PARA DERROCAR AL TIRANO TRUJILLO, ÉLITES LUCHARON

De los nietos de mi abuelo materno, todos fuimos rebeldes a la tiranía: Manuel Troncoso Ramírez, María Alicia Troncoso de Esteva, que se unía a las Mirabal cada vez que nos llevaban a audiencia, para cantar el Himno; Clara Troncoso Ramírez; Marco, el hijo de Pedro Troncoso Sánchez, mis hermanos y yo.

 Ramón Cáceres Troncoso hace la relación ante el asombro reiterado por tantos sufrimientos en  prisión y la sublevación al régimen teniendo una distinguida parentela sirviendo al dictador en posiciones encumbradas.

 Esa paradoja le persigue. Cuando fue miembro del Triunvirato y ministro en el Consejo de Estado le  tildaban de trujillista y aún lo acusan nostálgicos del sátrapa que siguen considerándolo traidor. Él no lo cree y asegura que solo un redactor del periódico Cachafú tenía esa campaña contra él y Ramón Tapia Espinal, otro triunviro.

 Tras liberarlo le internaron en la clínica Abreu con fiebres muy altas. Los doctores Jordi Brossa, Aulio Brea y Mario Tolentino diagnosticaron paludismo. Me metieron un Aralén, hasta el sol de hoy, exclama.

 Partió hacia Puerto Rico, donde se movilizaba contra Trujillo junto a Tomasina Cabral, Miguel Feris, Fidelio Despradel, Wenceslao Vega y Luis Gómez Pérez,  con quienes dice mantener una cofradía. Visitaba  al doctor Antonio Zaglul, cuya casa era un recinto de los dominicanos al que acudían, además, Gustavo Ricart, Mon el Loco” (Ramón A. Castillo), Bobadilla y otros a escuchar a Radio Caribe.

 Cáceres vivía en una pensión en la calle Miramar, Santurce, y trabajaba como supervisor en la compañía De García Comercial, una fábrica de cemento.

Pero no me sentía bien, solo vivía pensando en mi país. Buscando vallas a mi espíritu viajé a Miami, a la casa de Mario Mathis Ricart, y en eso me llaman: Te habla Juan Ozorio, estamos en Washington trabajando, ven. Reconocí la voz, pero ese no era el nombre del interlocutor, era Gianni Vicini. Le dije que no tenía un chele para  pasaje. Búscalos prestados y te reembolso, contestó.

 El reconocido  hombre de negocios se movía tratando de buscar apoyo internacional contra Trujillo para encaminar un gobierno democrático. Estaban con él Juan Isidro Jimenes Grullón, José Antonio (Toño) Bonilla Atiles, Donald y Billy Reid Cabral. Estos hermanos usaban los pseudónimos de José y Luis González, respectivamente.

 En Washington me asignaron intervenir en el Departamento de Estado ante Richard Owen. Me cogieron cierto cariño. Fue un apoyo extraordinario el que recibimos, que nos ayudó a cambiar las cosas en muchos aspectos, significa.

 Exiliado le sorprendió el ajusticiamiento. La noticia se la dio Magda Mejía Ricart el uno de junio, y Wenceslao Vega y él organizaron un desfile en el que exhibieron una pancarta con versos de Arturo Pellerano Castro: “Benditos los que matan / si es un monstruo de sangre el que se hunde / y un pueblo el que se salva”.

 Ahora sus gestiones eran para sacar del país a Ramfis Trujillo y sus parientes. Cuenta que llegó un momento en que la figura número tres del Departamento de Estado, de apellido Valon, los recibió a él y a Vicini llamándolos cobardes porque  aquí no había pasado nada. Salimos desolados.

 Cáceres activó sus movimientos hasta un día que Owen lo recibió con la noticia de que había una carta de más de cien dominicanos contra los Trujillo. Era el nacimiento de la Unión Cívica. Después, agrega, llegó John Hill y dijo que eran más de 500, pero siguió aumentando.

El retorno. Estrechó relaciones con otros norteamericanos influyentes y acercó  exiliados, siempre atento a los acontecimientos en la República. Recuerda el inicio del retorno de los antitrujillistas. El primero que vino fue Agustín Perozo, desde Puerto Rico. A la semana se fue de nuevo. Él envió un cable a Balaguer comunicándole que quería volver y este le ofreció garantías. Llegó a principios de julio de 1961.

Fueron a verme José Antonio Fernández Caminero y Luis Manuel Baquero. Ahí entré a la Unión Cívica Patriótica, como directivo, y desde el local cruzaba a conversar con Manolo Tavárez, Leandro Guzmán y Darío Echavarría, excompañeros de prisión.

Participo en un mitin contra los Trujillo en el parque Julia Molina (Enriquillo), inolvidable porque se fueron todos y nos dejaron a Julio Senior, Memé, Soñé, Frank González, Miñín Soto y a mí recogiendo las bocinas, con Balá merodeando. Yo era vicesecretario, me fui al Comité Central y los increpé.

 En su casa paterna, Pasteur 46, se reunieron Rafael Bonnelly, Federico Álvarez, Pedro Troncoso y Marino Cáceres a redactar una carta que fue llevada a Washington y distribuida entre personajes influyentes, sugiriendo un Gobierno de Estado y que UCN proponía que presidiera Balaguer, firmada por Viriato Fiallo, Luis Manuel Baquero, Fernández Caminero, Federico Henríquez Gratereaux, Rafael Alburquerque Zayas Bazán, Asela Morell y Minetta Roques.

-¿Por qué Balaguer? Por la posibilidad de que la idea progresara para buscar un apoyo a un cambio de gobierno, que salieran los Trujillo y se cambiara a los jefes militares, mencionándolos por sus nombres”.

 La misiva está fechada 30 de septiembre de 1961, “se la entregó Gianni Vicini a Toño Bonilla” y aunque estaba dirigida a Balaguer, Cáceres viajó a Washington a enterar a los norteamericanos. “La base de la misma era que Ramfis se fuera. Balaguer reaccionó negativamente pero finalmente aceptó.

 A pesar de sus estudios de inglés, la amistad con los norteamericanos, llegó un momento en que decidió que “lo que había que hacer era estar aquí. Porque tuvo desacuerdos con el imperio. En una ocasión Arturo Morales Carrión nos convocó a su casa en Washington a Gianni, Donald, Bonilla, Alfredo Lebrón, Arturo Calventi, Billy, Donald y a mí para decirnos que Ramfis iba a donar la Hacienda Fundación y otros bienes de Trujillo y que se formara un nuevo gobierno, presidido por Balaguer, en el que los Trujillo se quedaran. Eso se lo había propuesto Porfirio Rubirosa a los Kennedy. Salimos como la jonda del diablo, le dijimos que no, que si los americanos estaban locos. Nos dimos cuenta de que no podíamos contar con los gringos hasta que las cosas cambiaran radicalmente.

 El 18 de noviembre de 1961, a petición de las esposas de Huáscar Tejeda, Salvador Estrella, Roberto Pastoriza y de un hijo de Tunti Cáceres, Ramón fue a visitar a Balaguer porque estos le dijeron que esa noche asesinarían a sus parientes.

 El mandatario, quien antes había afirmado que lo único que garantizaba la unidad de las Fuerzas Armadas era la presencia en el país del general Trujillo hijo, le replicó: ¡Cáceres, los Trujillo no son capaces de cometer esa barbaridad!

 -Averigüe, porque creo que los van a matar, le dije y salí. Recuerdo que ahí estaba esperándolo Marco Jorge Moreno. Si Balaguer no hizo nada para evitarlo, yo cumplí con transmitir el mensaje.



Por RAMÓN CÁCERES TRONCOSO/Hoy

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