“NI SE ME PASÓ POR LA CABEZA RENUNCIAR”: EL PAPA FRANCISCO TRAS SU OPERACIÓN
CIUDAD DEL VATICANO (1 Septiembre 2021).- Francisco es entrevistado por Carlos Herrera en Radio COPE. Por primera vez habla de su intervención médica y también de Afghanistan, China, eutanasia, reforma de la Curia.
Bueno, le debo preguntar en primer lugar, Santo Padre,
¿cómo se encuentra?
Todavía vivo. [Risas]
Su operación reciente, que fue una operación de
envergadura, nos dejó una cierta preocupación...
Y sí, estas cosas que nacen de los divertículos... y
qué sé yo… por ahí se deforman, se necrosan… pero gracias a Dios fue tomada a
tiempo, y ya me ve.
Tengo entendido, además, que la acción de un enfermero
fue la que le señaló, la que le alertó en primer lugar.
¡Me salvó la vida! Me dijo: “Usted tiene que operarse”.
Había otras opiniones: “No, que con antibiótico…” y él me explicó muy bien. Es
enfermero de acá, del servicio sanitario nuestro, del hospital del Vaticano.
Hace treinta años que está aquí, un hombre de mucha experiencia. Es la segunda
vez en la vida que un enfermero me salva la vida.
¿Cuándo
fue la primera?
La primera vez fue en el año 57, cuando pensaban que
era una gripe, una epidemia de esas de gripe en el seminario, y me curaba el
enfermero del seminario con aspirina. Y para los otros iba bien, pero conmigo
no andaba y me llevaron al hospital, y me sacaron agua del pulmón. El médico
dijo, no me acuerdo cuánto, digamos un millón de unidades de penicilina y
tantas de estreptomicina --eran los únicos antibióticos de la época—y, cuando
se fue, la enfermera dijo: “El doble”.
¿Y
eso le salvó?
Sí. Porque si no, no hubiera…
Uno de los… no diré de los secretos mejor guardados
del Vaticano, pero una de las cuestiones que tradicionalmente más interesa es
la salud del Papa.
Sí, evidentemente.
No ha habido ninguna sorpresa, estaba todo
programado...
Estaba todo programado y se avisó… Después del Ángelus
me fui directamente, eso sería casi a la una, y se avisó a las 15.30h, cuando
ya estaba en los preliminares.
Usted ha dicho, Santidad, que “mala hierba nunca
muere”...
Así es, así es, y eso vale para mí también, vale para
todos.
¿Los
medios [sic] le han prohibido algo, hay algún ultimátum? ¿Hay algo que Su
Santidad no pueda hacer y a lo que no esté dispuesto?
No entiendo.
¿Algo le han prohibido los médicos?
PF: ¡Ah, los médicos! Perdón, le había entendido “los
medios”.
[Risas] Bueno, los medios ya sabe que también tienen
tentaciones. Pero los médicos en este caso.
Ahora puedo comer de todo, cosa que antes con los
divertículos no se podía. Puedo comer de todo. Todavía tengo las medicinas
posoperatorias, porque el cerebro tiene que registrar que tiene 33 centímetros
menos de intestino. Y todo me lo maneja el cerebro, el cerebro maneja todo
nuestro cuerpo, y le lleva tiempo registrarlo. Pero vida normal, llevo una vida
totalmente normal.
Come lo que quiere…
Lo que quiero.
Camina, hace esfuerzo...
Hoy toda la mañana en audiencias, toda la mañana.
Ahora se va a un viaje a Eslovaquia y a Hungría. Tengo
entendido que es el 34º viaje de su Pontificado.
No me acuerdo bien del número, pero debe de ser.
¿El
programa va a ser igual de intenso? Yo creo que a los papas, Santidad, les
hacen hacer una auténtica yincana. Yo siempre me he preguntado por qué los
papas no van dos días más y reparten el trabajo en dos días más, porque son de
las 24 horas 18 aproximadamente haciendo cosas. ¿Va a tener que medir más sus
fuerzas después de la operación o no?
Quizás en este primer viaje un poco más, porque uno
tiene que reponerse del todo, ¿no?, pero al final va a ser igual que los otros,
ya lo va a ver. [Ríe]
¿Teme
Su Santidad que una de las cosas más insistentes con las que los medios,
esencialmente italianos, le distinguen a usted, Santo Padre, es que cuando se
pone en duda la salud del Papa muchos piensan o insisten en el viejo argumento
de la renuncia, el me voy a casa, no puedo más…? Es una constante permanente,
yo creo, en su vida como Papa, ¿no?
Sí, incluso me dijeron que la semana pasada estuvo de
moda eso. Eva [Fernández] me dijo eso, incluso me lo dijo con una expresión
argentina muy linda, y yo le dije que no tenía idea porque yo leo un solo
diario acá en la mañana, el diario de Roma. Lo leo porque me gusta el modo de
titular que tiene, lo leo rápido y punto, no entro en el juego. Televisión no
veo. Y recibo, sí, el informe más o menos de las noticias del día, pero de eso
me enteré mucho después, algunos días después, que había una cosa de que yo
renunciaba. Siempre que un Papa está enfermo corre brisa o huracán de cónclave.
[Risas]
¿Cómo
ha sido el confinamiento del Papa? El tiempo en el que hemos estado confinados
en casa. ¿Qué ha hecho el Papa durante el confinamiento?
Primero aguantarme a mí mismo, ¿no?, que no es fácil.
Es una ciencia que todavía tengo que terminar de aprender. Es difícil
aguantarse a sí mismo.
Lleva mucha costumbre, lleva muchos años...
Sí, pero es difícil. Uno a veces es caprichoso consigo
mismo, y quiere que las cosas salgan en automático. Después empecé a retomar
las cosas de a poco y, hoy día, estoy llevando vida normal. Esta mañana, toda
la mañana de audiencias; hoy es la segunda audiencia de la tarde (empecé a las
15.30h) y sigo adelante.
Aunque la meta de su próximo viaje es a Eslovaquia,
muchos van a estar pendientes de su encuentro con el primer ministro de
Hungría, Víctor Orban, con quien no comparte algunos puntos de su programa de
gobierno, especialmente lo relativo al cierre de fronteras. ¿Qué le gustaría
decirle si tuviese la ocasión de encontrarse con él a solas?
Yo no sé si me voy a encontrar con él. Sé que
autoridades van a venir a saludarme. Yo no voy al centro de Budapest, sino al
lugar del Congreso [Eucarístico], y hay un salón donde me reuniré con los
obispos y ahí recibiré a las autoridades que vengan. No sé quién vendrá. Al
presidente lo conozco porque estuvo en la misa en Transilvania, esa parte de
Rumanía donde se habla en húngaro, una misa preciosa en húngaro, y vino con un
ministro. Creo que no era Orban… porque al final de la misa se saluda
formalmente… yo no sé quién vendrá…
Y una de las cosas que yo tengo es no andar con
libreto: cuando estoy delante de una persona la miro a los ojos y dejo que
salgan las cosas. Ni se me ocurre pensar en qué le voy a decir en el caso de
estar con él, son una serie de futuribles que a mí no me ayudan. Me gusta lo
concreto; lo futurible te enreda, te hace mal.
El
nuevo mapa político que afronta Afganistán, Su Santidad lo sigue de cerca. Se
ha dejado a su suerte al país tras muchos años de ocupación militar. ¿El
Vaticano puede mover hilos diplomáticos para intentar que no haya represalias
contra la población, para tantas otras cosas?
Sí. Y, de hecho, estoy seguro de que la Secretaría de
Estado lo está haciendo porque el nivel diplomático del Secretario de Estado es
muy alto y el de su equipo, también el de Relaciones con las Naciones.
Realmente el cardenal Parolin es el mejor diplomático que yo he conocido.
Diplomático que suma, no de esos que restan, que siempre busca, un hombre de
acuerdo. Estoy seguro que está ayudando o al menos ofreciéndose. Es una
situación difícil. Yo creo que como pastor debo llamar a los cristianos a una
oración especial en este momento. Es verdad que vivimos en un mundo de guerras,
(piense en Yemen, por ejemplo). Pero esto es algo muy especial, tiene otro
significado. Y yo voy a tratar de pedir lo que pide siempre la Iglesia en los
momentos de mayor dificultad y de crisis: más oración y ayuno. Oración,
penitencia y ayuno, que es lo que en los momentos de crisis se pide. Y respecto
al hecho de 20 años de ocupación y después se deja, yo recordé otros hechos
históricos, pero me tocó una cosa que dijo la canciller Merkel, que es una de
las grandes figuras de la política mundial, en Moscú, el pasado 20 [de agosto].
Traduzco. Espero que la traducción sea correcta: “Es necesario poner fin a la
política irresponsable de intervenir desde fuera y de construir en otros países
la democracia, ignorando las tradiciones de los pueblos”. Lapidaria. Creo que
esto dice mucho, que cada uno lo interprete. Pero ahí me sentí con una
sabiduría delante de esto que dijo esta mujer.
El
hecho de que Occidente renuncie, fundamentalmente la coalición que encabeza
EE.UU. y la propia UE... ¿al Santo Padre le desalienta o cree que es el camino
adecuado? ¿Hay que dejarles a su suerte?
Son tres cosas distintas. El hecho de renunciar es
lícito. El eco que tiene en mí es otra cosa. Y lo tercero, usted dijo “dejarlos
a su suerte”; yo diría el modo de cómo renunciar, el modo en cómo se negocia
una salida, ¿no es cierto? Por lo que se ve, aquí no se tuvieron en cuenta
--parece, no quiero juzgar--, todas las eventualidades. No sé si habrá una
revisión o no, pero ciertamente hubo mucho engaño de parte quizás de las nuevas
autoridades. Digo engaño o mucha ingenuidad, no entiendo. Pero yo aquí vería el
modo. Y esto de la señora Merkel creo que subraya.
El
Papa yo me imagino que se puede permitir desengaños como cualquier cristiano.
¿Cuál ha sido el mayor desengaño como Santo Padre que ha tenido, Santidad?
Tuve varios. Tuve varios desengaños en la vida y eso
es bueno porque los desengaños te hacen aterrizar de emergencia. Son
aterrizajes de emergencia en la vida. Y el asunto está en levantarse. Hay una
canción alpina que a mí me dice mucho: “En el arte de ascender lo que importa
no es no caer, sino no permanecer caído'. Y vos, delante de un desengaño, tenés
dos caminos: o te quedas ahí diciendo que esto no va –como dice el tango: “Dale
que va, que todo es igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar”-- o me
levanto y apuesto de nuevo. Y creo que delante de una guerra, delante de una
derrota, hasta de un desengaño propio o un fracaso propio o el propio pecado,
hay que levantarse y no permanecer caído.
El
diablo siempre se dice que está encantado de que la gente crea que no existe.
¿El diablo también corretea por el Vaticano?
[Ríe] El diablo corretea por todos los lados, pero yo
a quien le tengo más miedo son a los diablos educados. Esos que te tocan el
timbre, que te piden permiso, que entran en tu casa, que se hacen amigos… ¿Pero
Jesús nunca habló de eso? ¡Sí que habló! Sí que habló. Cuando dice esto: cuando
el espíritu inmundo sale de un hombre, cuando alguien se convierte o cambia de
vida, va y empieza a dar vueltas por ahí, en lugares áridos, se aburre… y
después de un tiempo dice “voy a volver para ver cómo está aquello”, y ve la
casa toda ordenada, toda cambiada. Entonces busca a siete peores que él y entra
con otra actitud. Por eso digo que son los diablos educados, los que tocan el
timbre. La ingenuidad de esta persona lo deja entrar y el fin de ese hombre es
peor que el principio, dice el Señor. Tengo pavor a los diablos educados. Son
los peores, y uno se engaña mucho. Uno se engaña mucho.
En
marzo se van a cumplir nueve años del inicio de su Pontificado, que no ha sido
aquel pontificado breve de 4-5 años que dijo Su Santidad. ¿Se encuentra
satisfecho de los cambios emprendidos o le queda alguna cosa pendiente que
quisiera rematar de forma inminente? Es decir, ¿tiene la sensación de que Dios
le ha dado un tiempo extra por algo?
Evidentemente que a mí el nombramiento me agarró por
sorpresa porque vine con una valijita. Porque yo acá tenía la sotana. Me habían
regalado una cuando me hicieron cardenal y la dejé en casa de unas monjas para
no tener que... Yo pertenecía a cinco o seis congregaciones acá y entonces
tenía que viajar, para no venir con eso... Vine como siempre. Y dejé preparadas
las homilías de la Semana Santa allá en el obispado. Es decir, me agarró por
sorpresa. Pero no hay nada mío inventado, lo que hice desde el principio es procurar
poner en marcha lo que los cardenales dijimos en las reuniones precónclave para
el próximo Papa: el próximo Papa tiene que hacer esto, esto, esto, esto. Y esto
es lo que yo empecé a poner en marcha. Creo que quedan varias cosas por hacer
todavía, pero no hay nada inventado por mí. Yo estoy obedeciendo a lo que se
marcó en aquel momento. Quizás algunos no se daban cuenta de lo que estaban
diciendo o pensaban que no era tan grave, pero algunos temas provocan escozor,
es verdad. Pero no hay una originalidad mía en el plan. Y mi proyecto de
trabajo, 'Evangelii Gaudium', es una cosa en la que traté de resumir lo que los
cardenales dijimos en ese momento.
Es
decir, cuando salió usted de Buenos Aires, ¿en ningún momento contempló la
posibilidad de que no iba a volver?
No, para nada. Para nada. Si tuve que atrasar cosas
para allá esenciales. Por la edad mismo no se me ocurrió. Cuando no se te
ocurren cosas, no más. Pero yo lo único que hice fue tratar de resumir todo;
pedí las actas de esas reuniones –en que yo estaba presente, pero para no
olvidarme-- y poner en marcha eso.
Uno de los últimos terremotos en el Vaticano, al menos
en los medios, es el macroproceso por corrupción en el que está imputado el
cardenal Becciu. Él asegura que va a quedar demostrada su inocencia. Desde
fuera da la impresión de que la reforma de las finanzas vaticanas es como ese
caracol que trepa por el pozo y cada vez que avanza un metro retrocede dos.
¿Hay esperanza? ¿Cómo cree que acabará este asunto? En todos los organismos la
corrupción es un pecado inherente, inevitable, pero ¿en qué manera puede ser
evitable dentro del Vaticano?
Hay que poner todos los medios para evitarlo, pero es
una historia vieja. Mirando hacia atrás, tenemos la historia de Marcinkus, que
la recordamos bien; la historia de Danzi, la historia de Szoka…Es una
enfermedad en la que se recae. Creo que hoy día se ha progresado en la
consolidación de la justicia del Estado Vaticano. Desde hace tres años se fue
avanzando de tal manera que la justicia fuera más independiente, con los medios
técnicos, incluso con declaración de testigos grabados, las cosas técnicas
actuales, nombramientos de jueces nuevos, del ministerio público nuevo... y
esto fue llevando adelante las cosas. Y ayudó. La estructura ayudó a enfrentar
esta situación que parecía que no iba a existir nunca. Y todo empezó con dos
denuncias de personas que trabajan en el Vaticano y que en sus funciones vieron
una irregularidad. Hicieron una denuncia y me preguntaron qué se hace. Yo les
dije: si quieren ir adelante tienen que presentarlo al fiscal. Era un poco
desafiante la cosa, pero eran dos personas de bien, estaban un poco acobardadas
y entonces como para darles ánimos metí mi firma debajo de la de ellos. Para
decir: este es el camino, no le tengo miedo a la transparencia ni a la verdad.
A veces duele, y mucho, pero la verdad es lo que nos hace libres. Así que esto
fue simplemente. Ahora, que de aquí a algunos años aparezca otro… Esperemos que
estos pasos que estamos dando en la justicia vaticana ayuden a que cada vez
menos sucedan estos hechos que... Sí, usted usó la palabra corrupción y en este
caso obviamente que, al menos en la primera vista, parece que la hay.
¿Qué
teme más, que [Becciu] sea declarado culpable o inocente, habida cuenta que
usted mismo dio permiso para llevarle a juicio?
Él va a juicio según la legislación vaticana. En una
época, los jueces de los cardenales no eran los jueces de Estado como hoy día
sino el jefe del Estado. Yo quiero de todo corazón que sea inocente. Además,
fue un colaborador mío y me ayudó mucho. Es una persona a la que tengo cierta
estima como persona, o sea que mi deseo es que salga bien. Pero es una manera
afectiva de la presunción de inocencia, vamos. Además de la presunción de
inocencia, tengo ganas de que salga bien. Ahora, la justicia es la que va a
decidir.
No sé si el Papa Francisco es muy de dar un puñetazo
con fuerza encima en la mesa. ¿Quizá el último golpe sobre la mesa ha sido el
documento pontificio en el que se limita la celebración de las 'misas tridentinas'?
Y le pido además que le explique a mi audiencia qué es la 'misa tridentina',
qué tiene la misa tridentina que no sea preceptiva.
Yo no soy de dar golpes sobre la mesa, no me sale. Más
bien soy tímido. La historia de 'Traditionis custodes' es larga. Cuando primero
San Juan Pablo II --y después Benedicto ya más claramente con ‘Summorum
Pontificum’--, hizo esta posibilidad de que se pudiera celebrar con el misal de
Juan XXIII (anterior al de Pablo VI, que es el postconciliar) para aquellos que
no se sentían bien con la liturgia actual, que tenían una cierta nostalgia… me
pareció de las cosas pastorales más bellas y humanas de Benedicto XVI, que es
un hombre de una humanidad exquisita. Y así empezó. Ese fue el motivo. A los
tres años él decía que había que hacer una evaluación. Se hizo una evaluación y
parecía que todo andaba bien. Y andaba bien. De esa evaluación a ahora pasaron
diez años (o sea, trece desde la promulgación) y el año pasado vimos con los
responsables del Culto y de la Doctrina de la Fe que convenía hacer otra
evaluación a todos los obispos del mundo. Y se hizo. Llevó todo el año. Después
se estudió la cosa y, en base a eso, la inquietud que más aparecía era que una
cosa hecha para ayudar pastoralmente a quienes han vivido una experiencia
anterior, se fuera transformando en ideología. O sea, una cosa pastoral a
ideología. Entonces había que reaccionar con normas claras. Normas claras que
pusieran un límite a aquellos que no habían vivido esa experiencia. Porque
parecía que estaba de moda en algunos lados que sacerdotes jóvenes “ah, no, yo
quiero…” y por ahí no saben latín, no saben lo que dice. Y por otro lado,
apoyar y consolidar lo de 'Summorum Pontificum'. Hice más o menos el esquema,
lo hice estudiar y trabajé, y trabajé mucho, con gente tradicionalista de buen
sentido. Y salió ese cuidado pastoral que hay que tener, con algunos límites
pero buenos. Por ejemplo, que la proclamación de la Palabra sea en un idioma
que todos lo entiendan; si no, es reírse de la Palabra de Dios. Pequeñas cositas.
Pero sí, el límite es muy claro. Después de este motu proprio, un sacerdote que
quiera celebrar no está en las condiciones de los otros --que era por
nostalgia, por deseo, etc-- y ahí sí tiene que pedir permiso a Roma. Una
especie de permiso de bi-ritualismo, que solamente lo da Roma. [Como] un
sacerdote que celebra en rito oriental y rito latino, es bi-ritual pero con
permiso de Roma. O sea, hasta el día de hoy, los anteriores siguen pero un poco
ordenados. Más aún, pidiendo que haya un sacerdote que esté encargado no
solamente de la liturgia sino de la vida espiritual de esa comunidad. Si usted
lee bien la carta y lee bien el decreto, va a ver que simplemente es reordenar
constructivamente, con cuidado pastoral y evitar un exceso a quienes no están…
¿Le
quita el sueño a Su Santidad el camino sinodal que ha iniciado la Iglesia
Católica Alemana?
Sobre eso, yo me permití mandar una carta. Una carta
que la hice yo solo en castellano. Un mes me llevó hacer eso, entre rezar y
pensar. Y se la mandé en su momento: original en castellano y traducción al
alemán. Y ahí expreso todo lo que siento sobre el sínodo alemán. Ahí está todo.
No es una protesta nueva la del sínodo alemán… se
repite la historia…
Sí, pero no me pondría tampoco demasiado trágico. En
muchos obispos con los que hablé no hay mala voluntad. Es un deseo pastoral,
pero que por ahí no tiene en cuenta algunas cosas que yo explico en la carta
que hay que tener en cuenta.
Hay cosas que están instaladas en el imaginario
popular. Una de ellas, de la que más se habla, es de la crisis del teatro. Su
Santidad sabe que el teatro está en crisis desde que Su Santidad y yo habíamos
nacido. Otra de las cosas es la reforma de la curia. Permanentemente se dice
“hay que reformar la curia”, pero la curia parece irreformable. Es como una
selva espinosa en la que es imposible entrar, o eso se dice desde fuera. ¿Sigue
soñando el Papa con una Iglesia muy distinta de la que ve ahora?
Bueno, si usted ve desde el principio que se empezó a
poner en marcha lo que dijeron los cardenales en el precónclave hasta ahora, la
reforma está andando paso a paso y bien. El primer documento que marca la
línea, tratando de reasumir lo de los cardenales, es 'Evangelii Gaudium'. Que
ahí hay un problema en ‘Evangelii Gaudium’ que yo lo quisiera señalar, que es
el problema de la predicación. Someter a los fieles a largas clases de
teología, de filosofía o de moralismo, que no es la predicación cristiana. Ahí
en la 'Evangelii Gaudium' pido una reforma seria de la predicación. Algunos
hacen, otros no entienden… Por poner un punto, ¿no? Pero ‘Evangelii Gaudium’
trata de resumir en general como actitudes lo de los cardenales en el
precónclave. Y respecto a la constitución apostólica 'Praedicate Evangelium'
que se está trabajando en esto, y el último paso es que yo la lea –debo leerla
porque la tengo que firmar y la tengo que leer palabra por palabra--, no va a
tener nada de nuevo de lo que se está viendo ahora. Quizás algún detalle, algún
cambio de dicasterios que se juntan, dos o tres dicasterios más, pero ya está
anunciado: por ejemplo, Educación se va a juntar con Cultura. 'Propaganda Fide'
se va a juntar con el dicasterio de la 'Nueva Evangelización'. Está anunciado.
No va a haber nada nuevo respecto a lo que se prometió que se iba a hacer. Algunos
me dicen: “¿Cuándo saldrá la constitución apostólica de la reforma de la
Iglesia, para ver la novedad?”. No. No va a haber nada nuevo. Si hay nuevo, son
pequeñas cositas de ajuste. Está en su última parte, que se atrasó con esto de
mi enfermedad. Se está cocinando a fuego lento, de tal manera que tome todo
esto. Tenga claro que la reforma no será otra cosa que poner en marcha lo de
los cardenales, lo que pedimos en el precónclave, y que se está viendo. Se está
viendo.
En
la primera visita al departamento de comunicación del Vaticano, el Santo Padre
mostró su preocupación porque el mensaje no estaba llegando donde debería. Los
números de audiencia eran escasos. ¿Eso era un rapapolvo en toda regla?
A mí me causó gracia la reacción. Yo dije dos cosas. Primero,
una pregunta: ¿cuánta gente lee el L’Osservatore Romano? No dije si lo leían
mucho o poco. Una pregunta. Creo que es lícito preguntar, ¿no? Y la segunda
pregunta, que más bien fue un tema, [la hice] cuando después de haber visto
todo el nuevo trabajo de unión, el nuevo organigrama, la funcionalización,
hablé de la enfermedad de los organigramas, que da a una realidad un valor más
funcional que real. Y digo: con toda esta funcionalidad, que es para que
funcione bien, no [hay que] caer en el funcionalismo. Que el funcionalismo es
el culto a los organigramas prescindiendo de la realidad. Estas dos cosas que
dije parece que alguno no las entendió o por ahí a alguno no le gustó, o no sé
qué, y la interpretó como un rapapolvo. Es una cosa normal, es una pregunta y
una advertencia. Sí… Por ahí alguno se sintió en orsay y.... Creo que el
dicasterio promete mucho, es el dicasterio que tiene más presupuesto en la
Curia en este momento, que tiene a la cabeza un laico --espero que pronto haya
otros que tengan a la cabeza un laico o una laica-- y que está despegando con
nuevas reformas. L’Osservatore Romano, al que yo llamo “el Diario del Partido”,
ha progresado muchísimo y es una maravilla cómo está haciendo los esfuerzos
culturales que está haciendo.
Hace años me impresionó una cosa que contó, Santidad,
cuando años atrás por las calles de Buenos Aires unos padres gritaron a su hijo
que no se le acercara porque usted iba vestido de cura y podría ser un
pederasta.
Tal cual.
Aún
parece haber dudas sobre todos los sacerdotes que durante esta pandemia, por
ejemplo, han demostrado que se dejan la piel con los últimos. ¿Los obispos de
todos los países están haciendo los deberes que usted les mandó cuando les
convocó a Roma para que dejen de existir pederastas entre sus filas?
Antes de contestar a su pregunta quiero rendir
homenaje a un hombre que empezó a hablar de esto con coraje, aunque era una
piedra en el zapato, en la organización, mucho antes de que se hiciera la
organización sobre este tema, que es el cardenal O'Malley. A él le tocó
arreglar el asunto en Boston y no fue nada fácil. Se han dado pasos muy claros
sobre esto, ¿no es cierto? La Comisión de Defensa de Menores, que fue invención
del cardenal O'Malley, hoy día está funcionando y ahora debo renovar a la mitad
de la gente porque cada tres años se renueva la mitad. Gente de primera agua de
varios países distintos con problemas de estos. Y creo que se juegan bien. Creo
que es clave en esto las estadísticas que di a los periodistas en el encuentro
de los presidentes de Conferencias Episcopales, por un lado, y después el
discurso final que tuve al finalizar la misa en ese encuentro. ---Que alguno
dijo “al fin y al cabo el Papa dijo que es un problema de todos, le echó la
culpa al diablo y se lavó las manos”. Eso fue el comentario de un medio--. Que
le eché la culpa al diablo, sí. Como incitador de esto. Pero se la eché cuando
hablé de la pedopornografía. Dije que abusar a un chico para filmar un acto
pedopornográfico es demoniaco. No se explica sin la presencia del demonio. Eso
sí lo dije. Bueno, ahí en ese discurso un poco marqué todo, unido a las
estadísticas. Creo que las cosas se están haciendo bien. De hecho, se ha
progresado y cada vez se progresa más. Ahora, es un problema mundial y grave.
Yo me pregunto a veces cómo ciertos gobiernos permiten la producción de
pedopornografía. Que no digan que no se sabe. Hoy en día con los servicios de
inteligencia se sabe todo. Un gobierno sabe quién en su país produce
pedopornografía. Para mí esta es de las cosas más monstruosas que he visto.
Hace tiempo confesaba, Santidad, que hace unos años
las cuestiones ecológicas no le interesaban nada. Ahora ha mudado Su Santidad
porque es uno de los líderes mundiales que más hablan de este asunto, de los
abusos cometidos contra la Tierra. ¿La opción ecológica le ha generado
enemigos? ¿Estará usted en Glasgow para la COP26? Son dos preguntas en una.
Voy a hacer historia: [La V Conferencia General del
CELAM en] Aparecida creo que fue en el 2007 si no me equivoco. Se me pierden un
poco las fechas. En Aparecida yo oía que los obispos brasileños hablaban de
conservar la naturaleza, el problema ecológico, la Amazonía... Insistían,
insistían, insistían, y yo me preguntaba qué tenía que ver eso con la
evangelización. Sentía yo eso. No tenía ni la más pálida idea. Estoy hablando
de 2007. Eso me chocó. Cuando volví a Buenos Aires me empecé a interesar, y
lentamente fui entendiendo algo. Ya estando aquí, ¿eh? Yo soy un convertido en
esto. Y ahí entendí más. Y de alguna manera me di cuenta de que tenía que hacer
algo y ahí me vino la idea de escribir algo como magisterio porque la Iglesia
delante de esto… así como yo era, como decimos en Argentina, un salame que no
entendía nada de esto, hay tanta gente de buena voluntad que no entiende… Entonces,
dar unas catequesis sobre esto. Convoqué a un grupo de científicos que me
expusieran los problemas reales, no las hipótesis, lo real. Me hicieron un
lindo catálogo y con razón. Se lo pasé a teólogos que reflexionaron sobre eso.
Y así se fue gestando ‘Laudato Si’.
Una anécdota linda: cuando fui a Estrasburgo, el
presidente Hollande mandó a recibirme y a despedirme a la ministra del
Ambiente, que en aquel momento era la señora Ségolène Royal. Y en la
conversación que tuve con ella, me dijo “¿Es verdad que usted está escribiendo
algo?”, la ministra del Ambiente entendía. Y yo le dije: “Sí, estoy en esto”.
“Por favor, publíquelo antes de [la cumbre de] París porque necesitamos
apoyos”. Volví de Estrasburgo y aceleré. Y salió antes del encuentro de París.
Que el encuentro de París para mí fue el summum en tomar conciencia mundial.
¿Después qué pasó? Entró el miedo. Y, lentamente, en los encuentros posteriores
fueron retrocediendo. Espero que Glasgow ahora levante un poco la mira y nos
ponga más en línea.
¿Pero
estará Su Santidad?
Sí, en principio el programa es que vaya. Todo depende
de cómo me sienta en ese momento. Pero, de hecho, ya se está preparando mi
discurso, y el programa es estar.
Hablemos
de China si le parece, Santidad... Dentro de sus propias filas hay quienes
insisten en que no debería renovar el acuerdo que el Vaticano ha firmado con
ese país porque pone en peligro su autoridad moral. ¿Tiene la sensación de que
hay mucha gente queriéndole marcar el camino al Papa?
Yo también cuando era laico raso y cura me encantaba
marcarle el camino al obispo, es una tentación hasta yo diría lícita si se hace
con buena voluntad. Lo de China no es fácil, pero yo estoy convencido de que no
se debe renunciar al diálogo. Te pueden engañar en el diálogo, puedes
equivocarte, todo eso… pero es el camino. La cerrazón nunca es camino. Lo que
se ha logrado hasta ahora en China fue al menos dialogar… alguna cosa concreta
como nombramiento de nuevos obispos, lentamente... Pero también son pasos que
pueden ser cuestionables y los resultados por un lado o por el otro. Para mí la
figura clave de todo esto y que me ayuda y me inspira es el cardenal Casaroli.
Casaroli fue el hombre al que Juan XXIII le encargó tender puentes con
Centroeuropa. Hay un libro muy lindo, 'El martirio de la paciencia', donde él
cuenta un poco sus experiencias allí. O se cuentan las experiencias de él, el
que compiló todo. Y era pasito pequeño tras pasito pequeño, creando puentes. A
veces teniendo que dialogar al aire libre o con la canilla abierta en momentos
difíciles. Lentamente, lentamente, fue logrando reservas de las relaciones
diplomáticas que en el fondo suponían nombramiento de nuevos obispos y cuidado
del pueblo fiel de Dios. Hoy en día, de alguna manera tenemos que seguir esos
caminos de diálogo pasito a pasito en las situaciones más conflictivas. Mi
experiencia en el diálogo con el Islam, por ejemplo, con el Gran Imán de
Al-Tayeb fue muy positiva en esto, y se lo agradezco mucho. Fue como el germen
de 'Fratelli Tutti' después. Pero dialogar, dialogar siempre o estar dispuestos
a dialogar. Hay una cosa muy linda. La última vez que se encontró San Juan
Pablo II con Casaroli, le fue a informar por dónde iban las cosas… (Casaroli
iba todos los fines de semana a un penal de menores. Creo que era Casal del Marmo,
no estoy seguro. Y estaba con los chicos e iba de sotana como un cura. Nadie
sabía… Algunos no sabían quién era)… Y cuando se despidieron y ya estaba en la
puerta Casaroli, San Juan Pablo II lo llamó y le dijo: “Eminencia, ¿sigue yendo
donde aquellos muchachos?” “Sí, sí”. “No los deje nunca”. El testamento de un
papa santo a un diplomático muy capaz: seguí por este camino de la diplomacia,
pero no te olvides que sos cura, como lo estás haciendo. Esto para mí es
inspirador.
Santidad,
en España se ha legalizado la eutanasia, en función de lo que llaman el
“derecho a una muerte digna”. Pero eso es un silogismo falaz, porque la Iglesia
no defiende el sufrimiento encarnizado, sino la dignidad hasta el final. ¿Hasta
dónde el hombre tiene poder real sobre su vida? ¿Qué cree el Papa?
Situémonos. Estamos viviendo una cultura del descarte.
Lo que no sirve se descarta. Los viejos son material descartable: molestan. No
todos, pero vamos, en el inconsciente colectivo de la cultura del descarte, los
viejos… los enfermos más terminales, también; los chicos no queridos, también,
y se los manda al remitente antes de que nazcan... O sea, hay una cultura…
Después, miremos las periferias, pensemos en las
grandes periferias asiáticas, por ejemplo, para irnos lejos y no pensar que uno
está hablando de cosas de acá. El descarte de pueblos enteros. Piense en los
rohingyas, descartados, gitaneando por el mundo. Pobrecitos. O sea, se
descartan. No sirven, no van, no sirven.
Esa cultura del descarte nos ha signado. Y signa a los
jóvenes y a los viejos. Influye mucho sobre uno de los dramas de la cultura
actual europea. En Italia la edad media es 47 años. En España creo que es
mayor. O sea, la pirámide se ha invertido. Es el invierno demográfico en el
nacimiento, en el que haya más casos de aborto. La cultura demográfica está en
pérdida porque se mira el provecho. Se mira al de adelante… ¡y a veces usando
la compasión!: “que no sufra en el caso de…” La Iglesia lo que pide es ayudar a
morir con dignidad. Eso siempre lo ha hecho.
Y respecto al caso del aborto, a mí no me gusta entrar
en discusiones que si hasta aquí se puede, que hasta allí no se puede, pero
digo esto: cualquier manual de embriología de los que le dan a un estudiante de
Medicina en la Facultad dice que a la tercera semana de la concepción, a veces
antes de que la madre se dé cuenta [de que está embarazada], ya están
perfilados todos los órganos en el embrión, incluso el ADN. Es una vida. Una
vida humana. Algunos dicen: “No es persona”. ¡Es una vida humana! Entonces, delante
de una vida humana yo me hago dos preguntas: ¿Es lícito eliminar una vida
humana para resolver un problema?, ¿es justo eliminar una vida humana para
resolver un problema? Segunda pregunta: ¿Es justo alquilar un sicario para
resolver un problema? Y con estas dos preguntas que se resuelvan los casos de
eliminación de gente --por un lado o por el otro-- porque son un peso para la
sociedad.
Yo quisiera recordar algo que en casa nos contaban.
Que una familia muy buena con varios hijos y el abuelo vivía con ellos, pero el
abuelo se va poniendo viejo y en la mesa comenzaba a babearse. Entonces, el
papá no podía invitar gente por vergüenza de su padre. Entonces se le ocurrió
poner una linda mesa en la cocina y explicó a la familia que desde el día
siguiente el abuelo iba a comer en la cocina y así podían invitar gente. Y así
fue. A la semana, llega a casa y encuentra a su hijito de 8 años, 9 años, uno
de los hijos, jugando con maderas, clavos, martillos, y le dice: “¿Qué estás
haciendo?” “Estoy haciendo una mesita, papá”. “¿Para qué?” “Para vos, para
cuando seas viejo”. O sea, lo que se siembra con el descarte, se va a recibir
después.
Santidad,
vámonos a otro escenario. En la sociedad española, usted sabe que se han
producido algunas fracciones y algunas fracturas concretas. El referéndum en
Cataluña llevó a una situación particularmente delicada. Y usted ha dicho que
el soberanismo es una exageración que siempre acaba mal. ¿Qué actitud cree que
debemos adoptar ante un planteamiento de ruptura?
Yo diría mirar la historia. En la historia hubo casos
de independencia. Son países de Europa que hoy en día están incluso en proceso
de independencia. Mira el Kosovo y toda esa zona que se están rehaciendo. Son
hechos históricos que están caracterizados por una serie de particularidades.
En el caso de España, son ustedes los españoles los que tienen que juzgar,
dando bien su actitud. Pero para mí, lo más clave en este momento en cualquier
país que tiene este tipo de problemas, es preguntarme si se han reconciliado
con la propia historia. Yo no sé si España está totalmente reconciliada con su
propia historia, sobre todo la historia del siglo pasado. Y, si no lo está,
creo que tiene que hacer un paso de reconciliación con la propia historia, lo
cual no quiere decir claudicar de las posturas propias, sino entrar en un
proceso de diálogo y de reconciliación; y, sobre todo, huir de las ideologías,
que son las que impiden cualquier proceso de reconciliación. Además, las
ideologías destruyen. Unidad nacional es una expresión fascinante, es verdad,
la unidad nacional, pero nunca se valorará sin la reconciliación básica de los
pueblos. Y creo que en esto cualquier gobierno, sea del signo que sea, tiene
que hacerse cargo de la reconciliación y ver cómo llevan adelante la historia
como hermanos y no como enemigos o al menos con ese inconsciente deshonesto que
me hace juzgar a otro como enemigo histórico.
Bueno,
España vivió un proceso de reconciliación muy intenso y admirable en el mundo
entero en la década de los setenta del siglo pasado. El problema es que el
revisionismo histórico haya pretendido inutilizar aquella reconciliación
admirable en el mundo que fue la Transición española, que yo me imagino que
ustedes la conocieron en Argentina y no será extraña para el Papa. El nacionalismo,
el soberanismo ha sembrado Europa de muertos y de inmigrantes. Y eso me lleva a
preguntarle: ante la inmigración provocada por diversos fenómenos en el que
estamos ahora mismo inmersos, ¿qué postura tomamos? ¿Qué pasa cuando el número
de los que piden acogida supera las posibilidades de acogida de un país? ¿No
debe haber fronteras? ¿Todos en cualquier parte, donde queramos y como
queramos? ¿Los estados tienen derecho a poner sus rígidas normas o menos
rígidas?
Mi respuesta sería esto: primero, delante a los
migrantes cuatro actitudes: acoger, proteger, promover e integrar. Voy a la
última: si uno acoge y los deja ahí sueltos en casa y no los integra son un
peligro, porque se sienten extraños. Piense usted en la tragedia de Zaventem.
Quienes hicieron ese acto de terrorismo eran belgas, eran hijos de inmigrantes
no integrados, guetizados. Yo tengo que lograr que el migrante se integre y
para esto este paso de, no solo acogerlos, sino protegerlos y promoverlos,
educarlos, etcétera. Segundo (más hacia su pregunta): los países tienen que ser
muy honestos consigo mismos y ver cuántos pueden aceptar y hasta qué número, y
ahí es importante el diálogo entre las naciones. Hoy día, el problema
migratorio no lo resuelve un país solo y es importante dialogar, y ver “yo
puedo hasta aquí…”, “me da el cuero”, o no; “hasta aquí las estructuras de
integración valen, no valen”, etcétera. Estoy pensando en un país que a los
pocos días de llegar un migrante ya recibía un sueldo para ir a la escuela a
aprender la lengua, y después se le conseguía trabajo y se le iba integrando.
Esto fue durante la época de la integración de la inmigración por las
dictaduras militares de Sudamérica: Argentina, Chile, Uruguay. Estoy hablando
de Suecia. Suecia fue un ejemplo en estos cuatro pasos de acoger, proteger,
promover e integrar.
Y después también hay una realidad ante los migrantes,
ya me referí a ella, pero la repito: la realidad del invierno demográfico.
Italia tiene pueblos casi vacíos.
Y España también
“No, nosotros nos preparamos” ¿Qué esperás, quedarte
sin nadie? Es una realidad. O sea, la migración es una ayuda en la medida en la
que se cumplan nuestros pasos de integración. Esa es mi postura. Pero eso sí,
un país tiene que ser muy honesto y decir: “hasta aquí puedo”.
El próximo año se van a cumplir cuarenta años de aquel
discurso de San Juan Pablo II sobre la identidad europea. Yo le quiero
preguntar por los lugares a donde puede ir el Papa siempre que su salud y su
buen aspecto le permitan. No sé si Haití, no sé si su tierra, no sé si Santiago
[de Compostela]. [Fue allí] cuando dijo Juan Pablo II “vuelve a encontrarte, sé
tú misma, descubre tus orígenes”. Sería un magnífico recuerdo recordarlo junto
a usted aprovechando el Año Santo Xacobeo...
Al presidente de la Xunta de Galicia le prometí pensar
el asunto. O sea, no lo saqué de una eventual agenda. Para mí la unidad de
Europa en este momento es un desafío. O Europa continúa perfeccionando y
mejorando en la Unión Europea, o se desintegra. La UE es una visión de hombres
grandes —Schumann, Adenauer...— que la vieron. Yo creo que dije seis discursos
sobre la unidad de Europa. Dos en Estrasburgo, uno cuando me dieron el Premio
Carlo Magno y ahí el discurso que dijo el alcalde de Aquisgrán yo lo recomiendo
porque es una maravilla de criticidad sobre el problema de la UE. Pero no
podemos renunciar. Uno de los momentos más felices que tuve fue en uno de los
discursos, cuando vinieron todos —o jefes de Estado o jefes de gobierno— de la
UE. No faltaba ninguno y nos sacamos una foto en la Capilla Sixtina. Esto no me
lo olvido. No podemos ir atrás. Fue un momento de crisis y reaccionó bien la UE
ante la crisis. Pese a las discusiones, reaccionó bien. Tenemos que hacer lo
posible por salvar esa herencia. Es un legado y es una tarea.
Santidad,
claro, si yo no le pregunto cuándo vendrá el Papa a España, pues me dirán “cómo
no le has preguntado al Santo Padre...” Yo me atrevo a sugerirle que Su
Santidad no conocerá la Semana Santa hasta que no venga un Martes Santo a
Sevilla a ver a la Virgen de la Candelaria. ¿No tiene siquiera curiosidad?
Mucha. Mucha. Pero mi opción hasta ahora de viaje a
Europa son los países chicos. Primero fue Albania y luego todos los países eran
pequeños. Ahora está en programa Eslovaquia, después Chipre, Grecia y Malta.
Quise tomar esa opción: primero a los países más chicos. Fui a Estrasburgo pero
no fui a Francia. A Estrasburgo fui por la UE. Y, si voy a Santiago, voy a
Santiago pero no a España, que quede claro.
Al Camino de Europa.
Al Camino de Europa. Una Europa. Pero eso está por
decidir todavía.
¿Hay
algo por lo que Papa haya llorado en el último año, aparte de la pandemia, o el
Papa no es de lágrima fácil?
Yo no soy de lágrima fácil, pero de vez en cuando me
viene esa tristeza frente a algunas cosas, que yo tengo mucho cuidado de no
confundirla con una melancolía a lo Paul Verlaine: aquel “Les sanglots longs,
de l’automne, blessent mon coeur”. No, no. No quiero que se confunda con eso. A
momentos, viendo ciertas cosas, me tocan el corazón y… y eso me sucede a veces.
Se
le ha calificado como “el Papa pop” o “el Papa Superman”, que sé que no le
gusta además. ¿Quién es en realidad Francisco, cómo le gustaría que le
recordaran?
Como lo que soy: un pecador que trata de hacer el
bien.
Bueno, somos dos pecadores en esta mesa entonces...
Somos dos.
Pero
usted tiene más mano allí arriba. [Ríe] Siempre me ha llamado la atención su
relación con el escritor Jorge Luis Borges. ¿Por qué le hacía tanto caso a ese
joven jesuita?
Yo no sé por qué. Yo me acerqué a él porque era muy
amigo de su secretaria. Y después una simpatía... Yo no era cura cuando lo
conocí. Tendría 25 o 26 años cuando le conocí, y enseñaba en Santa Fe como
jesuita, en esos tres años que enseñamos en colegio los jesuitas, y le invité a
venir a hablar a mis alumnos de Literatura. Y vino, y tuvo su curso… Yo no sé
por qué. Pero era un hombre muy bueno. Muy bueno.
Le hemos oído mucho hablar de su abuela paterna, de la
abuela Rosa, pero le hemos escuchado menos hablar de su madre, o quizás
directamente no le hemos escuchado...
Ahí lo que sucede son dos factores. Somos cinco
hermanos muy abueleros todos. Dios nos ha conservado los abuelos hasta grandes.
El primer abuelo, el más lejos de todos, yo lo perdí cuando tenía 16 años y la
última abuela cuando yo era provincial de los jesuitas. O sea que los abuelos
nos acompañaron. En casa había además una costumbre, las vacaciones las
pasábamos los cuatro mayores, porque la menor vino seis años después, las
vacaciones las pasábamos con los abuelos, así papá y mamá descansaban un poco.
Era divertido. Hay mucho de esa cosa abuelera. De la abuela Rosa lo que yo
cuento son las mismas anécdotas de siempre, algunas son muy divertidas. De la
otra abuela también cuento anécdotas, como la lección que me dio el día de la
muerte de Prokófiev, sobre el esfuerzo en la vida. Cuando yo le pregunté a ella
cómo habrá hecho ese hombre para llegar. Yo era un adolescente. Y de mamá sí,
también recuerdo muchas cosas que también las digo. Pero por ahí llama la
atención más lo de la abuela porque me repito con algunas cosas curiosas de la
abuela, algunas irrepetibles por carta, por programas de radio… algunos dichos
que nos enseñaron mucho. Pero, aparte de que éramos muy abueleros, los domingos
a casa de los abuelos y después a la cancha a ver al San Lorenzo. Pero los
abuelos incidieron mucho en nuestra vida.
No ha vuelto a ver San Lorenzo porque no quiere ver la
televisión desde hace años...
Sí. Yo hice una promesa el 16 de julio de 1990. Sentí
que el Señor me pedía eso, porque estábamos en comunidad viendo una cosa que
terminó chabacana, desagradable, mal. Yo quedé mal. Era un 15 de julio a la
noche. Y al día siguiente, en la oración, le prometí al Señor no verla.
Evidentemente, cuando asume un presidente lo veo, cuando hay un accidente
aéreo, lo veo, esas cosas… pero no soy adicto a ello.
No ha visto la Copa América, por ejemplo.
No. Para nada.
Hay
una vieja leyenda que dice que algún Papa se ha escapado del Vaticano.
¿Francisco ha realizado alguna escapada que hasta ahora no haya sabido nadie?
No. El que se escapaba a esquiar era San Juan Pablo
II. A una hora y pico había una pista de esquí, y él lo tenía en el alma. Y
hacía bien en escaparse, iba cubierto. Pero un día mientras él estaba en la
cola para subir y un chico le dijo: “¡El Papa!”. No sé cómo lo descubrió. Y se
volvió enseguida, y procuró tomar más precauciones. Las casas de familias donde
yo he ido a visitar, que recuerde, son tres: un medio convento de las
teresianas donde quise visitar a la profesora Mara, ya de 90 años, una gran
mujer que enseñó en la Universidad de la Sapienza y después enseñó en el
Agustinianum, y quise ir a celebrarle misa. Después, a dar las condolencias
probablemente a mi mejor amigo, un periodista acá italiano, a la casa de él. Y
la tercera casa que visité fue la de Edith Bruck, la señora, 90 años cumplió
ahora, que estuvo en el campo de concentración. Húngara ella. Judía. Esto fue
este año al principio o el año pasado, no recuerdo bien. Son las tres únicas casas
a las que fui de escondido, y después se supo. Me encantaría andar por la
calle, me encantaría, pero me tengo que privar, porque no podría caminar diez
metros.
¿Ha
tenido alguna vez la tentación de vestirse de civil…
No, para nada. No. No.
…con un gorro y unas gafas?
[Ríe] No, no, para nada.
¿Cómo
combate la nostalgia el Papa francisco, quién le cocina los palitos de anís o
lo que desayunaba siempre en La Puerto Rico?
La nostalgia mía trato que no sea de tipo melancólico,
otoñal, aunque una cosa linda del otoño argentino, de Buenos Aires, eran los
días nublados, de mucha niebla, donde no se veía a diez metros desde la
ventana, y yo escuchando a Piazzola. Eso sí un poco lo extraño, pero Roma tiene
sus días de niebla también. Nostalgia, no. Ganas de ir de una parroquia a otra
caminando, sí; pero nostalgia, no.
¿Se
acabó la etapa de dolores de cabeza por palabras que se le iban de más o que le
atribuían que se le iban de más y que tenían consecuencias con cosas que usted
no contaba?
El peligro siempre está. Una palabra puede ser
interpretada de un lado o de otro, ¿no es cierto? Eso son cosas que suceden. Y
qué sé yo… ¡Yo no sé de dónde han sacado la semana pasada que yo iba a
presentar mi renuncia! ¿Qué palabra habrán tomado en mi patria? De ahí salió la
noticia. Y dicen que fue un revuelo, cuando a mí ni se me pasó por la cabeza.
Delante de interpretaciones que nacen un poco distorsionadas de alguna palabra
mía yo me callo, porque aclarar es peor.
¿Se
habla mucho de fútbol aquí en Santa Marta?
Sí, del fútbol italiano. Estoy aprendiendo a conocer
un poco las cosas. Se habla mucho de fútbol, sí.
¿Qué
tal jugador de fútbol era usted, Santidad?
Yo era un palo. Me llamaban 'el pata dura', por eso me
metían siempre al arco, ahí me defendía más o menos bien.
Nuestro
programa 'Tiempo de juego', nuestros compañeros, cuando les decía que iba a
venir a ver al Papa, “por favor, que te diga el papa qué piensa del fichaje de
Messi, se ha ido a Francia”. ¿Qué se le antoja de todo el mundo de fútbol, lo
sigue de cerca?
Yo escribí una pastoral sobre el deporte. Una pastoral
que no era una pastoral. En dos pasos. Primero fue el artículo que publicó la
Gazzetta dello Sport el 2 de enero de este año y en base a eso se hizo después
–lo corregí yo-- la pastoral. Un artículo entrevista. Yo digo solo esto: para
ser un buen futbolista hay que tener dos cosas: saber trabajar en equipo y no
ser como decimos en Buenos Aires en nuestro argot, uno que se 'morfa' la
pelota, sino siempre en equipo. Y segundo, no perder el espíritu amateur.
Cuando en el deporte se pierde ese espíritu de amateur se empieza a
comercializar demasiado. Y hay hombres que han sabido no dejarse manchar por
esto y derivar sus ganancias y todo para obras de bien y fundaciones. Pero
trabajar en equipo, que es una escuela de equipo el deporte, y no perder el
espíritu de amateur.
Santidad, le agradezco mucho esta hora inolvidable que
ha dado a los oyentes de COPE.
Un saludo grande a los que están escuchando y les pido
que recen por mí para que el Señor me siga protegiendo y cuidando, porque si me
deja solo soy un desastre.
Normalmente es usted el que nos lo diría pero hoy
somos nosotros: que Dios le bendiga
Igualmente a todos ustedes, que Dios les bendiga.
Gracias.
Gracias.
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