"La neutralidad es imposible: pues el mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar". Eduardo Galeano
Hobbes escribió en latín: «Bellum omnium contra
omnes», que presta título a este artículo. Intentar entender las motivaciones
del ser humano es tarea tan laberíntica que disciplinas como la psicología,
antropología, sociología, psiquiatría, lingüística, neurología, economía, etc.,
buscan explicarlas desde sus campos de estudio.
La perversidad es, sin dudas, la más execrable de
estas motivaciones ya que el perverso hace lo mal hecho, lo sabe, lo justifica
y hasta lo disfruta. De su reino mental nacen los viciosos, cizañosos,
intrigantes, simuladores, chismosos, burlones, avariciosos, depredadores, incívicos,
ladrones, matones, fanáticos, vesánicos, soberbios, vanidosos, crueles,
indolentes, depravados, delincuentes, adulones, homicidas, glotones, egoístas,
vagos, explotadores, vividores, mezquinos, cínicos, ególatras, manipuladores,
violentos, abyectos, iracundos, intolerantes, injustos, cicateros, ingratos,
amargados, frustrados, resentidos, envidiosos, hipócritas, deshonestos,
insolidarios, infames, necios, brutos, serviles, bellacos, charlatanes,
traidores, malvados y miserables: llevar la lucha por la existencia con cuernos
y agudos colmillos de fiera.
Como afirmaba Nietzsche en «Sobre la verdad y la
mentira en sentido extramoral»: …en algún apartado rincón del universo,
desperdigado de innumerables y centelleantes sistemas solares, hubo una vez un
astro en el que animales astutos inventaron el conocer. Fue el minuto más
soberbio y más falaz de la Historia Universal, pero, a fin de cuentas, solo un
minuto. Tras un par de respiraciones de la naturaleza, el astro se entumeció y
los animales astutos tuvieron que perecer. Alguien podría inventar una fábula como
esta y, sin embargo, no habría ilustrado suficientemente cuán lamentable,
sombrío y efímero, cuán estéril, sin fines y arbitrario, es el aspecto que
presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza; hubo eternidades en las
que no existió, cuando de nuevo se acabe todo para él, no habrá sucedido nada.
Porque no hay para ese intelecto ninguna misión ulterior que conduzca más allá
de la vida humana.
Y continúa: ...la mentira en sentido extramoral
significa que el ser humano está condicionado por su modo de ver el mundo. Esto
está determinado por su constitución física: por no poder conocer, el ser
humano no puede conocerse ni a sí mismo. El hombre gregario, el hombre del
rebaño, no quiere conocer esta verdad. Así, el autoengaño emplea las
designaciones válidas, las palabras, para hacer que lo irreal parezca realidad:
dice, por ejemplo, «soy rico», mientras que, para su condición, «pobre» sería
precisamente la designación correcta.
Entonces, ¿quién es más tolerable? ¿Un ateo sincero o
un creyente perverso? ¿En qué incide estas actitudes en cómo el mundo está al
presente?
En el ateísmo no hay consecuencias en el más allá
contra las malas acciones acá, pues no hay «más allá». Además, al ateo
declarado le sumamos el "creyente falsario" que no cree en lo absoluto
(es una pose simulada por conveniencia), por lo cual tampoco cree en castigos
en «el otro mundo».
En los actos de corrupción impune de políticos,
militares y empresarios es precisamente la ausencia de consecuencias lo que los
permite. No solo consecuencias terrenales sino divinas. No hay límites a la
perversidad, una perfecta excusa para la sentencia: «el fin justifica los
medios».
¿Y cuál es el fin supremo de los perversos? La
acumulación de caudales y la concentración de poder. No importa que tan grave
sea la depredación humana y medioambiental. El prójimo y los ecosistemas son
únicamente «medios». No hay consecuencias... no hay punición.
¿Es la perversidad fuente de progreso? Muchos de
nuestros adelantos tecnológicos han sido desarrollados para la guerra, una
actividad humana para conquistar, controlar, dominar, acumular.
Se ha documentado que algunos simios superiores la
organizan instintivamente. Somos proclives al conflicto armado y la historia lo
confirma. El adelanto tecnológico permite ventajas sobre el adversario y por
ello su investigación y desarrollo es prioritario. La guerra es perversa y por
ella disfrutamos los avances tecnológicos.
El mundo financiero, decididamente perverso, permite
la industria, el comercio, el entretenimiento, los fármacos, las
construcciones, el transporte, y un largo etcétera.
La política ha evolucionado en un entramado de
perversidades. Todo lo condenable también encuentra eco aquí.
La ciencia ya rebasó los límites de lo censurable. En
laboratorios bien financiados del primer mundo se avanza en robótica y
biotecnologías cuyos fines aún están por verse.
Estamos rodeados por lo perverso. El temor a un más
allá, con recompensa o castigo, que era, hasta cierto punto, un muro de
contención a la perversidad, se está esfumando.
¿Qué decir de la justicia y sus efugios? La ética, la
moral, la jurisprudencia, la lógica, el derecho... vemos a nuestro alrededor y
las interrogantes se acentúan. Son como muletas de un cuerpo jurídico deformado
y malogrado, perviviendo en un lóbrego entorno eterno.
¿Entonces qué?, nos preguntamos... Dolina escribió:
«El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia donde uno no está
casi en ninguna parte». Pareciera que la creación tiene preferencia por las
estrellas, los escarabajos y los perversos, por su inmenso número. Recordemos a
Shakespeare: «El infierno está vacío y todos los demonios están sueltos, entre
nosotros».
Mientras los perversos tenga acceso y dominio sobre la
alta industria, las altas esferas de los gobiernos, el gran comercio, las
estructuras militares y policiales, la altas finanzas, la "alta
política", el aparato judicial, entre otras cuotas de poder y toma de
decisiones, no será posible desencadenarnos.
No necesitamos caer en la letanía de las quejas de que
a los buenos y piadosos les va frecuentemente, o casi siempre, mal en el mundo,
y en cambio a los malos y perversos les va bien, como señaló Hegel.
Entre las hiperbólicas sonrisas de los hipócritas hay
seres tan envenenados que detestan a quienes irradian fortaleza y contento y,
en lugar de limitarse a alejarse de ellos, les tienden las redes, los cazan y
los sepultan bajo toneladas de tierra por darse la perversa satisfacción de ver
cómo muere lentamente todo aquello que odian... advirtió Caso. Para esos seres
es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo. Ese infierno del más
allá no existe. El odio, la crueldad, eso es el infierno. A veces el infierno
somos nosotros mismos (Milton/Lozano/Fernán).
La pandemia del Covid solo ha reforzado estos
criterios compartidos por mucha gente de buena fe. En medio de la peste hemos
visto mejor la cara del vestiglo aberrante.
Una sencilla advertencia sobre lo que sabemos: si lo
bueno continúa disperso sin unificarse como un puño compacto y resistente,
dispuesto a enfrentar y demoler este derrotero y su descarrío, es poco lo que
vemos para lo que nos espera y, peor aún, a nuestra descendencia. Seguimos cediendo
espacio a los perversos, que exprimen y devastan en todos los órdenes, mientras
algunos protestamos, inconexos, diluidos.
Surge una pregunta: ¿dónde están en cada país los
centros de unificación "antiperversidad"? Muy probable que los
perversos los estén creando como una superchería. Con relacionados concientes
del problema, escriba, proteste, comparta, opine, proponga. No se quede
estático como una sombra paralizada. Su voz, su mente, su pensamiento, su
decencia, su libertad, son armas. No las deje oxidarse ante los que nos roban
el bienestar. De otro modo, podemos inferir el final de la obra... El Señor nos
ampare.
Para los ateos mefistofélicos o los creyentes
protervos, una inquietante cita de Dan Brown: «Los lugares más oscuros del
infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas
de crisis moral».
Por AGUSTÍN
PEROZO BARINAS
Autor del libro La Tríada II
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