territorio funcionan tres de los más de 50 centros de aislamiento con los que cuenta Guantánamo; allí disponen de 158 capacidades para sospechosos de estar infectados, contactos de positivos, y personal que trabaja en las zonas rojas.

Y como si fuera poco, 40 profesionales de aquí, entre médicos y enfermeras, han desbordado los algo más de 620 kilómetros cuadrados de extensión de este municipio, para enfrentar el virus en otras regiones, algunas tan lejanas como Santa Lucía, México, Azerbaiyán, Emiratos Árabes Unidos e isla Monserrat. El SARS-COV-2, en estos parajes, no tiene quien lo propague, pero su gente esparce la prevención. Yateras salva, y se salva.

 

 

Por JOSÉ LLAMOS CAMEJO/Granma

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