PAPA FRANCISCO: "ES TRISTE VER OBISPOS Y SACERDOTES PAVONEÁNDOSE, PERO MÁS AÚN UN DIÁCONO QUE QUIERE PONERSE EN EL CENTRO DEL MUNDO"
CIUDAD DEL VATICANO (20 Junio 2021).- No "medio sacerdotes", ni "monaguillos de lujo", sino siervos solícitos que se entregan para que nadie quede excluido; “humildes”, “buenos esposos y buenos padres”; “centinelas” capaces de avistar a los pobres y a los alejados: así describe el Papa Francisco a los diáconos, en su discurso a los Diáconos Permanentes de la Diócesis de Roma recibidos en audiencia esta mañana en el Aula de las Bendiciones, confiándoles el mandato del servicio.
"Es triste ver a obispos y sacerdotes
pavoneándose, pero más aún a un diácono que quiere ponerse en el centro del
mundo", afirma el Papa Francisco en la audiencia de esta mañana con los
Diáconos de la diócesis de Roma y les recomienda que sean "buenos padres y
esposos": "Esto dará esperanza a las parejas que viven momentos de
fatiga"
La
tradición de las diaconías
Al comienzo de la audiencia, Francisco saluda a
Giustino Trincia, nombrado ayer por el cardenal vicario Angelo De Donatis como
nuevo director de Cáritas diocesana en sustitución de "Don Ben", el
sacerdote rumano Benoni Ambarus, a quien Francisco había nombrado a su vez obispo
auxiliar de Roma. Con afecto, el Papa saluda también a Andrea Sartori, diácono
de 49 años al que se le confió la parroquia de San Estanislao, en la zona de
Cinecittà, en cuya casa parroquial vive con su mujer Laura y sus cuatro hijos.
Es una "antigua costumbre", dice el Papa, "confiar una iglesia a
un diácono para que se convierta en una diaconía". Debemos recurrir a
estas antiguas tradiciones que se remontan a las raíces de la Iglesia de Roma,
recomienda el Papa: "No pienso sólo en San Lorenzo, sino también en la
elección de dar vida a las diaconías".
El
diaconado ayuda a superar la lacra del clericalismo
A continuación, el Papa se detiene en el ministerio
del diácono: "El camino principal a seguir es el indicado por el Concilio
Vaticano II", en particular la Lumen Gentium, que dice que a los diáconos
"se les imponen las manos no para
el sacerdocio, sino para el servicio". Una diferencia "no
insignificante", señala el Papa, porque el diaconado -antes reducido a una
orden de paso hacia el sacerdocio- "recupera así su lugar y su
especificidad". Y esto "ayuda a superar la lacra del clericalismo,
que sitúa a una casta de sacerdotes 'por encima' del Pueblo de Dios".
“Los diáconos, precisamente por estar dedicados al
servicio de este Pueblo, recuerdan que en el cuerpo eclesial nadie puede
elevarse por encima de los demás”
El
poder está en el servicio
En la Iglesia debe regir una lógica opuesta, "la
lógica del abajamiento", dice Francisco: "Todos estamos llamados a
abajarnos, porque Jesús se abajó, se hizo siervo de todos. Si hay alguien que
es grande en la Iglesia es Él, que se hizo el más pequeño y el siervo de
todos". Todo empieza aquí: "El poder está en el servicio, no en otra
cosa". Si no se vive esta dimensión, advierte el Pontífice, "todo
ministerio se vacía por dentro, se vuelve estéril, no produce frutos. Y poco a
poco se vuelve mundano".
“La generosidad de un diácono que se entrega sin
buscar las primeras filas perfuma de Evangelio, relata la grandeza de la
humildad de Dios que da el primer paso para ir al encuentro incluso de quienes
le han dado la espalda”
No
a medios sacerdotes ni monaguillos de lujo
Hoy, sin embargo, hay otro aspecto al que prestar
atención, que es la disminución del número de presbíteros, por lo que se ha
multiplicado el compromiso de los diáconos "en tareas de suplencia que,
aunque importantes, no constituyen la naturaleza específica del
diaconado". Los diáconos, en efecto, enseña el Concilio, están sobre todo
"dedicados a los oficios de la caridad y de la administración" y en
los primeros siglos, cuando atendían las necesidades de los fieles en nombre
del obispo, eran activos entre los pobres y los enfermos. Hoy, los diáconos
romanos están muy presentes en Cáritas y en otras realidades cercanas a los
pobres. Es un buen camino, dice el Papa Francisco, porque "así nunca
perderán la brújula."
“Los diáconos no serán "medio sacerdotes", ni
"monaguillos de lujo", sino siervos solícitos que se desviven para
que nadie quede excluido y el amor del Señor toque concretamente la vida de las
personas”
No
hacer que la vida gire en torno a la agenda
La espiritualidad diaconal es, pues, la espiritualidad
del servicio: "Disponibilidad dentro y apertura fuera".
"Disponibles por dentro, desde el corazón, dispuestos a decir sí, dóciles,
sin hacer girar la vida en torno a la propia agenda; y abiertos por fuera, con
la mirada dirigida a todos, especialmente a los que se han quedado fuera, a los
que se sienten excluidos", recomienda el Papa. Y ofrece "tres breves
ideas" que no van en la dirección de las "cosas que hacer", sino
de "dimensiones que cultivar".
Hacer
todo sin lamentarse
En primer lugar, ser "humilde". "Es
triste ver a un obispo y a un sacerdote pavonearse, ¡pero es aún más triste ver
a un diácono que quiere ponerse en el centro del mundo! Que todo el bien que
hagan sea un secreto entre ustedes y Dios. Y así dará frutos", dice el
Papa. Y a continuación agrega: sean
"buenos esposos y buenos padres".
"Esto dará esperanza y consuelo a las parejas que
están atravesando momentos de fatiga y que encontrarán en su genuina sencillez
una mano tendida. Podrán pensar: "¡Mira a nuestro diácono! Se alegra de
estar con los pobres, pero también con el párroco e incluso con sus hijos y su
mujer". Hacer todo con alegría, sin quejarse: es un testimonio que vale
más que muchos sermones".
Centinelas
para avistar a los alejados
Por último, el Papa quiere que los diáconos sean
centinelas: "No sólo que sepan avistar a los alejados y a los pobres -esto
no es tan difícil-, sino que ayuden a la comunidad cristiana a descubrir a
Jesús en los pobres y en los alejados, mientras llama a nuestras puertas a
través de ellos".
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